La Sexta repitió el lunes a la madrugada, después del programa de Buenafuente, la entrega de «Salvados» dedicada a la situación política de Euskadi, con las intervenciones de políticos de varios partidos y la extensa entrevista, charla, confesión, comunicado a dos voces de Jesús Egiguren junto a Jordi Évole, alias El Follonero. Su emisión habitual en la noche del domingo ya provocó ciertas reacciones que con el transcurso de las horas se han convertido en turbulencias que curiosamente se solapan con las declaraciones de FP, el perdonavidas de los GAL, al que el demócrata de toda la vida y falangista universal don José Bono defendió con cuajo de cinismo de camisa parda diciendo sin pestañear, con su trasplante capilar reluciente: «Felipe González ha sido el mejor presidente de España de la A a la X». Con un par.

En este contexto las palabras de Jesús Egiguren, su propia actitud física ante las cámaras, el tono confidencial, en ocasiones con un aire cansino por tener que reiterar lo obvio, siempre penetrante, mostrando una faceta comunicativa que casi nunca había aparecido en su ya larga trayectoria política, dotaba de un aire de irremediable concatenación de hechos que puede llevar a una vía de solución de conflicto vasco. ¿Optimismo o conocimiento? No puede caber ninguna duda de que estas declaraciones a El follonero no fueron un calentón, ni una improvisación. Se despachó a gusto, dijo en voz alta lo que ha ido diciendo por lo bajini y entre líneas y va a servir, probablemente, para que se acelere el proceso, para que todos los que juegan al escondite deban visualizar su postura. Y al decir todos, indudablemente, decimos todos, sin excepción.

Las turbulencias se manifiestan con declaraciones contradictorias entre los miembros del partido que preside Egiguren, los de Madrid, con el PNV siempre dispuesto a meter la pata, con juicios inminentes de carácter político cada vez más insultante para la razón, y con mister X fumando puros y sus palmeros tan contentos. La última es que han interpuesto querella a Egiguren por exaltación del terrorismo y de colaboración con banda armada. Son insaciables en su necesidad de hacer el ridículo.