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El rey está desnudo, ¡Viva el Rey!

Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

Los documentos filtrados por Wikileaks son testimonios de parte. Puede parecer una perogrullada, pero conviene tenerlo en cuenta para no darles rango de verdad revelada. Tanto lo que dicen como lo que esconden responde a unos intereses concre- tos. Tampoco informan sobre el núcleo duro de la política mundial estadounidense. No son top secret.

La filtración ha llegado censurada. Los medios que han tenido acceso a ella la están sacando a cuentagotas y, en espera de que Wikileaks ponga a disposición los 250.000 documentos, ya han advertido de que vetarán los informes que atenten contra la «seguridad de los estados y de personas». ¿Dónde empieza y acaba la autocensura?

La cantidad estratosférica de documentos filtrados, mayor incluso que las anteriores filtraciones de Wikileaks sobre Irak y Afganistán, supone una dificultad añadida para separar el grano de la paja. Y hay mucha paja.

Ello no es óbice para que estemos ante un escándalo mayúsculo. La arrogancia imperial e insultante de Washington queda al desnudo. Pero no es EEUU el único con las vergüenzas al aire.

Los actuales gobiernos europeos y su complicidad, cuando no abierta colaboración con EEUU, quedan en evidencia. Y este servilismo sorprende aún más cuando tenemos en cuenta otra importante derivada de todo este escándalo: la debilidad de un país que, noqueado tras el 11-S, montó un sistema interno de intercambio de información diplomática sensible al que tenían acceso cientos de miles de personas y que se ha revelado, ahora, un coladero.

El rey está desnudo. Pero no le faltan bufones para tapar sus vergüenzas e insistir al grito de ¡Viva el Rey!

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