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¿Es peligroso el sexo tras un problema de corazón?

La actividad sexual en los pacientes que han sufrido un infarto de miocardio o un problema cardiovascular puede ser lo más normal posible. Sin embargo, la mayoría piensa que es un riesgo añadido. ¿Puede morir un paciente por culpa de la práctica sexual?

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Joseba VIVANCO

La actividad física que requiere una relación sexual se compara con la necesaria para subir dos pisos de escaleras. Si usted es capaz de subir dos plantas sin tener dolor en el pecho o fatiga excesiva, será capaz, desde el punto de vista físico, de mantener relaciones sexuales plenas. Y eso vale también para quienes han sufrido algún reciente problema cardiovascular. Y es que una de las preguntas frecuentes en la consulta de un cardiólogo se refiere a si ¿puede morir un paciente por culpa de la práctica sexual?

En los hombres, las enfermedades del aparato circulatorio suponen la primera causa de ingreso hospitalario -con el 14,5% del total-, mientras que en las mujeres se sitúan en el segundo lugar. Una de las consecuencias de sufrir algún percance de este tipo tiene que ver con la actividad sexual de la persona. Y cada vez es menos raro conocer a quien ha sufrido un problema circulatorio y aún ronda los 40 años. Y surge la pregunta. Javier Andrés Novales, cardiólogo del Hospital de San Eloy de Barakaldo, no puede evitar responder que «sí, aunque es menos probable que suceda cuando el paciente está controlado y más probable si la enfermedad está oculta o no diagnosticada».

De manera general, un paciente tratado «sí puede mantener relaciones sexuales. No obstante, después de un evento agudo, es recomendable evitar estas prácticas durante tres o cuatro semanas. Este periodo es un consenso aceptado por la comunidad médica, sin embargo es necesaria una mayor evidencia científica en este campo», aclara este experto, que ayer ofreció una charla en el Hospital San Juan de Dios de Santurtzi sobre factores de riesgo cardiovascular.

Normalmente, después de un infarto, un by-pass, una angioplastia, el médico someterá al paciente a un test de esfuerzo (vulgarmente conocido como ``la cinta''). Si éste puede caminar y subir la pendiente durante más de 6 minutos, también estará capacitado para volver a practicar sexo sin riesgo.

La enfermedad cardiovascular, en la mayor parte de los casos, «provoca un déficit de flujo en los órganos debido a su componente arteroesclerótico. Esta carencia de riego se suele ver agravada, además, con la medicación que se suele emplear en estos casos, que puede conllevar un cierto grado de impotencia en el varón», dice Novales.

«El infarto no deja secuelas físicas a nivel sexual, sino que éstas son básicamente sicológicas, por culpa del miedo, pero lo que sí puede provocar problemas de impotencia son ciertos medicamentos empleados», coincide con el cardiólogo Lurdes Lavado, sexóloga del centro bilbaino Albora Bide. Hablamos de problemas de disfunción eréctil o falta de deseo y lubricación por esos fármacos, pero, insiste, el principal hándicap es que «más de la mitad de los hombres que padecen esta problemática están afectados por la pérdida de la erección debido al miedo que les provoca el excitarse».

Pero no todo deben ser malas noticias. «Con un hábito alimenticio bajo en sal y grasas, estos medicamentos se pueden reducir, con lo que sus efectos secundarios también se reducirían y si aún así el tema no va, no nos tenemos que dar por vencidos, ya que también se pueden administrar pastillas como Viagra, Cialis o Levitra, que nos ayudarán en la erección, pero con supervisión médica», tranquiliza esta sexóloga.

Otra de las situaciones que se suelen dar es la de un paciente que justo tras tener un evento cardiovascular agudo sufre dolor al realizar mínimos esfuerzos y que, por tanto, no es capaz de mantener relaciones sexuales: ¿podrá llegar a hacerlo en algún momento? Tal y como afirma el cardiólogo, «difícilmente. En los peores casos, para evitar que se gaste mucha energía durante estas relaciones y el corazón trabaje en exceso, será necesario un cambio de hábitos en los que el paciente con cardiopatía deberá adoptar un rol más calmado, con posturas que requieran un menor gasto energético».

En este sentido, de lo que sí hay constancia es de que la automasturbación, o la realizada por la pareja, eleva la frecuencia cardiaca en menor proporción, por lo que se considera como una alternativa en determinadas situaciones sociales o cardiológicas.

El problema de fondo es que la persona identifica relación sexual con ejercicio y «hacer ejercicio les asusta, el excitarse aumenta la frecuencia cardíaca y esto, temen les provoque un infarto y en último caso la muerte. Así que evitan las relaciones sexuales», resume Lurdes Lavado, que aconseja, con humor, que el mayor riesgo no es mantener relaciones sexuales, sino «hacernos adictos a recuperar la ilusión y el goce».

 

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