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REPORTAJE

mikel zabalza continúa removiendo conciencias en euskal herria

El «caso Zabalza» saltó a la portada de «Egin» el 30 de noviembre de hace 25 años. El cuerpo del joven aún no había aparecido y la preocupación aumentaba. Cuando los familiares acudieron al cuartel de Intxaurrondo para preguntar dónde se encontraba Mikel, un guardia civil les respondió de malos modos: «Id a objetos perdidos». Empezaba así una pesadilla que sigue impune.

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La búsqueda de Mikel Zabalza comenzó porque los vecinos de Altza y Larratxo, en Donostia, y los compañeros del joven navarro tampoco se fiaban de la versión ofrecida desde el cuartel de Intxaurrondo. El rastreo comenzó el 1 de noviembre en la zona donde la Guardia Civil afirmaba que Zabalza, esposado, había saltado al Bidasoa para escapar de sus captores. El comunicado emitido por una autodenominada «Coordinadora de la Guardia Civil de Intxaurrondo» a dos diarios catalanes, en el que se aseguraba que Zabalza había muerto durante los interrogatorios, espoleó a más solidarios para ayudar a encontrar alguna pista sobre su paradero. Sus allegados ya habían lanzado la alarma de que Euskal Herria podía estar ante otro «caso Arregi», en referencia a la muerte por torturas de Joxe Arregi.

Estos fueron los primeros pasos de unas protestas que acabarían convirtiéndose en las mayores movilizaciones en Euskal Herria de aquellos años. El Ayuntamiento de Orbaitzeta, pueblo natal de Zabalza, fue la primera institución en exigir el esclarecimiento de la detención y la supuesta fuga. «Egin» constataba que «la zona de Orbaiceta era objeto de una presencia atosigante de las fuerzas de la Guardia Civil desde que se produjo la detención» y que los guardias civiles entraban y salían del bar de la familia Zabalza «como si tratasen de molestar». Poco después, el gobernador civil de Gipuzkoa y coordinador de la «lucha antiterrorista» en la CAV, Julen Elorriaga, aseguraba en «El País» que «la versión ofrecida sobre la fuga parece una historia rocambolesca». Mientras, en Orbaitzeta se sucedían las asambleas y la indignación calaba entre la ciudadanía vasca, que seguía con ansiedad las novedades sobre el caso que iban saliendo a la luz a raíz de la investigación judicial y que dieron el primer gran salto con la salida del resto de detenidos durante la operación policial, incluida la novia de Zabalza, Idoia Ayerbe. Su testimonio confirmaba la versión de la misteriosa «Coordinadora de Intxaurrondo» y, además, sus familiares afirmaron que ella llegó «prácticamente inconsciente» a Intxaurrondo tras haber sido «machacada a golpes». En el cuartel fue «obligada a desnudarse y recibió malos tratos tanto física como psíquicamente». Ayerbe vio, mientras la torturaban en Intxaurrondo, cómo llevaban en una camilla a alguien «parecido» a Mikel del que los guardias decían que «estaba muy mal». Otro de los detenidos y primo del entonces desaparecido, Manuel Bizkai, escuchó cómo Zabalza, operado tres veces del vientre, «vomitaba, tosía y gritaba».

Mientras tanto, se sucedían las manifestaciones por el «desaparecido» en Iruñea, Donostia, Durango... y el Gobierno español no autorizaba ninguna de ellas. Según relataba «Egin», minutos antes de que comenzara la de Donostia del 8 de diciembre, la Policía española «advirtió por un megáfono que no estaba autorizada» y comenzó una carga que duró tres cuartos de hora. Las pancartas martilleaban una misma pregunta: «Gobernador, Mikel non dago?».

Incluso e entonces lehendakari del Gobierno de Lakua, José Antonio Ardanza, manifestó sus dudas sobre la coherencia de la versión policial. El caso traspasaba ya los límites de Euskal Herria. Y como preludio del trágico desenlace, la parlamentaria Eva Forest apuntaba ya la posibilidad de que «Mikel Zabalza no esté desaparecido, sino muerto».

El cuerpo reaparece y las calles estallan

Desde Madrid, el ministro de Interior, José Barrionuevo, trató de «inútiles» a quienes se afanaban en buscar el cuerpo. A continuación señaló mirad ahí, y el cuerpo apareció a 150 metros del lugar donde había desaparecido. Lo encontraron guardias civiles que decían realizar rastreos constantes por la zona. Los buzos de la Cruz Roja lo desmintieron. Si hubiera estado allí, ellos lo habrían visto. Los pastores de Endarlatsa tampoco vieron que la Guardia Civil rasterara nada «a no ser que lo hicieran de noche». La versión sonó a tomadura de pelo y la respuesta se vio en las calles y, fue tan grande, que hasta la CIA lo recogió en un informe, ahora desclasificado.

