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Occidente denuncia la represión de la protesta electoral en Bielorrusia

El fantasma de las «revoluciones de colores» planea otra vez sobre la enésima crisis postelectoral en Bielorrusia. El Gobierno de Alexander Lukashenko, favorito también esta vez, anunció su victoria pero a la «búlgara», en un intento de conjurar escenarios como el serbio o el ucraniano. La oposición trató de tomar al asalto la sede del Gobierno y fue reprimida duramente por la Policía bielorrusa. Una policía que no gusta a Occidente. La bielorrusa, por supuesto.

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Occidente denunció el uso de la fuerza por parte del Gobierno de Bielorrusia contra una protesta opositora que derivó en un intento de asalto de la sede del Ejecutivo en Minsk.

Las protestas se saldaron con la detención de decenas de personas -cientos según algunas fuentes-, entre ellas siete de los nueve candidatos opositores.

La embajada estadounidense en Minsk denunció el «recurso excesivo a la fuerza». La Unión Europea criticó el uso de la «violencia» y reclamó la puesta en libertad inmediata de los detenidos Polonia y Alemania se sumaron en la condena de la represión. Sorprende gratamente el celo en denunciar los «excesos policiales» por parte de unos gobiernos, occidentales, expeditivos contra todo tipo de protestas, aunque a estas no se les ocurra ni por asomo atacar a pedradas y destrozar los cristales de la sede oficial de turno.

Los manifestantes protestaban por los resultados preliminares de los comicios, que otorgan casi un 80% de los votos con un 90% de participación al actual presidente, Alexander Lukashenko. Un resultado a todas luces excesivo y que apunta a un intento por parte del Gobierno de apuntalar su triunfo, anunciado por todas las encuestas frente a una oposición fracturada. No es un secreto que Minsk teme una «revolución de colores» como las que forzaron cambios de gobierno en Serbia y Ucrania, por no ir más lejos, en escenarios electorales ajustados.

Sorprende, con todo, el estallido de la crisis después de una campaña electoral en la que el régimen se veía tan seguro que cedió espacio a la oposición.

La propia OSCE valoró positivamente la jornada electoral aunque denunció irregularidades en el recuento de la mitad de los votos y se sumó a la condena de la represión. La CEI (antiguo espacio soviético) validó los comicios y Rusia sentenció que «son una cuestión interna».

Lukashenko rechaza el «bandidismo» de la oposición

El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, calificó de «puro bandidismo» las protestas de la oposición tras el anuncio de los resultados que garantizan su reelección y prometió cárcel para los promotores y participantes en los enfrentamientos.

«Lo que intentaron hacer ayer (por el domingo) en Minsk no es democracia, es bandidismo», señaló el presidente, quien acusó a los candidatos opositores de organizar las protestas. Lukashenko aseguró que ordenó a la Policía «impedir con la mayor firmeza» los «intentos de alterar el orden público». «Todos van a a acabar en prisión legalmente. Para eso tenemos jueces y tribunales. No habrá revolución en Bielorrusia», sentenció, en referencia a los levantamientos teledirigidos por Occidente y que se han repetido en el último decenio bajo la forma conocida como «revoluciones de colores».

Lukashenko reivindicó los comicios asegurando que «hemos pasado con dignidad un examen ante la historia» y criticó a la OSCE. «No sé lo que tenemos que hacer aún en Bielorrusia para que las elecciones se correspondan con las normas internacionales». Unas normas «que no rigen para otros», acusó. GARA

Minsk trata de sacar partido de la pugna UE-Rusia

El Gobierno bielorruso trata de conjurar las dificultades económicas jugando la carta de la UE y del Kremlin y de sus contrapuestos intereses geopolíticos.

Acusada durante años de ser un peón de Rusia, la Bielorrusia liderada por Lukashenko no oculta su aversión al hegemonismo de la «nueva Rusia» tras la llegada de Putin al poder en 2000 y ha intentado un acercamiento, correspondido por otra parte, con la UE, que le prometió en noviembre un programa de crédito por valor de 3.000 millones de euros.

Frente a los analistas que aseguran que esta última crisis debilita la posición de Lukashenko ante Bruselas, e incluso ante Rusia, de la que depende para sus aprovisionamiento de petróleo y gas, otros señalan que Minsk sería consciente de que «la UE va a proseguir con el diálogo pese a lo que ha pasado, Occidente no tiene otra opción en este juego de intereses», asegura el analista bielorruso Valeri Karbalevich.

El analista ruso Fedor Liukianov da otra pista: «Bielorrusia tiene una situación ventajosa entre Rusia y Europa pero le sería difícil sacar ventaja de ella si entra en conflicto a la vez con las dos partes». GARA

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