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«Me gusta fotografiar a músicos porque no llevan la máscara de los actores»

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Guy Vivien
Fotógrafo

Hace casi treinta años el joven fotógrafo francés Guy Vivien, especializado en retratos de artistas, se embarcó en un proyecto bastante peculiar: fotografiar a compositores de música en sus casas, talleres y lugares predilectos. Tres décadas más tarde, se puede decir que la práctica totalidad de los creadores de música más importantes de Europa han posado frente a su objetivo.

Mikel CHAMIZO | LEIOA

Guy Vivien es un fotógrafo parisino que se ha especializado en hacer retratos de artistas, de todo tipo, pero especialmente músicos. Se ha acercado al mundo del jazz, del reggae, del rock y de las músicas populares, pero su mayor pasión durante casi treinta años ha sido retratar a compositores. Comenzó con este extenso reportaje cuando aún era muy joven, pero su tesón le ha permitido llegar a fotografiar a casi todos los más grandes autores de música contemporánea europeos. Guy Vivien estuvo la pasada semana en la Facultad de Bellas Artes de Leioa, invitado por el Festival Klem-Kuraia. En la conferencia-exposición que realizó para los alumnos de Bellas Artes, Guy Vivien rememoró sus experiencias con compositores de la talla de Messiaen o Ligeti, además de desvelar algunos secretos profesionales para sacar buenas fotografías a los artistas.

¿Cómo fueron sus primeros pasos en este terreno tan específico de retratar fotográficamente a músicos?

Yo comencé mi relación fotográfica con la música por una razón que no tenía nada que ver con ninguna de las dos artes, sino que era puramente económica. Estudié una carrera normal, no relacionada con la fotografía, pero ésta se me daba bien y empecé a sacar fotos por un deseo de libertad, tanto económica como de emplear mi tiempo en un trabajo más creativo. Mis primeros trabajos fotográficos surgieron así, pero, paulatinamente, el hacer fotos se fue convirtiendo en un placer en sí mismo, algo que me hacía disfrutar muchísimo y que se mezclaba armoniosamente con mi forma de vida y mis ansias de libertad. En cuanto a los retratos de músicos, surgieron de la frustración por no poder sacar fotos en los conciertos. Un concierto de música clásica es, probablemente, una de las situaciones en que más molesto puede resultar un fotógrafo. Así que, como me quedaba a medias durante los conciertos, decidí acudir a los músicos fuera del escenario, para saciar mi curiosidad fotográfica.

¿Quiénes fueron los primeros compositores que le abrieron las puertas de su casa para ser fotografiados?

Los primeros compositores con los que trabajé fueron Iannis Xenakis y Henri Dutilleux. Aunque se trata de dos autores conocidísimos y de una enorme talla artística, en aquella época era bastante fácil tener acceso a los artistas, mucho más que en nuestros días, en que protegen mucho el acceso hasta ellos. Xenakis, Dutilleux o Schaeffer sencillamente iban a los conciertos, y yo aprovechaba que los tenía allí para abordarles y arreglar con ellos una cita. Tras esta primera fase, fueron las relaciones personales entre los propios artistas lo que me abrió el círculo a otros autores. Entre que unos y otros me recomendaban, al final terminé siendo conocido por el mundillo de los compositores como un fotógrafo especializado en retratarlos.

Lleva unos 30 años fotografiando a compositores. ¿Se ha convertido para usted en una especie de coleccionismo?

En realidad, durante todos estos años he sacado también fotografías de muchas otras cosas. Pero sí es cierto que, cuando empecé a trabajar retratando a tantos y tantos artistas diferentes, no solo músicos, hubo un momento en que me di cuenta de que no tenía una línea constante en mi trabajo. No tenía ninguna serie temática, que es algo que nos encanta a los fotógrafos. Así que decidí establecer una serie, estable y de larga duración, y por eso llevo fotografiando a compositores con regularidad desde hace más de veinte años.

¿Cuáles han sido sus mejores y peores experiencias retratando a compositores?

