Análisis | La dictadura argentina en el banquillo
Sentencia ejemplar al imperialismo y al neoliberalismo: Videla a la Cárcel
Incluso los más escépticos deberían salir a celebrar con el pueblo argentino el paso dado, en base a la lucha de años, para que por fin la justicia mande a la cárcel común a uno de los asesinos más reputados, financiado por el neoliberalismo y su «Plan Cóndor» imperial. Al gran pueblo argentino... ¡salud!
Fernando BUEN ABAD DOMÍNGUEZ Doctor en Filosofía
La condena a cadena perpetua contra el dictador argentino Jorge Rafael Videla es, aunque aún quede una larga lista de represores por perseguir, un paso muy importante, fruto de la lucha de muchos años. Podría además servir de impulso y ejemplo para otros países.
Sin duda la sola remisión del dictador a una celda ordinaria no resuelve los problemas medulares de una república compleja y contradictoria como la argentina. Sin duda falta incluir en la lista de los reos a todos esos empresarios, terratenientes, curas, banqueros y «ciudadanos» que de una manera u otra, directa o indirectamente, auspiciaron, azuzaron y aplaudieron uno de los episodios más horrorosos de la historia reciente.
No obstante existe a día de hoy en Argentina, sin exageraciones, un clima propicio para la lucha por los «derechos humanos» y un clima propicio para el debate político, todo ello obra de muchas y añejas batallas que, desde voces individuales y anónimas hasta organizaciones como las Abuelas, las Madres y los hijos de los «desaparecidos»... han luchado sin parar para que se conozca la verdad, se haga justicia y se presente públicamente a las personas reclamadas, una y otra vez.
El valor y trascendencia de la sentencia al dictador Jorge Rafael Videla excede con mucho a la no pocas veces tozuda burbuja en que viven los argentinos desconectados de «Latinoamérica» en más de un sentido cultural, sicoanalítico, geopolítico e ideológico. Excede todo cerco localista porque constituye un mensaje enorme para los pueblos víctimas del «Plan Cóndor» y de los proyectos neoliberales responsables de financiar el crimen militarizado en Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay... la sentencia también es una respuesta al anticomunismo imperialista, aunque ése no sea su móvil principal.
Videla, en su descargo final, dibujó meticulosamente la ideología de la clase dominante. Con voz pausada y firme, casi como un «buen hombre» con la razón en sus manos, como quien tiene derecho a decir su «verdad» de igual a igual, en igualdad de condiciones, acusó a los marxistas de «amenaza extranjera», culpó al mismísimo Gramsci, calificó a los «enemigos» de «terroristas» dijo que su «guerra fue justa»... como si se tratara un pleito menor de «tu palabra contra la mía», el asesino sentenciado paseó ante jueces y testigos el cinismo criminal más doloroso para más de 30.000 familias y para la historia entera de un pueblo.
Sin habérselo propuesto de manera explícita, esta sentencia obligaría de inmediato a los «países limítrofes» a seguir los pasos de Argentina para mandar tras las rejas, ojalá que en menos tiempo, a los criminales militares que aún a día de hoy desfilan diariamente en sus países con impunidad absoluta. Muchos aún celebran fiestas «familiares» con los sobrevivientes añejos que el nazi-fascismo arrojó a tierras del cono sur.
Y es que la doble sensación de dolor y de fiesta, en simultáneo, nacida de mirar cómo se ha luchado y cómo socialmente hoy se repudia a los criminales dictadores, se antoja expansible a los pueblos vecinos que han tenido que sufrir y derramar lágrimas por las mismas razones monstruosas que llevaron al poder a las hordas asesinas argentinas disfrazadas de militares.
Ni los artífices del «Plan Cóndor» ni los jefes empresarios, clérigos, terratenientes y banqueros que los sustentaron, imaginaron jamás que un buen día la lucha de los pueblos con sus organizaciones, a pesar de sus limitaciones, contradicciones y debilidades, lograría celebrar a voz en cuello y en miles de plazas el triunfo de la razón contra la barbarie.
A estas horas, ese pueblo que además tuvo que remontar la traición de quienes ya antes indultaron a los militares asesinos (antecedida por las leyes de «obediencia debida» y «punto final», componendas de Alfonsín-Menem), ese pueblo hoy, con toda dignidad, sabe que queda mucho camino por recorrer, que hay muchas tareas pendientes y que muchas injusticias andan sueltas añorando a Videla, incluso desde los corazones de no pocos políticos de la derecha vernácula incubada desde el imperio.
No hay muchos países en los que un presidente ordene a un jefe militar retirar de un espacio emblemático el retrato de un dictador venerado, casi en silencio, por la oligarquía. En la Argentina de Kirchner ocurrió y no sólo como gesto. Nadie puede negar ese mérito, aunque sea insuficiente, y el debate y la acción en otros muchos campos deban profundizarse de manera crítica y enfática.
Pero hoy muchos celebramos con un abrazo hondo y verdadero, hombro a hombro con los luchadores del pueblo argentino, por cada uno de los desaparecidos, por el dolor de las madres, de los padres, de los hermanos y de los hijos... por el pedazo inmenso de historia arrancada a un pueblo pujante, por los muertos de ayer y por los muertos de los días recientes, por la justicia a los desaparecidos y por la justicia a los vivos a manos del pueblo.
Celebramos para luchar por la justicia en el presente, desigual y duro, que mira avanzar, en plena lucha de clases, a una derecha, en apariencia disminuida y, por eso mismo, muy peligrosa. La derecha dolida y asustada aflora su nazi-fascismo. En Argentina lo saben y están en guardia muchos. Por lo pronto, Videla a la cárcel.
© Rebelión, Artículo publicado en la web de esta publicación.