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La seria apuesta británica para los Óscar de este año

«El discurso del rey» Dos maestros de la comedia

Hollywood se suele rendir ante el cine británico por su superior categoría interpretativa y, en ese apartado artístico, «El discurso del rey» es una película que va sobrada, aspirando a varias estatuillas que llevan los nombres propios de Colin Firth, Geoffrey Rush o Helena Bonham Carter. Detrás de todos ellos está la mano del joven realizador ya encumbrado Tom Hooper.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La emoción de los Óscar va a estar este año en el duelo trasatlántico entre la película estadounidense «La red social» y la británica «El discurso del rey». De momento, el pulso entre ambas está muy igualado, porque se están repartiendo los premios previos de la crítica y de otras corporaciones de la industria del cine. El suspense está garantizando, porque es difícil saber por cuál se inclinarán al final los académicos de Hollywood, a no ser que haya un reparto más o menos salomónico, que todo puede ser.

Es una batalla que escenifica la lucha entre lo viejo y lo nuevo, porque «La red social» ha sido reconocida como la película que mejor define la primera década del milenio, cuando el acceso a internet vino a cambiar le mundo tal como lo conocíamos.

En cambio, «El discurso del rey» habla del fin del viejo mundo, cuyo único vestigio en el tiempo presente es la monarquía, institución inamovible junto a la Iglesia. La historia de Jorge VI es la de un monarca obligado a adaptarse a la nueva era surgida de la convulsión de la II Guerra Mundial.

Desde el punto de vista cinematográfico, frente al dinamismo formal y conceptual de un David Fincher pegado a la actualidad, el británico Tom Hooper, a pesar de ser diez años más joven, es fiel a una narrativa más artesanal que rinde tributo a las excelencias de la gran tradición interpretativa británica.

«El discurso del rey» mantiene vivo el prestigio del cine histórico británico, y hacer honor a las realizaciones clásicas de Alexander Korda, Emeric Pressburger y Michael Powell. No en vano, habla de la primera mitad del siglo XX, en la que se forjó ese género hoy tan consolidado.

Si «El discurso del rey», pese a su apariencia demodé, ha entrado en la carrera por los Óscar, es debido a que por eso mismo necesita del apoyo de los premios para llevar al público a las salas, ya que de otra forma no podría competir con la espectacularidad e innovación tecnológica de los estrenos en 3D.

Palabra de rey

De haber nacido unos años antes, para el rey Jorge VI su problema de dicción no hubiera supuesto ninguna tragedia porque, hasta principios del siglo XX, el pueblo identificaba a sus monarcas, primero por los retratos y, después, por las fotografías. Pero a él le tocó vivir el período de la expansión radiofónica, con la enorme responsabilidad que suponía la difusión de sus discursos a través del medio radiofónico a medio mundo, teniendo en cuenta la extensión de todas las colonias del Imperio Británico.

El punto débil del futuro monarca se puso de manifiesto ya en su juventud, cuando en 1925 tuvo que sustituir a su padre, Jorge V, que se encontraba enfermo, en el discurso de clausura de la Exposición del Imperio emitido en directo desde el estadio de Wembley. El defecto en el habla, dada la nueva coyuntura de los incipientes medios de comunicación de masas, le incapacitaba para gobernar con garantías. Su tartamudez no podía transmitir confianza a sus súbditos ante los difíciles tiempos que se avecinaban, así que el enseñar a hablar correctamente al joven monarca se convirtió en una cuestión de estado prioritaria.

La solución fueron a encontrarla en un actor de origen australiano, que tuvo que dejar a un lado el repertorio de Shakespeare, para ejercer como improvisado logopeda sin formación ni título médico. Por medio de los métodos de interpretación, encontraron el remedio, utilizando como terapia liberadora de traumas infantiles la pronunciación a voz en grito de palabras malsonantes. El tal Lionel Logue no tiene su página reservada en los libros de historia, tal vez porque ya esté asumido que los plebeyos siempre son los que tienen que salvar a la monarquía en apuros.

La guerra de Churchill

Aparte de Colin Firth (Jorge VI) y el australiano Geoffrey Rush (Lionel Logue), otro de los papeles importantes de la representación recae en Guy Pearce (Eduardo VIII). Es el elemento desencadenante, como hermano del protagonista, ya que tuvo que abdicar a los pocos meses de su coronación, por culpa de su romance con una plebeya estadounidense, divorciada en dos ocasiones. Lo curioso es que Guy Pearce debería haber hecho, ateniéndonos al parecido físico, el papel estelar de Jorge VI.

