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«Se debería apostar por la formación en la moda porque aquí hay talento»

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con estilo propio

 

Miriam Oscariz

Comenzó de niña pintando zapatillas de lona y siguió con camisetas estampadas y vestidos casi artesanales. Combinó diseño, técnicas del arte y talento, y creó un sello personal. Debutó joven en las pasarelas de moda y fue galardonada. Hoy sus creaciones se venden en diversos países del mundo, pero sigue fiel a su ciudad natal. Se inspira en la vida cotidiana y admira el equilibrio, aunque aprecia el riesgo. Tiene y es estilo propio.

Texto:  Fermin MUNARRIZ  • Fotografías: Marisol RAMÍREZ

Seis meses de trabajo y 45 diseños originales para mostrar en 15 minutos de desfile... Parece muy extremo. ¿Cómo vive esos momentos de la pasarela?

Durante el desfile estoy dentro, preparando todo, ayudando a dar la salida a las modelos, dando los últimos retoques... Hay una pantalla donde se ve a las chicas desfilando -para ver el ritmo-, pero yo estoy a que cada una salga con todo perfecto y controlando un poquito que todo vaya bien, pero veo el desfile después, en vídeo. Cuando termina te quedas con una sensación extraña de vacío...

Debe ser una explosión de adrenalina...

Sí, son muchas emociones. El desfile es muy intenso. Ves el trabajo de mucho tiempo de todo un equipo, y solamente se muestra en 15 minutos.

Llegó muy joven a las pasarelas. ¿Cómo recuerda aquella primera aparición en Gaudí en 1996?

La recuerdo con muchísimo cariño, pero con unos nervios terribles. Es como presentarte ante la gente. Era mucho esfuerzo porque, generalmente, cuando empiezas todo es muy complicado, consigues los tejidos, económicamente andas gestionando todo...

¿Cómo llegó al mundo de la moda profesional?

Fue muy poco a poco. Empecé Bellas Artes y Diseño porque no tenía muy claro qué quería hacer. En Bellas Artes me especialicé en Técnicas Gráficas y vi la manera de empezar a estampar tejidos, de aplicar el dibujo -que me gustaba muchísimo- a la ropa... y empecé a hacer camisetas, que era lo más sencillo. La serigrafía iba en lo que es el contorno -el dibujo negro- y el resto lo pintaba a mano. Fue la manera de empezar a hacer una serie pequeñita de camisetas que las vendía... Luego empecé a hacer unas faldas sencillas y, poco a poco, empecé a necesitar ayuda. Las colecciones fueron creciendo cada vez un poquito más, se fueron complicando más, yo aprendiendo más, delegando más... y hasta ahora. Ha sido un proceso lento y muy constante.

¿Cuál es el proceso de creación de una colección?

Hay tres elementos clave que articular; yo los comienzo de manera independiente. Por una parte están los tejidos; por otra parte, las formas; y por otra, en mi caso, los estampados, porque muchas veces definen el tipo de prenda o al revés. Por eso empiezo a trabajar los tres elementos de forma individual y luego los voy interrelacionando. Lo que pasa es que en moda hay dos temporadas -primavera/verano y otoño/invierno-, y prácticamente cuando estás acabando una tienes que empezar rápidamente con la siguiente porque el tiempo es corto y concreto.

¿Cuáles son sus fuentes de inspiración para los diseños y los estampados?

Son muchas las fuentes de inspiración; en general, casi todo lo que te rodea. Por ejemplo, a mí me gusta mucho el cine, pero muchas veces la inspiración tampoco es directa. No me pongo a mirar una película y veo un elemento y de repente pienso que voy a hacer una colección basada en eso. A mí no me gusta partir de temas para trabajar las colecciones. La inspiración es parte de los elementos que conforman la visión de tu vida. Por eso están el cine, el arte, la calle... -yo creo que la calle es siempre un filón; la gente, los rastros me interesan mucho, por ejemplo-. Y, evidentemente, también la historia de la moda.

¿Por qué diseña solamente para mujer?

