Las breves historias que relata Bent Hamer en «Hjem til jul» acontecen en la pequeña localidad de Skogli y sus alrededores. Una ambientación muy localista que permite dar un toque de cercanía a esas anécdotas, con lo que los protagonistas de cada una de ellas se adecúan a la perfección al esquema de los relatos paralelos o cruzados.

Bent Hamer tira una vez más de su estilo minimalista, tan del agrado del público moderno, para hacer unos muy ligeros apuntes existenciales que no van mucho más allá de lo superficial. Hay un cierto tono de ironía en algunos pasajes, pero se impone en el conjunto una melancolía típicamente navideña. Dicha opción justifica le elección de la víspera del 25 diciembre para ubicar la acción, aunque por lo demás son situaciones comunes que podrían darse en cualquier época del año. Lo que cambia, con los disfraces de Santa Claus y la decoración de los hogares con árbol en su interior, es la perspectiva del público, que se dejará imbuir de ese espíritu navideño.

El modo en que esto afecta internamente a la narración es en la pérdida de ojo crítico en la observación de costumbres, cayendo en una blandura que resta dureza al paisaje nocturno navideño.

El humor es también irregular, apareciendo y desapareciendo de forma intermitente. Destaca en el episodio del padre divorciado que roba el disfraz de Santa Claus al nuevo compañero sentimental de su mujer, para así poder llevar los regalos de Navidad a sus hijos sin ser descubierto. Vuelve a asomar en el segmento más dramático de la amante abandonada por culpa de las obligaciones familiares de su hombre, con el que coincide en la función religiosa, comprobándose que a ella le ha regalado el mismo delator pañuelo rojo que a su esposa.