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Los hermanos Coen se van al Salvaje Oeste

Avalada por la gran acogida que ha recibido por parte de la crítica y el público norteamericanos, la última película de los hermanos Joel y Ethan Coen, «True Grit», llegará a nuestras pantallas en febrero del año próximo para mostrarnos que la esencia primitiva de un género tan viejo como el western sigue siendo fértil cuando es tratada por cineastas que apuestan por el riesgo y un estilo de autor.

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Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

Ala par que el musical, quizás sea el western el género que en más ocasiones ha eludido su siempre anunciado final. Su innata propensión a no yacer en una tumba olvidada, ha llevado a este modelo cinematográfico a recrear, una y otra vez, los cimientos culturales que marcarían la expansión de los Estados Unidos y el posterior eclipsamiento del modelo vital que se instauró en las praderas del Salvaje Oeste. Cuando cineastas como John Ford («El hombre que mató a Liberty Valance»), Anthony Mann («El hombre del Oeste») y, sobre todo, Sam Peckinpah, con películas como «Duelo en la Alta Sierra» o «Grupo salvaje», retrataron su crepúsculo, no sólo no lograron determinar el epílogo del género, si no que ampliaron sus posibilidades temáticas, visuales y éticas.

Este fenómeno dejó bien a las claras que los cineastas, y por extensión el público, siempre han dedicado un hueco para dejarse llevar por aquellos forajidos, colonos y nativos que primero habitaron las vastas extensiones y después encontraron su último reducto en la frontera de México. Después de que Peckinpah dinamitara la frontera de Río Grande con la explosiva irrupción final de William Holden, Ernst Borgnine, Warren Oates y Ben Johnson en «Grupo salvaje», los westerns de finales de los 60 y 70 se encargaron de revisionar todas y cada una de las temáticas y arquetipos que hicieron de éste uno de los géneros más prolíficos del cine. Mientras filmes como «Un hombre llamado caballo», «Pequeño gran hombre», el neowestern de Alan J. Pakula «Llega un jinete libre y salvaje» o «Pat Garrett & Billy The Kid», del reincidente Peckinpah, exploraban la vertiente antropológica, lírica y desmitificadora del género, Europa aportó a finales de los 60 un nuevo y sorprendente modelo con el que el género encontró la excusa perfecta para seguir habitando en las pantallas de cine.

Abanderada por el maestro italiano Sergio Leone, esta novedosa revolución que nació de su referencial «Trilogía Dólar» -compuesta por «Por un puñado de dólares», «La muerte tenía un precio» y «El bueno, el feo y el malo»-, provocó que hasta los propios autores norteamericanos siguieran las coordenadas estilísticas del llamado «spaguetti western» y rodaran, con menor fortuna, variantes como «Cometieron dos errores», filme dirigido en el 67 por Ted Post y protagonizado por un Clint Eastwood, que regresó triunfante a Hollywood tras su exitosa experiencia italiana junto a su mentor Leone. Con el paso de los años, sería el propio Eastwood el encargado de revitalizar el género con películas como «Infierno de cobardes», «El jinete pálido» y la definitiva «Sin perdón». «Bailando con lobos», de Kevin Costner, alternó la épica y la vertiente antropológica y, con posterioridad, se instauró un revival encaminado a recuperar la esencia épica del género con películas como «Wyatt Earp» -dirigida por un Lawrence Kasdan que, con anterioridad, había legado para la posteridad el vitalismo épico de «Silverado-, George Pan Cosmatos que, al igual que Kasdan, también se inspiró en el célebre duelo del O.K. Corral cuando rodó «Tombstone», y un Sam Raimi que abandonó momentáneamente los territorios de lo fantástico para dirigir la película producida y protagonizada por Sharon Stone, «Rápida y mortal».

Tras un impás, el western se ha convertido en territorio abonado para un estilo de cine de autor en el que cineastas de inquietudes muy dispares han querido ahondar en las posibilidades de un género apegado al respeto que requieren sus esquemas y arquetipos primitivos y que, además, acoge de buen grado apuestas de riesgo que le permiten eludir el olvido al que se ven abocados los fantasmas de quienes siguen empuñando Colts 45 y cabalgan sin rumbo fijo.