Una temporada empecé a hacer diseños de hombre y también de niña, pero dedicarme sólo a la mujer ha sido por las circunstancias y por la capacidad. Me encantaría hacer ropa de hombre y tengo muchas ganas de hacer alguna colección, pero el mundo del hombre es muy distinto al de la mujer, y no hablo de conceptos o ideas; hablo de patronaje, de estructura... Para hacer un buen patrón de hombre y una buena colección de hombre hay que limar y depurar mucho... Hay que estar preparada. Por ahora hay que esperar, pero está en mi mente.

Sus creaciones se venden en diferentes países de Europa, Asia... ¿Qué supone saber que en otra parte del mundo una persona viste sus creaciones?

Es una satisfacción. Recuerdo una vez en Japón que, de repente, en medio de esa marabunta de gente -que además se preocupa muchísimo por la ropa-, vi a una chica con una prenda mía. Es muy emocionante. También me sorprende mucho que, a la vez que vendemos en Japón vendemos en países árabes, donde el concepto y las necesidades son muy distintas. Por eso, nuestras colecciones son cada vez más amplias. Partimos de una esencia pero luego hay matices o adaptaciones para unos sitios u otros.

¿Es muy complicado hacerse un hueco en el mercado internacional? ¿De qué depende?

Es muy difícil hacerse un hueco porque hay mucha competencia, la moda se ha socializado mucho y cada vez el mercado es más reducido. Quizás los intermedios están tambaleándose más. Hay que especializarse, trabajar mucho tu producto, diferenciarlo y ser muy constante, porque a veces en la moda haces una colección, lo das todo y, cuando empiezas la siguiente, parece que vuelves a empezar... No tienes nada asegurado.

Sigue trabajando en Bilbo, a pesar de que aquí quizá no hay las condiciones de otros lugares...

Me encuentro muy bien aquí; creo que también se debe a las circunstancias. A veces pienso que con 18 años me habría gustado haber pasado temporadas fuera, pero empecé en Bellas Artes, con el diseño, haciendo ropa con otra chica, luego empezamos a vender, luego lo dejé y di clases, volví a empezar a hacer cosas... Cuando quise darme cuenta ya tenía un equipo de cuatro personas con las que estaba muy a gusto. Los primeros momentos son también los más difíciles porque tienes que moverte para comprar tejidos, ir a ferias, presentar tu trabajo... Cuando estás empezando, lo haces casi todo tú misma y no tienes ni dinero ni tiempo, se complica mucho; sería mucho más fácil estar en los núcleos donde se mueve la moda...

Escuchaba recientemente a un diseñador que proponía a los inversores meter dinero en este sector porque apunta una proyección económica futura. ¿Cómo estamos en Euskal Herria?

Es difícil encontrar inversores. Aquí no existe una industria de moda que englobe todo: fabricar los tejidos, la producción... porque una cosa es el diseño y otra, la propia industria de la moda, que son los talleres que confeccionan, los tejedores, las fornituras, todo lo que facilita la labor al diseñador. En Euskadi han salido muchísimos talentos creativos, pero mucha gente no está trabajando aquí porque es complicado. Al final, la mayoría de las necesidades no se tienen cubiertas. Otra cosa es invertir en un diseñador, apoyarle, mejorar su empresa... Eso es complicado. Conozco algunos casos de gente que tiene promotores o inversores, pero es difícil.

¿Para cuándo su propia tienda?

Para cuando pase la crisis... [risas] Es un proyecto en el que tenemos puesta mucha ilusión; tengo muchas ganas de llevarlo a cabo y de disfrutarlo. Desde hace tiempo tengo muchas ganas de abrir una tienda en Bilbao, también por verla nacer y participar en su creación y en la imagen de la tienda... Cuando abres una primera tienda de- seas que sea un poco tu esencia y que hable de ti...

¿Cómo somos los vascos vistiendo?

Clásicos... Creo que aquí se viste bastante bien, bastante equilibrado. Hay bastante conocimiento del tejido y bastante exigencia con la calidad. Creo que se viste bien y se cuida el equilibrio. Se huye mucho de la estridencia. También el clima condiciona mucho. A veces falta un poco de riesgo.

¿Detecta un cambio de actitud en las nuevas generaciones?

