Jose María Pérez Bustero escrtor
Tres ámbitos de euskaldunización
En la presentación de las bases del nuevo proyecto político impulsado por la izquierda abertzale se marcaban siete compromisos fundamentales. La independencia, la euskaldunización plena, el socialismo, el futuro en una paz basada en la justicia y en la libertad, el feminismo, la solidaridad internacionalista y antiimperialista entre los pueblos, y la democracia participativa. Puede indicarse que cada uno supone una tarea gradual e inagotable, y todo lo que se aporte a ella será positivo. Hasta los esfuerzos de redefinición. Yo me permito aquí, precisamente, tomar el punto de euskaldunización plena, y expresarlo de una manera más exhaustiva porque, a mi entender, no tiene solamente uno sino tres ámbitos imprescindibles.
El primer ámbito de euskaldunización es el conocimiento e implantación del euskara. Hay que señalar que posee dos enormes valores. Por una parte actúa como aval básico de que somos un pueblo. Por otra, suscita una dinámica de enorme trascendencia: el reto colectivo de apuntalarlo definitivamente. Y es que, además de ser anterior a las lenguas indoeuropeas, impacta que haya resistido durante siglos el asalto directo de otras lenguas y poderes sin tener siquiera la fuerza de lengua escrita que ellas poseían.
Sólo tenemos, ya en el siglo XI, dos cortas frases en las «Glosas Emilianenses» 31 y 42 (izioqui dugu. guec ajutu ez dugu) y unos nombres en linderos del terreno. En el siglo XII, aparece un pequeño vocabulario en una guía para peregrinos. Del XVI se conservan escritos algunos refranes populares, además de la carta -en vizcaino- del obispo en México Juan de Zumarraga (año 1537), más el primer libro en euskera, «Linguae Vasconum Primitiae» de Etxepare (1545) y el manuscrito de Lazarraga (1564-66). En el XVII se inicia un renacer en la literatura popular religiosa de algunos sacerdotes. En 1643 se publica en Pau la obra ascética «Gero», en labortano, de Agerre Azpilikueta Axular. En el siglo XVIII sobrevino la ingente obra del Padre Larramendi, que creó una gramática y un diccionario trilingüe. Y ya en 1919 tenemos el nacimiento de Euskaltzaindia. Pero en esa frágil convalecencia, el acoso del franquismo lo robó a una entera generación en muchas zonas, ya que los padres no osaron transmitirlo.
Así es que el despertar del apego al propio pueblo se agarró al euskera como un náufrago a una tabla y lo convirtió en garantía de ser vasco, y en franja de conexión. Estos roles siguen funcionando no solamente en quienes poseen un excelente nivel de conocimiento, desde el modelo D en la enseñanza hasta el nivel EGA, Euskararen Gaitasun Agiria, sino también a nivel de nostalgia o niveles menores de aprendizaje. O sea, desde asumir que el euskera es la propia lengua patrimonial hasta aprender unas palabras, adentrarse en la comprensión, balbucearla en determinados espacios, sentir envidia por quienes lo hablan corrientemente, desistir y seguir estudiándola y mascullándola. O conservar el sentimiento de culpa, nunca apagado, por no adelantar suficientemente. Y hasta hacerte viejo y penar por continuar siendo un euskaldun vacilante. Conocimiento y nostalgia dan una enorme identificación ante ti mismo y ante el resto del mundo.
El segundo ámbito de la euskaldunización, o sea, de arraigarnos y dotarnos de la realidad euskaldun, es conocer nuestro proceso histórico. Es el otro patrimonio tan descuartizado y negado durante siglos como el euskera. Aquí, además, nadie es euskaldun zaharra. Todos partimos de menos cero, pues nos inoculan desde que abrimos ojos y oídos mil datos que desfiguran la imagen de ese proceso.
Aunque por ello mismo cualquier conocimiento es mucho, cabe resaltar diversos niveles en esa euskaldunización. El grado básico es entrever, captar o comprender progresivamente que hemos sido colonizados, asaltados, desmembrados como país. Un pueblo que llegaba hasta el Adour y hasta la Bureba fue durante siglos devastado por los reyes francos y gobiernos franceses, por los magnates musulmanes, por los reyes castellanos, por los gobiernos liberales, por el franquismo que dejó la tierra abonada con más de seis mil cadáveres y vaciada de miles de exiliados y encarcelados. Cada período no es simple pasado, sino que impregna y deriva en lo que ahora somos.
