Maite Ubiria Kazetaria
Una pistola que salva vidas o una «gégène»
La pistola eléctrica o taser tiene una oscura historia tras de sí. Aunque su fabricante la presenta en internet como «la pistola que salva vidas», esta arma ha segado la vida de centenares de personas.
Según los informes de Amnesty Internacional, entre 2001 y 2008 334 ciudadanos murieron por las descargas del taser en EEUU. Claro que en un país que rinde un homenaje permanente a la pena de muerte esa cifra debe resultar anecdótica.
En el Estado francés, un ciudadano de 38 años de edad ha muerto esta semana después de que la Policía tratara de neutralizarle mediante al menos dos disparos de la pistola eléctrica.
Antes de emplear el taser, los agentes se habían servido de gases lacrimógenos y de porras para tratar de reducir a este hombre, originario de Mali, que vivía en un apartamento de Colombes (Hauts-de-Seine), en el extrarradio parisino.
El resultado de ese compendio de fuerza ha sido la muerte de una persona a la que ministro de Interior, Brice Hortefeux, asigna dos características que harán, sin duda, más comprensible lo ocurrido a los sectores de la opinión pública que cultiva el sarkozysmo: el fallecido era «un ilegal» que se mostró «extremadamente violento» con los policías que acudieron a su domicilio en plena noche.
El uso extensivo de armas paralizantes por distintos cuerpos policiales se materializó por un decreto firmado el 26 de mayo pasado por el propio Hortefeux.
El Gobierno de Nicolas Sarkozy es experto en la política de la conmoción. El Ministerio de Interior de Hortefeux promovió el uso de la pistola eléctrica utilizando a beneficio propio y del fabricante un impacto de opinión pública: la muerte de Aurélie Fouquet, una joven agente municipal, en Villiers-sur-Marne, en el cinturón parisino.
Sólo un recurso interpuesto ante el Consejo de Estado por la Red de Alerta y de Intervención por los Derechos Humanos (Raidh) evitó que que el taser se convirtiera también en el arma de las policías locales.
Cualquiera puede imaginarse la sucesión de «incidentes lamentables» a que habría dado lugar en los suburbios franceses el uso incontrolado de un arma a la que la Raidh denomina como «la última gégène», en referencia al aparato de descarga de electrodos cuyo uso popularizaron los uniformados franceses en la Argelia ocupada.