Martxelo Alvarez Periodista
A las órdenes del Fondo Monetario
La época en la que los ciudadanos elegían a quienes les gobernaban mediante las urnas ha pasado ya a la historia, si es que alguna vez estuvo realmente vigente. Ya se han caído las caretas: nos gobiernan los mangantes (y magnates) de los bancos y de estructuras opacas como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya no es necesario emplear el señuelo del Estado de Bienestar.
Da igual lo que voten los irlandeses. Si el FMI y su entorno deciden que hay que bajar el salario mínimo, desmantelar el sector público y reducir las ayudas sociales, se hace y punto. Y que a nadie se le ocurra subir los impuestos a los más ricos o hacer pagar la crisis a los bancos que la han creado. Sólo se suben los impuestos a los pringados de siempre.
Seguramente a ninguno de los ciudadanos portugueses que acudieron a votar a las elecciones y optaron por la papeleta que abría la puerta a la formación de un Gobierno socialdemócrata se le pasó por la cabeza que ese mismo Ejecutivo les iba a aplicar un recorte que les iba a dejar temblando. La cosa funciona así: o te aplicas tú mismo el tijeretazo para desmantelar lo que queda del Estado del Bienestar o viene el tío Paco del FMI o el tío Manolo del Banco Central Europeo con la rebaja. Evidentemente, pensar que los estados siguen siendo soberanos para poder desarrollar su política económica y social es una quimera en este sistema capitalista.
Es lo que le ha pasado a José Luis Rodríguez Zapatero. Las presiones de los rectores del sistema, mercados les llaman ahora, le han obligado a ceder, aunque tampoco es que haya opuesto una resistencia feroz. Tras la congelación de las pensiones, han llegado la retirada de las ayudas a parados de larga duración y el anuncio de privatización de los aeropuertos y las loterías. Significativamente, estas últimas se crearon originalmente para recoger fondos para asistencia social. Igual que las cajas de ahorros, sumidas en otro proceso privatizador. A partir de ahora servirán para hacer aún más ricos a los más ricos. El próximo paso será privatizar la sanidad, que en manos de algunos puede ser un gran negocio.