Una vez en el trono, a consecuencia de la renuncia de su hermano Eduardo VIII, el sustituto no tuvo otro remedio que forzar su perfeccionamiento en la oratoria. Fue una cuestión de superación personal, puesto que la desconfianza a su alrededor era general. El político más influyente de la época era Winston Churchill (Timothy Spall), quien había sido el máximo valedor de Eduardo VIII a lo largo de todo su contencioso. Una de las mayores virtudes de Churchill era la facilidad de palabra, así que Jorge VI lo tenía muy complicado para estar a su altura. El famoso primer ministro estaba además vigilante, porque Gran Bretaña necesitaba un competidor contra Hitler, que se había ganado a la nación alemana con sus arengas incendiarias.

Dada la delicada situación estratégica, el clímax de «El discurso del rey» llega con el mensaje decisivo que Jorge VI deberá pronunciar para comunicar a sus súbditos la declaración de guerra con la Alemania de Hitler. Es un pasaje crítico de máxima tensión, la cual se contagia al espectador, que comprende, gracias a la emotiva realización de Tom Hooper, la pesada carga que está soportando un hombre enfrentado a sus defectos heredados de la niñez. Ni el propio Shakespeare habría imaginado una tragedia sobre la realeza británica de tales dimensiones sobrehumanas.

Estreno

T.O.- «The King's Speech».

Dirección: Tom Hooper.

Guión: David Seidler.

Intérpretes: Colin Firth, Geoffrey Rush, Helena Bonham Carter, Guy Pearce, Timothy Spall, Derek Jakobi, Michael Gambon, Claire Bloom, Jennifer Ehle.

Fotografía: Danny Cohen.

Música: Alexandre Desplat.

País: Inglaterra, 2010.

Duración: 118 minutos.

CUESTIÓN DE ESTADO

La tartamudez de Jorge VI no transmitía confianza a sus súbditos, así que enseñar a hablar correctamente al joven monarca se convirtió en una cuestión de Estado prioritaria.

PRESTIGIO

«El discurso del rey» mantiene vivo el prestigio del cine histórico británico y hace honor a las realizaciones clásicas de Alexander Korda, Emeric Pressburger y Michael Powell.

Tom Hooper recupera la tradición artesanal británica

A sus 38 años, Tom Hooper es el mayor nuevo talento del cine británico, pero aplicado a la tradición del cine artesanal británico representado a su más alto nivel por Michael Powell. Esto quiere decir que sus muchos recursos estilísticos y narrativos pueden pasar desapercibidos bajo el gusto por la austeridad formal y la disciplina en la dirección interpretativa. El niño prodigio se ha formado en la BBC británica, donde ha llegado a ser el realizador puntero de series televisivas de su generación. Antes de cumplir los veinte, ya destacó en la serie «Principal sospechoso», codeándose con otros prometedores realizadores como el oscarizado John Madden. Su primera tentativa cinematográfica la haría en el 2004 con «Red Dust», película protagonizada por Hilary Swank y Chiwetel Ejiofor, en torno al final del apartheid en Sudáfrica. Su consagración televisiva llega al siguiente año con «Elizabeth I», hecha a mayor gloria de Helen Mirren. «Longford», con Jim Broadbent, le confirma en el 2007, y es fichado por la cadena HBO para realizar el biopic histórico «John Adams», ganador de 13 premios Emmy y 4 Globos de Oro. Acto seguido, triunfa como cineasta con la obra maestra «Damned United».

M.I.

Colin Firth se perfila como ganador de un Óscar

Colin Firth lleva ya casi treinta años en esto de la interpretación y le ha llegado el momento de recoger frutos. De entre los Óscar a los que aspira «El discurso del rey», el que se da por más seguro es el de Mejor Actor, después de que estuviera a punto de obtenerlo en la pasada edición por la ópera prima del diseñador Tom Ford, «Un hombre soltero». Si lo gana, definitivamente lo hará desde el cine británcio, al que sigue perteneciendo de lleno. Es imagen de marca desde que sus inicios coincidieran a mediados de los 80 con el auge renovador de una serie de jóvenes realizadores, para luego lanzarse internacionalmente en las dos siguientes décadas gracias a «El paciente inglés», «Shakespeare enamorado», «El diario de Bridget Jones», «Love Actually», «La joven de la perla» y la reciente «¡Mamma Mia!». Ahora mismo prepara la versión cinematográfica de la novela de John Le Carré «Calderero, sastre, soldado y espía». No es la única adaptación de prestigio en la que participa, ya que lo hará también en el drama sureño de Horton Foote «Main Street» y volverá a rodar con Michael Winterbottom en «The Promise Land».

M.I.

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