En el «boletín sobre terrorismo» del 13 de enero de 1986, la Agencia de Inteligencia de EEUU recoge: «El descubrimiento del cuerpo esposado de Mikel Zabalza, sospechoso de ser miembro de ETA Militar, ha causado violentas protestas, una huelga general y algunas de las mayores manifestaciones en la historia reciente a lo largo de toda la región vasca». El redactor de la CIA escribe que la autopsia había constatado que su muerte fue por ahogamiento, pero señala que «la especulación generalizada de la participación de la Policía e incluso la tortura del presunto terrorista antes de su muerte continúa».

Fue después de que apareciera el cuerpo cuando las autoridades navarras empezaron a hacer algo. El presidente del Gobierno foral, Gabriel Urralburu, se comprometía a exigir la dimisión de Barrionuevo si se confirmaban las sospechas. Fue el entonces alcalde de Orbaitzeta, Jesús María Goikoa, el que forzó el compromiso de Urralburu tras reunirse con él y con el aquel entonces entonces delegado del Gobierno español, Luis Roldán. A la cita acudió la Corporación de Orbaitzeta al completo, «todos ellos con brazaletes negros en los brazos». Según recogía «Egin», también arrancaron otro compromiso a Urralburu: instar a la remodelación de la «Ley antiterrorista».

Pero todo quedó en nada. La convocatoria de huelga general clarificó las posturas. El apoyo en los centros de trabajo fue masivo aunque PSOE, UGT y Coalición Popular (con Mayor Oreja a la cabeza, acusando a los huelguistas de «cobardía e irresponsabilidad») descalificaron con dureza los apoyos a la movilización. Las siglas de formaciones de izquierda que llamaban era casi interminable: HB, EMK, Auzolan, Jarrai, ESK-CUIS, LAB, CNT, STEE-EILAS, PC, EE, CSI... La Policía no se contuvo. La huelga general recibió un respaldo increíble, pero fueron las Fuerzas de Orden Público (FOP) las aprovecharon para dar un paso adelante. «La huelga general de protesta en Euskadi se enfrentó a una intervención policial más brutal que nunca», tituló «Egin».

Por todo esto, gran parte de la ciudadanía de Euskal Herria no ha olvidado qué le ocurrió a Mikel Zabalza, ni el engaño ni las pruebas falsas. La Guardia Civil tampoco lo ha hecho. Nueve días después de la desaparición del joven navarro, fueron detenidas cinco personas en Pasaia y tres de ellas denunciaron torturas; los agentes les amenazaron: «Te va a pasar lo mismo que a Zabalza». Es exactamente la misma amenaza que relató Mattin Sarasola al recordar que le encañonaron con una pistola en la sien el 6 de enero de 2008. Como dijo a «Egin» la propia Idoia Ayerbe, dos días antes de que el cadáver apareciera en el Bidasoa: «Mikel ahora no es cosa mía, es una cosa de Euskadi». Y lo sigue siendo.

Aritz INTXUSTA

LA CIA MANTIENE AÚN EL CASO COMO MATERIA RESERVADA

El informe interno, de 13 de enero de 1986, en el que la CIA aborda el caso de Mikel Zabalza continúa parcialmente secreto. El apartado lleva por título «La muerte de un presunto terrorista podría causar un contragolpe de ETA» y comienza haciendo referencia a la extraordinaria movilización popular que generó el caso. Poco después, el agente de la CIA describe los pormenores de la detención y ahí el relato se corta: las siguientes cinco líneas están tachadas. Junto al borrón, aparece la indicación «B3», que hace referencia a una de las dos excepciones incluidas en la ley de información que obliga a la inteligencia estadounidense a publicar sus informes pasado un tiempo. En concreto, el indicador «B3» se aplica cuando una información puede poner en peligro a sus agentes o dificultar las relaciones diplomáticas con terceros países. A.I.

RAMÓN JÁUREGUI DEFENDIÓ QUE LA VERSIÓN OFICIAL ERA «HONRADA Y VERDADERA»

En su día, el recientemente nombrado ministro español de la Presidencia no esperó al archivo del caso para dejar zanjado el incómodo asunto. Ramón Jáuregui, que acababa de ceder el testigo a Julen Elorriaga como delegado del Gobierno español en la CAV cuando se hizo desaparecer a Mikel Zabalza, escribió más tarde en el libro «El país que yo quiero» su opinión sobre la versión policial. Esta obra, publicada por Planeta en 1994, recoge unas declaraciones significativas al respecto. Jáuregui dice que, en un primer momento, «incluso quienes estábamos más cerca de la Guardia Civil» dudaron de la «versión oficial» ofrecida desde el cuartel de Intxaurrondo. Pero añade que luego se convenció de la veracidad del relato elaborado por los agentes del cuerpo militar, ya que sostiene que los argumentos de la Guardia Civil «parecen acercarse a la realidad que ahora podemos calibrar; si no es, simplemente, la versión honrada y verdadera». Menos de un año después de la publicación de «El país que yo quiero», Jáuregui prometía el cargo como vicelehendakari del Gobierno de Lakua con el jeltzale José Antonio Ardanza como lehendakari. Tras perder peso en el PSOE durante los últimos años, ahora ha sido repescado para formar un peculiar tándem con Alfredo Pérez Rubalcaba en el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. A.I.

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