Sí, la gente joven es mucho más abierta. También el mundo y, sobre todo, la información han cambiado mucho. Hoy puedes enterarte de todo de manera fácil con internet. Otros cambios, como la transformación de Bilbao, por ejemplo, hacen que se vea más gente de fuera, más variedad; se han abierto bastante tiendas más arriesgadas. Creo que está muy bien la frescura, lo nuevo, el cambio, pero es también muy buena esa esencia del equilibrio, ese aprecio por la calidad y lo bien hecho. Es bueno que existan ambas cosas.

¿Existe alguna relación entre el modo de vestir y el nivel cultural de una sociedad?

Sí, yo creo que es inseparable. El desarrollo cultural y el clima... En Euskadi, la lluvia y el frío hacen que se necesiten más prendas. El hecho de que tengas que ponerte un pantalón con una chaqueta, una gabardina e, incluso, un sombrero... te obliga a intentar que todo vaya más coordinado y da mucho más juego que en otras zonas de calor, donde lo que haces es quitarte ropa y llegar incluso a pecar de poca... El clima de aquí no es extremo pero es muy variable y ello crea la necesidad de tener muchas prendas y saber coordinarlas. Se necesita un esfuerzo para llevarlo bien.

¿Tiene relación también con el carácter sobrio y reservado que se nos atribuye a los vascos?

Sí, lo vemos también en el nivel cultural y artístico; es un carácter bastante sobrio. Y, como decía, el clima influye también. Son elementos que van unidos. No hay ganas de destacar mucho sino de equilibrar y ser más finos, más discretos.

Llama la atención el nivel de participación en las dos ediciones del Certamen Bilbao International Art & Fashion que se han celebrado [se elige a 30 diseñadores de 18 a 35 años de entre seiscientos aspirantes de los cinco continentes -38 países-; casi noventa vascos]. ¿Acaso Euskal Herria se está haciendo un hueco en este sector?

En cuanto a creadores, hay muchos diseñadores vascos ahora mismo. En Cibeles, por ejemplo, ha habido seis: Ion Fiz, Carlos Díez, Miguel Palacio, Modesto Lomba, Lemoniez y yo... Y Marta Terán ha desfilado en Gaudí. Y me dejo nombres importantes... Es curioso porque las escuelas más importantes de moda no están aquí, pero siempre ha habido mucho talento y han salido fuera muchos diseñadores.

Me refería, en particular, a los jóvenes que comienzan. ¿Cómo estamos en ese sentido?

Hay ganas y la gente tiene creatividad. Siempre me ha sorprendido mucho. Yo di clases en Lanca, una escuela de moda de Bilbao, y luego he ido aprendiendo por mi cuenta. En los últimos años siempre ha habido diseñadores vascos importantes; estaba Angela Arregui, por ejemplo. Recuerdo que cuando estudié Diseño había tres cursos de unas treinta personas, así que éramos mucha gente estudiando aquello. Han pasado años y ahora es más complicado; también ahora se han mezclado más las disciplinas. Antes el diseño era diseño, el arte era arte y ahora, aunque el diseño no sea arte ni mucho menos, todo se interrelaciona más y mucha gente que estudia Bellas Artes busca otros enfoques a la propia carrera.

¿Es difícil crear en Euskal Herria?

La tarea de crear es muy personal. Hay otros aspectos que son fundamentales también: la posibilidad de formarse, de exhibir el trabajo... Se debería apostar por la formación porque hay talento y salen diseñadores. Unos se tienen que marchar, otros no pueden aguantar el ritmo... Habría que apostar por la formación.

¿Ahora son escasas las posibilidades de formarse?

Como buen diseñador y con formación completa, es difícil. Tendría que haber un centro muy especializado y muy completo.

¿Tal vez la universidad debería atender más a este sector?

Están en ello con masters de Diseño, que están muy bien. Quizás yo me refiero a una escuela más completa, que parta de la formación desde el principio a nivel creativo y técnico. Eso es muy importante porque mucha gente es cuando se va, cuando quiere estudiar, porque al final quiere estudiar en una escuela que responda a las necesidades y realmente le asegure un futuro.

¿La moda es arte, espectáculo, industria...? ¿Todo a la vez?

