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A los que nos han dejado a Europa varada en la pista

Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

El caos registrado en plena vorágine navideña en los principales aeropuertos europeos sirve como metáfora que viene al pelo para resumir el año que termina.

Han bastado unos centímetros de nieve y un frío glaciar -habitual, por otra parte, en estos tiempos y en aquellas latitudes-, para que haya quedado palmariamente demostrado que hay algo en lo profundo que no funciona en Europa. Y que la crisis actual es global y va mucho más allá de burbujas financieras y/o hipotecarias.

Los nacionalistas españoles -que son legión- se reían hasta hace poco de los que insistíamos en que Europa empieza, realmente, en los Pirineos. El desastre económico de Pancorbo para abajo nos ha vuelto a dar la razón.

Pero la caída en picado de España -que hasta hace no poco reivindicaba su derecho a formar parte del grupo de las ocho economías más potentes del planeta- ha llegado emparejado con otro importante movimiento telúrico.

Los Pirineos se mueven y Europa ya no vuela. Las privatizaciones de instalaciones de interés estatal y estratégico como los aeropuertos -Gran Bretaña-, la mala gestión y, en general, la escasa, por no decir nula, entidad de sus dirigentes políticos está sacando los colores a los habitantes de la Vieja Europa, habituados a mirar por encima del hombro al mundo.

Ha llegado el momento de arremangarse y de limpiar la pista. Y, de paso, de dejar en la cuneta -política, por supuesto- a esa clase política que para lo único que sirve es para hacerle la ola al hermano mayor americano, como han dejado en evidencia los papeles de Wikileaks.

Ha llegado la hora de volar.

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