Los aficionados de la Real han podido dormir felices tras ver a su equipo en posiciones europeas al disfrutar de la tercera victoria consecutiva, pero lo más importante es que el equipo blanquiazul sigue su marcha firme y aleja el descenso en nueve puntos, una situación con la que ni el más optimista soñaba para la décima jornada.

El tercer gol de Joseba Llorente en tres partidos dio la tercera victoria y nadie discute ahora que la Real tenga que jugar con dos delanteros. El mal resultado de la prueba de Valencia y la lesión de Tamudo han eliminado el debate y lo mismo que valió para subir a Segunda vale para Primera con un delantero de un nivel superior. Porque ha marcado tres goles en tres partidos, pero lo más importante es que los dos de casa han llegado en su primera oportunidad y el acierto está acompañado de una entrega que contagia a un equipo habituado a darlo todo.

La Real funciona en Primera como lo hacía en Segunda porque sigue fiel a un equipo, a una idea de juego y, especialmente, a su fortaleza de Anoeta. Consiguió su cuarta victoria en el estadio sin encajar un gol y lo hizo con merecimiento, porque estuvo más cerca su segundo tanto que el empate de un Racing que tiene problemas fuera de casa.

La importancia de empezar bien

El partido comenzó bien para la Real que, como ante el Deportivo, marcó en su primera oportunidad en una jugada que debe servir de ejemplo. Aranburu recuperó el balón en una ubicación avanzada y esa presión en posiciones adelantadas facilita el camino del gol. En un par de toques el balón llegó de las botas de un jugador del Racing a las de Xabi Prieto, que encontró a Joseba Llorente bien situado en línea con la defensa y batió a Toño de fuerte disparo.

El gol dio confianza a la Real, que fue superior al Racing en el inicio del partido y pudo marcar el segundo gol en remates de Griezmann ante una indecisión de la zaga racinguista y de Zurutuza. El Racing también tuvo el empate en una jugada en la que el flanco izquierdo realista dio demasiadas facilidades a Francis, que avanzó conforme le abrían el camino y el balón llegó a Ariel, cuyo disparo detuvo un Bravo que sigue en su buena línea de los últimos partidos.

Al margen de esa jugada fabricada más por deméritos realistas que por méritos racinguistas, el cuadro de Portugal no ofreció nada más que un disparo sin peligro de Diop, al que su técnico tuvo que cambiar antes del descanso para no quedarse con diez. Ni tan siquiera cuando el árbitro le perdonó la segunda tarjeta se supo controlar.

El partido pudo quedar sentenciado al minuto 60 en la mejor jugada del partido. Elustondo envió un buen balón largo a Xabi Prieto, que sacó un centro que Llorente dejó de cabeza para Griezmann, que controló y envió un potente disparo ante el que Toño sacó una mano prodigiosa. Luego fue Xabi Prieto el que realizó una buena jugada individual que culminó con un remate con la izquierda que salió fuera por poco. El 2-0 también pudo llegar en otra recuperación de Aranburu, que cedió para Llorente, cuyo tiro volvió a despejar Toño, poco después de protagonizar una clara contra que no pudo culminar.

El Racing no asustó ni en las jugadas de estrategia en las que tanto se le temía. Sólo inquietó en la última de Cisma, el jugador al que tenía que marcar ayer Rivas. Tampoco Rosenberg pudo con Labaka, al que le convienen este tipo de delanteros de más envergadura que velocidad. Sólo en el minuto 85, cuando cayó a la zona izquierda en un balón que peleó con Bravo y De la Bella, inquietó el mayor peligro del equipo cántabro.

Con un gol puede bastar

Al margen de esas dos acciones, los únicos problemas defensivos llegaron con la tendencia de los dos laterales a recular demasiado y permitir que los atacantes avancen o centren sin oposición. Por lo demás, el equipo está seguro en tareas de contención y cuando no se encaja un gol sobra calidad en posiciones ofensivas para marcar. La Real lo ha hecho en todos los partidos de casa y con jugadores de la valía de Xabi Prieto, Zurutuza, Griezmann y Llorente casi está garantizado ese golito que ha bastado para sumar tres puntos ante Villarreal, Espanyol y Racing. Y todo gracias al espíritu de sacrificio de un equipo que responde como tal a los problemas que se le presentan como hizo ayer, cuando a las cinco bajas con las que afrontaba el partido se sumó la torsión de rodilla de Zurutuza.

Un espíritu colectivo que se refleja cuando al final de cada partido se abrazan todos los realistas en el centro del campo para despedirse de una afición que forma parte de ese grupo humano que ha llevado a Gipuzkoa en un año de la pesadilla de la Segunda a poder dormir una noche en Europa. Y está bien que la afición sueñe con ello, pero el equipo sólo puede pensar en no perder energías ni jugadores en Almería y en estirar la racha actual el domingo en Alicante.