Preferiría hablar de diseño y no de moda. Un buen diseño puede no llegar nunca a ser una moda, de la misma forma que una moda, como algo efímero, no tiene obligatoriamente que responder a un buen diseño. Cuanto mas creativo sea el diseño, cuanta mayor sea su dosis artística, más personal e interesante será. El espectáculo que habitualmente va ligado a ciertos desfiles forma parte de una filosofía, de una visión estética que depende del diseñador del que se trate. Por ejemplo, la forma de presentar una colección no es la misma para quien trabaja sobre un concepto minimalista que para quien lo hace desde una mirada más barroca o teatral.

Por otro lado, pienso que la finalidad de un diseño es que sea útil, que esté en la calle, que responda a las necesidades de quienes lo compran. Ésta es la mejor recompensa al esfuerzo de quien diseña, algo que finalmente se lleva a cabo mediante el trabajo en equipo y, en la mayoría de los casos, en un engranaje industrial.

¿Qué es la elegancia?

Es una respuesta complicadísima... Yo creo que la elegancia es, sobre todo, personalidad y naturalidad; la ropa tiene que ayudar a potenciar eso. Ante todo, la elegancia es saber uno mismo lo que quiere transmitir, lo que le va bien -en el caso de la ropa, con lo que se siente a gusto-, y así se transmite esa sensación. En cuanto a la elegancia en la ropa, para mí una persona no es elegante cuando se le ve forzada, cuando lleva lo que no le corresponde o en alguna ocasión que no es la adecuada.

¿La ropa que vestimos nos define, nos descubre?

Puede definir, descubrir u ocultar... Depende de lo que cada uno elija. Está muy bien en los dos casos, siempre que se sepa lo que se quiere hacer. Utilizar la ropa para expresarnos y para transmitir cosas a los demás siempre está muy bien. Lo que pasa es que muchas veces engaña; muchas veces la ropa va muy unida a la actitud, que es cuando yo también hablo de elegancia: cuando ves a una persona cómoda, que coordina todo, que es armónica. Cuando algo empieza a chirriar es cuando comienzas a dudar de la sinceridad que se comunica.

¿No nos parecemos cada vez más vistiendo en las mismas multinacionales?

En parte sí y en parte no. Cuando preguntan qué se lleva, en realidad hay tantas cosas... Ahora, en ciertos ámbitos, la moda es cambio, cambio, cambio... por necesidad de crear nuevas necesidades ultrasónicas. Sí hay mucha gente que tal vez se viste con un estilo que igual no se hubiese puesto jamás y, de inmediato, con otro estilo completamente distinto, y como no son compatibles, aquello ya no te vale. Para mí eso es moda en estado puro, algo que tiene una vida supercorta, cada vez más corta, y que en realidad le falta alma, la esencia.

A mí me interesa la ropa que no tiene una vida tan escueta, la ropa que puede durar mucho más tiempo y que responde a lo que tú necesitas o sientes. A veces también te cansas, la guardas en el armario una temporada, pero luego vuelves a valorar- la, a ponértela... Para mí uno de los mayores halagos es cuando la gente me dice que tiene prendas de hace años y se la sigue poniendo y está encantada. Al final, es a lo que aspiras.

¿Cuáles son las claves para vestir con estilo? ¿Con elegancia?

El estilo y la elegancia están muy unidos. Hay un elemento importantísimo que es la gracia y la personalidad para permitir expresarse a la naturalidad. Hay una parte de cultura, de educación, de conocimiento -no tiene que ser elevadísimo- de tejidos y de calidades, pero, sobre todo, la gracia de mezclar con personalidad es lo que conforma el estilo, el poder mezclar elementos distintos dando un aire con el que tú te sientes cómodo y que tiene un equilibrio -igual chirriante- pero que se nota que es auténtico. Al final, el estilo -tener estilo propio- es una de las expresiones más importantes en moda.

Por cierto, ¿acostumbra a vestir sus propias creaciones?

Sí, por rachas y por momentos. Las visto muchas veces. Hoy, por ejemplo, voy con una chaqueta básica mía y unos vaqueros míos con lazo en los bolsillos, pero diariamente visto ropa muy cómoda; soy asidua permanente de los vaqueros. La ropa mía que más me cuesta vestir son las prendas estampadas. Me las pongo también pero a veces es demasiado «yo»: mi prenda, mi estampa... Me saturo un poco de mí misma. En cambio, con las prendas lisas me resulta más fácil porque no me veo yo tan presente y, al final, trato de equilibrar eso, no abusar del «yo» por todas partes.

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