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Hablando de cáncer, Telemaratón rimaría bien con incineración, hormigón y Miramón

Al hablar de enfermedades graves, crónicas y degenerativas, debemos hablar más de prevención. Ciertamente de la individual, pero también de la prevención social, comunitaria, medioambiental, la que depende de grandes decisiones políticas y económicas

Recientemente, el Telethon francés (4 de diciembre) recogió fondos para luchar contra las enfermedades raras; el Telemaratón de EITB ha hecho lo propio con el cáncer de mama. Un Telethon o Telemaratón es definido así en Wikipedia: «Evento benéfico televisado, generalmente de varias horas de duración en el que se intercalan diversas presentaciones artísticas y de entretenimiento».

No deseo que ninguna de las muchas personas que participan en estos eventos de modo voluntario y altruista, a quienes expreso mi respeto, se sienta herida por estas líneas. Ahora bien, hablemos del evento ¿Cómo se lucha contra esas enfermedades tan graves? Según los organizadores, invirtiendo en nuevas terapias.

Resulta chocante que al plantear avances en las investigaciones terapeúticas en todos estos festivales se hable casi exclusivamente de inversiones millonarias en nuevos productos químicos o de terapias genéticas fabricadas por grandes corporaciones farmaceúticas. Nadie habla de hacer una recopilación exhaustiva de todas las terapias conocidas, sean antiguas o nuevas, para cada dolencia y valorarlas en su eficacia. Tenemos el ejemplo de Cuba, que como reacción a la penuria económica y al bloqueo internacional, realiza un amplio trabajo en esa vía, estudiando en sus universidades la validez de muchas terapias tradicionales, minoritarias o alternativas y luego incluyéndolas en su sistema de salud. ¿Demasiado barato para nosotros, tal vez?

Aquí los profesionales de la comunicación seguimos repitiendo como loros las consignas de las multinacionales. Por ejemplo, en lo que al origen de las enfermedades se refiere: «Su origen sigue siendo desconocido y su incidencia está en aumento sobre todo en los países desarrollados», he ahí el mantra que repiten en la web de EITB a cuenta del cáncer de mama. Como su origen es «desconocido», la única prevención posible parece ser acudir puntualmente a los chequeos, o cuidar la alimentación. Y no es verdad, de ninguna manera.

En el caso del cáncer, la influencia de los factores medioambientales y en concreto de la polución química, además de la radiológica, es algo muy estudiado. ¿Por qué se habla tan poco de ello? Hay multitud de estudios, libros, films documentales, etc. que esperan ser conocidos de modo masivo y que no lo son porque los profesionales de la comunicación no trabajamos con suficiente independencia; no relativizamos la agenda informativa dictada por las grandes corporaciones, que con una mano nos contaminan y la otra pretenden curarnos. Más dolorosa resulta la actitud de muchos profesionales de la salud que tampoco hacen bien su trabajo, que exige documentarse en fuentes independientes. ¿Dónde quedan todas esas apelaciones grandilocuentes a la ética médica y la «prevención»?

Sandra Steingraber, bióloga norteamericana que sufrió un cáncer e investigadora de la relación entre los tóxicos vertidos al medio ambiente y los cánceres, publicó el libro «Living Downstream», que recientemente ha dado origen a un documental. A la pregunta de la revista «The Ecologist» de por qué las asociaciones benéficas gastan tan poco dinero en prevención y tanto en terapias, Steingraber respondió: «También es un misterio para mí. En los EEUU el último panel sobre el cáncer, del National Cancer Institute, convocado por el presidente, versó sobre la relación entre el cáncer y el medio ambiente. El panel revisó la documentación publicada, la misma que yo he leído, llegó a las mismas conclusiones que yo, escuchó los testimonios de cuarenta expertos sobre la relación entre cáncer y medio ambiente».

Al hablar de enfermedades graves, crónicas y degenerativas, debemos hablar más de prevención. Ciertamente de la individual (consumo de tabaco o alcohol, alimentación, modo de vida), pero también de la prevención social, comunitaria, medioambiental, la que depende de grandes decisiones políticas y económicas. En el caso de EITB, en Donostia tienen desde su atalaya en la colina de Oriamendi-Miramon una vista privilegiada sobre varios grandes contaminadores.

«Grandes contaminadores», sí, según evidencian documentos de la Unión Europea o de Greenpeace que señalan a Donostialdea como un punto negro. Pues bien, a menos de un kilómetro de Miramón queda la chimenea de la cementera Rezola en Añorga. Muy cerquita, la papelera y dos industrias químicas de Hernani. Un poco más allá se ve la enorme chimenea de la central térmica de Pasaia, líder europea en contaminación. Y, como propina, la ladera en la que pretenden construir la incineradora de Zubieta queda a tiro de piedra.

En Miramón comparten con EITB esas privilegiadas vistas las Juntas Generales de Gipuzkoa y en nuevo hospital Onkologikoa, responsables máximos de nuestra salud en Gipuzkoa: Parlamento provincial y oncológico de referencia. ¿Es que los políticos y los profesionales de la salud no tienen nada que decir sobre los factores medioambientales de la epidemia de cánceres y otras enfermedades graves que desde hace años corroe la salud de los habitantes que les pagan?

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