Aunque la mayoría han sido buenas, las experiencias más interesantes para mí han sido las sesiones con los compositores más grandes, como Ligeti, Kagel o Kurtag. Son creadores enormes con un temperamento muy fuerte, y me gusta poder expresarlo en mis fotografías. Las sesiones que no me gustan son, básicamente, todas aquellas en que no llego a tener un contacto con los artistas, en que no se llega a establecer una relación personal. Al final las fotografías no dicen nada, son inexpresivas. Realmente necesito conocer a la persona que fotografío, aunque sea un poco, porque empleo ese conocimiento para crear la escena de mis imágenes.

Ha trabajado con casi todos los grandes compositores de música contemporánea, pero, ¿le interesa a usted esta música, a título personal?

He de reconocer que cuando empecé yo no sabía mucho de música contemporánea, pero en estos casi treinta años de trayectoria he terminado por meterme hasta el fondo en ese mundo. Actualmente, cuando escucho música casi siempre es música barroca o contemporánea. Lo que me fascina de la música contemporánea es la conexión que establece con otras áreas artísticas. Uno encuentra en ella elementos de todo tipo, del ballet, el cine, el rock y otras muchas interconexiones de todo tipo.

¿Se considera feliz por haber consagrado gran parte de su carrera a sacar fotografías a músicos? ¿O a veces le hubiera gustado decir: «¡Hasta aquí hemos llegado con esta gente tan rara!»?

Realmente no, porque durante todos estos años me he dedicado especialmente a los músicos, pero tampoco exclusivamente. Además, como ya he dicho, lo que realmente me interesa es la persona que está tras el músico. Alguien que tiene un temperamento artístico verdadero, si no es músico, va a ser pintor, escultor o cualquier otra cosa, porque su temperamento siempre le empujará a una actividad creativa. Cuando visito a los artistas para fotografiarlos, me centro en su persona. Si quieren mostrarme su trabajo yo se lo agradezco, pero no es eso lo que más me interesa. Y es por eso que nunca me he aburrido de trabajar con músicos, porque cada uno tiene su personalidad única y diferente.

 
Un fotógrafo en busca de la esencia de un verdadero retrato

Guy Vivien ha vivido experiencias surrealistas en su afán por conocer bien a los artistas que fotografía. Con Francisco Guerrero, el importante compositor español, que murió hace unos años por problemas derivados del alcoholismo, Vivien recuerda haber terminado «exhausto, me pasé varios días con él de bar en bar y, por las noches, me llevaba a discotecas». Con Mauricio Kagel, que quería fotografiarse en un funicular, se pasó la tarde yendo y viniendo sin parar, a más de cien metros de altura. Son aventuras en las que Vivien se ha embarcado en su afán por conseguir retratos que digan algo verdadero. Pero, ¿por qué esa obsesión con el retrato? Vivien cree que está «tan centrado en el retrato porque lo que busco realmente en mis sesiones es establecer una relación de conocimiento con la persona que estoy fotografiando. Son artistas, espíritus muy peculiares, tengo curiosidad por saber de ellos. Quizá es que uso mi condición de fotógrafo como un medio, no para el arte por el arte de la fotografía, sino para saciar mi curiosidad por las personas». Pero Vivien ha viajado por todo el mundo, y en sus viajes se ha detenido a plasmar también los paisajes de las regiones que ha visitado. Estos paisajes, no obstante, siguen muy unidos al concepto de retrato. «Creo que el paisaje no existe si no es a través de nuestra cabeza -explica el francés- y que el primer paisaje es el propio ser humano. Tengo muchos sets con fotos de paisajes, pero en casi todas ellas aparece una persona».

Aunque ha retratado a infinidad de artistas, Vivien encuentra diferencias en el carácter de los músicos, peculiaridades por las que le agrada especialmente trabajar con ellos. «Los músicos, los compositores, los intérpretes, tienen un oficio que les obliga a pasar mucho tiempo en soledad -opina Vivien-. Por eso, a la hora de relacionarse con el mundo son personas frágiles, con menos experiencia que un actor o un comediante, que están siempre de cara al público y tienen muy bien armadas sus defensas. Los músicos no se han construido una máscara como los actores. Por eso me gusta trabajar con ellos, porque logro traspasar esa barrera más fácilmente y plasmar en mis imágenes aspectos de su verdadera personalidad».   M. C.

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