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Una entrevista que fue noticia, anticipo de nuevos tiempos que serán tiempos difíciles

La entrevista al representante de la izquierda abertzale Rufi Etxeberria en el programa «Boulevard» de Radio Euskadi ha marcado la semana informativa. Una entrevista que, independientemente de las declaraciones, que fueron claras y clarificadoras sobre la apuesta de la izquierda abertzale, fue en sí misma una gran noticia. Tras año y medio de asedio informativo y censura política, insostenible desde un periodismo que responde al interés general y contrario a toda deontología de la profesión, oír de primera mano las reflexiones de la izquierda abertzale supuso agrietar el cerco, simbolizar un antes y un después. Levantar el veto fue una decisión política saludable, que debe tener continuidad. Y fue una contribución, pequeña pero significativa, en el camino de la necesaria normalización y regeneración democrática que este país demanda y merece.

Como si de un guión preescrito se tratara, la mayoría de medios de comunicación resaltaron que Etxeberria manifestó que espera una respuesta positiva y satisfactoria por parte de ETA a las demandas planteadas en la Declaración de Bruselas y el Acuerdo de Gernika. Y la interpretaron en clave de un inminente comunicado de ETA, llegando al paroxismo de presentarlo como «regalo de Olentzero» que poco menos tendría efectos mágicos y definitivos en la transformación radical de la política vasca.

Efectivamente, la normalización política del país es un objetivo prioritario que requiere la construcción de un escenario inclusivo y transparente basado en vías exclusivamente democráticas y en ausencia total de violencia o amenaza de ejercerla. Un escenario que exige de compromisos multilaterales para dotarlo de la estabilidad suficiente que permita que todos los proyectos sean defendidos y, si se sustentan en mayorías sociales, puedan ser materializados. Pero presentar esa tarea colectiva, que va a necesitar paciencia, sacrificio y alta intensidad política por parte de aquellos comprometidos con un futuro de soluciones, como fruto de un comunicado del que ya se anticipa la fecha y al que se otorga categoría de talismán, ni ayuda ni genera la pedagogía apropiada, ni funcionará.

Generar expectativas para dirigir la presión a una parte o aumentar la ansiedad social es preocupante, por cuanto una cosa es lo deseable y otra muy distinta la realidad. Y la realidad demuestra que los procesos para solucionar conflictos que duran décadas ni tienen solución instantánea ni es deseable que así se enfoquen. El tiempo cuenta, sin duda, y nunca es neutral en la confrontación política, pero lo decisivo son las bases y los anclajes de los que se dota el proceso. Y fundamentalmente, los participantes tienen que mantener una actitud no delegada ni limitada a esperar lo que hagan o escriban las partes. Sencillamente, cuanto más se muevan todos más se moverá todo.

El mínimo riesgo puede ser máximo

El nuevo tiempo para la política vasca se abre paso en una coyuntura socioeconómica dura y difícil para la ciudadanía de este país, que comprensiblemente está molesta con un presente de crisis múltiple y preocupada con un futuro carente de liderazgos sólidos y alternativas creíbles para solucionar sus problemas. El bloqueo y la polarización de la deprimente política «oficial» contribuye a que la sensación de navegar en un mar de incertidumbres sea amplia y cada vez más extendida.

En este contexto de dificultad, el proceso de soluciones al conflicto debe ser fuente de buenas noticias, algo que es tentador, también para el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero. Su obsesión por presentar los pasos de la izquierda abertzale en términos de que es porque no le queda otro camino, porque está atrapada y vencida, retratan su apuesta por un esquema cortoplacista, de victoriosos y derrotados, con el que pueda dar la «buena noticia» del «fin de ETA».

La izquierda abertzale, convencida en su análisis y sus decisiones, con una propuesta que se vislumbra como el eje de la política vasca y con recorrido para condicionar el futuro, sabe que juega con otros tiempos, de más largo alcance, que requerirán grandes dosis de tranquilidad y serenidad. Saber ganar implica saber dejar ganar, saber que en una carrera de obstáculos cada obstáculo no es el último. Y debe prepararse ideológicamente, organizativamente y en la articulación de una propuesta independentista de mayorías que pivote sobre sus méritos y no sólo sobre sus intenciones. Tomarse el tiempo necesario y dotarse de un horizonte que permita desplegar todo el potencial acumulado parece necesario.

Rufi Etxeberria afirmó que el nuevo proyecto de la izquierda abertzale marca un antes y un después. Cerrar bien, de manera ordenada y prioritaria el viejo ciclo de bloqueo y parálisis, y abrir el nuevo con fuerza y acumulación de voluntades independentistas es algo que por encima de las cortinas de humo la izquierda abertzale está desarrollando, no sin dificultades y provocaciones, de manera globalmente satisfactoria.

Son tiempos duros, para la gente y también para el nuevo tiempo. El mínimo riesgo puede ser máximo. Sin angustia y con tranquilidad, el juego para transformar la política y el futuro de este país está abierto y en una fase decisiva. Jugar esa carta, y hacerlo con inteligencia, está en buenas manos.

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