Un grado más implica entender la realidad institucional y existencia de un sujeto jurídico que sólo cesó al ser destruido desde fuera. Es decir, el gran significado que tuvo el reino de Iruñea y de Nafarroa con su potencialidad de cohesión vascona por la trabazón que mantenían las otras tierras con él. Y paralelamente, el rol de los señores y las cuadrillas de Araba, el surgir entre tensiones de Gipuzkoa, la dinámica y antagonismos internos de Bizkaia, la autonomía institucional de las tierras de Ipar Euskal Herria.
Otro nivel más nos lleva a comprender cómo, ante aquella represión, se desató progresivamente en los últimos siglos una intensa conciencia de nosotros mismos como país diferente, y dotado de un gran instinto de igualdad. A partir de la dinámica cultural, política y social que irrumpe en el siglo XIX, hasta el vastísimo Movimiento Vasco de Liberación Nacional con su nueva tensión didáctica, institucional, defensiva y de profunda autoestima, no somos ya un pueblo perdido sino un país emergente.
Cambiando de perspectiva nos topamos con otro hecho también substancial de nuestro proceso histórico, aunque mucho menos analizado. Que los vascos no somos seres parapetados entre el Garona y el Ebro, sino que hemos salido a muchas otras tierras. Lo impactante es que unas veces lo hemos hecho como emigrantes y huidos, y otras como invasores y destructores. En ese hecho ambivalente hemos heredado un título y un tumor en nuestra conciencia.
El tercer ámbito de euskaldunización, igualmente imprescindible y complejo, es la percepción de los factores decisivos de la realidad actual. En el punto de partida se encuentra el conocimiento de nuestra tierra, no como simple fotogenia o anecdotario, sino asumiendo la diversidad económica, social y personal, y las diferentes formas de apego. Así se descubre la inmensa tarea que tenemos pendiente: transformar los contrastes en complementación.
El siguiente nivel lleva a percibir que somos un país lleno de enormes tensiones, desequilibrios y riesgos. Vivimos sacudidos por el terrible antagonismo entre riqueza y pobreza, que son dos verdades que nos constituyen, ya que ser pobre, parado y precario es hoy inherente al ser vasco. Al lado se halla la profundísima antítesis entre la producción y la especulación económica; entre la agricultura, ganadería, foresta y agua, y el arrasamiento de asfalto y cemento; entre el frenado o vaciado de zonas rurales y la imposición de áreas metropolitanas. Y existe un abismo continuo entre la fachada de democracia y la real democracia participativa.
Un grado más de conocimiento de nuestra realidad es desentrañar las persistentes diferencias y roles desempeñados por el hombre y la mujer. Detectar que el patriarcado sigue ingénito en la sociedad actual. Que los varones vivimos empequeñecidos por el contagio de ese horror social heredado y nunca suficientemente advertido.
Yfinalmente hay que echar una mirada penetrante, por su valor moral y por coherencia con nuestro historial, a los diferentes orígenes de quienes vivimos en esta tierra. Hemos sido durante los años 50 y 60 receptores de peninsulares, y ahora lo somos de norteafricanos, subsaharianos, andinos y este-europeos. Es cierto que ya no llamamos coreano al extremeño pero tampoco tenemos idea de las revueltas de sus yunteros o campesinos reclamando tierras, o los miles de fusilados por el general Yagüe tras la toma de Almendralejo o Badajoz. Ni tampoco conocemos que detrás del rostro de un norteafricano, subsahariano o andino hay una historia enorme, y que los vascos no tenemos exclusivamente manos limpias en nuestras idas por el mundo. La solidaridad internacionalista y antiimperialista entre los pueblos, esencial en un país emergente, ha de empezar por sus hijos, que tenemos en casa.
Con estos tres ámbitos queda diseñada la tarea plena de euskaldunización. De un pleno arraigo-posesión-dotación-encargo de y desde lo que nos constituye. Se puede ser vasco con un mínimo conocimiento de estos tres espacios, pero una izquierda abertzale debe proyectarse con todo su coraje en desarrollar ese conocimiento y uso. El euskera nos da una identificación, el proceso nos empuja a reconstruir, la realidad actual nos centra en cómo y por dónde.