Maite SOROA | msoroa@gara.net
Empieza el tiempo del despelote
Tengo la impresión de que se acerca el día de la desnudez absoluta, ese día en que caerán todos los velos y quedarán al aire los verdaderos objetivos de cada cual. Los confesados y los que parecían inconfesables. Algunos ya han empezado con la ceremonia del despelote.
Ayer Aurelio Arteta, en «El Correo Español» y «El Diario Vasco», hablaba de un hipotético final de ETA y matizaba muchas de sus afirmaciones anteriores: «Ha sido un terrorismo con significativo apoyo popular e indudable connivencia gubernamental». Y a partir de esa aparente concesión, desgranaba sus verdaderas aspiraciones: «sería absurdo creer que pueda purificarse el mal como se dejen pervivir sus raíces. Por eso la reflexión no puede pasar por alto la amarga verdad de una sociedad enferma de creencias etnicistas, partida en dos mitades mutuamente recelosas (intolerante la una, blandamente tolerante la otra), sumida en la cobardía». O sea que el problema somos las vascas (y los vascos). Ya empieza a mostrarse sin pudor: «Toca desprenderse entonces de unos cuantos prejuicios teóricos que arrastran consigo muy serios riesgos prácticos. El primero, suponer que estamos ante un problema esencialmente criminal, y no político. Repitamos, pues, que los de ETA han sido crímenes políticos porque se han cometido en nombre de todos nosotros y con vistas a afectar nuestro futuro político, desde unos presupuestos ideológicos y con unas metas políticas. Por eso mismo el problema no se acaba con la simple disolución de la banda terrorista, sino que habrá de perdurar mientras sobrevivan esos presupuestos y esas metas que han llevado a la banda a matar». O sea que el problema no es el empleo de la lucha armada, sino los objetivos de los independentistas. Arteta habla claro.
Y concluye mostrando su íntima inquietud: «Con ello viene también la idea de que (...) se puede querer lo mismo que ETA, pero sin ETA (...) Y esto sólo se explica porque muchos entienden por democrático sencillamente todo lo que sea pacífico (...) ¿O acaso creen que el fundamento, los requisitos y los límites del ejercicio del `derecho a decidir', por ejemplo, son democráticamente indiscutibles?». Pues qué quiere que le diga. Yo creo que sí.