Inclasificables, respetuosos con los géneros y, a la par, poseedores de un estilo propio, los hermanos Joel y Ethan Coen no han sido ajenos a la llamada del western y, dejándose llevar por su cinefilia casi enfermiza, han llevado a cabo una personal incursión en el género con «True Grit», un filme que respeta el purismo clásico y que, a su vez, les ha permitido mostrar su habitual toque mordaz y cínico. Todo ello se concentra en el original literario homónimo que Charles Portis publicó en el 68; una novela cruda y sin concesiones que ha legado para la posterioridad la relación compartida por la adolescente Mattie Ross y el alguacil Reuben J. Rooster Cogburn. Sabedores del respeto que tienen dentro de la Industria, los autores de «No es país para viejos» no han dudado en llevar a cabo esta nueva adaptación que cuenta con una versión cinematográfica anterior dirigida en el 69 por Henry Hathaway y protagonizada por el Duke, John Wayne. Titulada en nuestras pantallas como «Valor de ley», la primera «True Grit» se muestra como un filme sólido en el que John Wayne compuso una inolvidable interpretación que le valió su primer y único Óscar. Wayne no desaprovechó la oportunidad que le brindaba el suculento rol de Reuben J. Rooster Cogburn, y compuso una divertida y crepuscular caracterización de todo un antihéroe: un alguacil gruñón, tuerto, cojo y borracho que comparte su cabaña destartalada con un chino y un gato. Hasta él llega una adolescente (Kim Darby) que solicitará sus servicios para atrapar al forajido que asesinó a su padre. A esta aventura se une un ranger tejano (encarnado por el cantante country Glenn Campbell) que también persigue la pista del forajido Tom Chaney (Jeff Corey). El excelente reparto incluía a Robert Duvall, Strother Martin, Hank Worden y Dennis Hopper, y la banda sonora llevaba la firma del maestro Elmer Bernstein («Los siete magníficos»). Cuando John Wayne recogió su galardón dijo: «Si lo hubiese sabido, me habría puesto el parche 35 años antes».

Sabedores del riesgo que suponía encontrar el actor idóneo que retomara el personaje del alguacil Cogburn, los Coen han optado por la mejor elección posible y han contratado los servicios de un Jeff Bridges que, parche incluido, presta su poderosa presencia al curtido protagonista lo cual ha supuesto el ansiado reencuentro entre los cineastas y el actor tras la exitosa experiencia que supuso «El gran Lebowski». En cuanto a la cuestión de por qué rodar un western, Joel y Ethan Coen han sido muy tajantes: «Siempre hemos querido filmar uno». Y en lo concerniente a la causa de una nueva versión de «Valor de ley», Joel Coen señaló lo siguiente: «Es una cuestión de puntos de vista. La novela está narrada desde el punto de vista de la niña. El libro es mucho más gracioso que la película de Hathaway. Además, el final descrito en el libro de Charles Portis es diferente a cómo aparece en la película del 69. Otro elemento diferente es que el libro es mucho más duro y violento que lo que reflejaba aquella película».

Junto a Bridges figuran en el reparto Matt Damon (Ranger La Boeuf), Hailee Stenfield (Mattie Ross) y Josh Brolin (Tom Chaney). «True Grit» recupera la esencia salvaje del western y brinda al espectador la experiencia que supone volver a contemplar aquella mítica escena en la que el alguacil Rooster Cogburn sujeta las riendas de su caballo con los dientes, lo espolea y, empuñando sendos revólveres, se lanza en solitario contra la partida de forajidos de Tom Chaney.

UN CLÁSICO

Los Coen se han basado en el libro de Charles Portis, de 1968, y no en la versión cinematográfica que le supuso un Óscar un año más tarde a John Wayne. La narradora es la chica, Mattie, irónica y segura de sí misma, que busca vengar a su padre.

JINETE

Jeff Bridges aportó al papel su larga relación de afecto con el género del western (su padre, Lloyd Bridges, protagonizó muchas así) y su amplia experiencia como jinete (monta a caballo desde pequeño y ha cabalgado corceles en muchas películas).

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