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El socio de Gobierno de Merkel se convierte en fantasma

Finaliza el año y la canciller Angela Merkel no sabe si 2011 va a ser sólo malo o incluso peor. La presidenta de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y según algunos, la nueva «dama de hierro» de la UE, se juega su futuro político frente al Gobierno alemán. Aparte de los malos resultados que su partido ha cosechado en las encuestas a lo largo de 2010 tiene que temer por la supervivencia de su socio del bipartito, el Partido Liberal (FDP).

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Ingo NIEBEL Periodista

La formación de su vicecanciller Guido Westerwelle se encuentra en plena caída desde los 14 puntos que obtuvo en las elecciones generales de 2009, llegando al 3%, por ahora. Con ello, los liberales están lejos de regresar al Bundestag, que requiere a cada partido que supere el límite del cinco por ciento. En teoría, los siguientes comicios tendrán lugar sólo en 2013 pero el propio partido le ha lanzado un aviso a Merkel: Si se pierde el feudo cristianoliberal de Baden Württemberg en marzo, la onda expansiva se llevará su bipartito por delante.

Esta amenaza se vertió en otoño, cuando aún no se sabía que en noviembre se iban a convocar elecciones anticipadas -para febrero- en Hamburgo, después de que los Verdes dieran por terminada su coalición con la CDU. En este estado-ciudad federal los pronósticos para demócratas cristianos y liberales son malos, y es muy probable que el Partido Socialdemócrata (SPD) pudiese formar gobierno con los Verdes. Por tanto, los comicios en Hamburgo podrían generar una reacción en cadena a lo largo de 2011, un año plagado de elecciones regionales y municipales, que podría acabar en primer lugar con el FDP y en segundo, bajar la CDU del 33% a los 24 puntos del SPD a nivel nacional.

Ante estas perspectivas rige el pánico en las filas del partido liberal. El comité regional de Baden Württemberg ha pedido a Westerwelle que no venga a ayudarle en la campaña electoral que culminará en las elecciones del 27 de marzo. El presidente del vecino comité de Renania del Palatinado, Herbert Mertin, consideró a su jefe como «un lastre en la pierna». Su homólogo de Schleswig-Holstein, Wolfgang Kubicki, comparó la cerrazón de Westerwelle ante las críticas con la actitud de la ejecutiva de Berlín oriental «en los últimos días de la RDA».

Pero Westerwelle hace oídos sordos a estos comentarios. Quiere mantener los cargos al frente del partido, del ministerio y seguir siendo vicecanciller. Sus adversarios internos le proponen quedarse con los últimos dos y dejar el primero. Habrá que esperar si Westerwelle pasa por el puente que le han tendido, pero la cuenta atrás ya ha empezado. Su hora cero podría llegar el Día de Reyes, que todos los partidos aprovechan para ajustar cuentas ante todo con las demás formaciones políticas, pero también para fijar sus líneas generales del recién iniciado Año Nuevo. En el peor de los casos los liberales barajan de convocar un congreso extraordinario para deshacerse de Westerwelle o esperarían al ordinario, que se celebrará en mayo.

Lo que le salva es que por un lado no hay sucesor a la vista y que por el otro los «golpistas» están divididos en esta cuestión. Por una parte el ministro de Economía, Rainer Brüderle, quiere suceder a Westerwelle, por otra algunos piensan que varias personas entorno al joven secretario general, Christian Lindner, deberían liderar el FDP.

Que se le eche la culpa del desastre al presidente va un poco más allá de lo que un partido suele hacer en estas situaciones porque Westerwelle sí se comportó en el bipartito como si siguiera haciendo política desde los bancos de la oposición. El colmo fue que insistió en la bajada de impuestos en plena crisis económica cuando incluso la mayoría social lo rechazaba.

A ello se añadían datos que dejaban ver que su marido podría aprovecharse de sus viajes con el séquito de Exteriores a Brasil, por ejemplo, para hacer negocios. Westerwelle no logró neutralizar esas noticias con su labor en defensa de los derechos de los gays y lesbianas. Su «agresividad» se hizo visible en un duro ataque contra los desempleados de larga duración, antes de que saliera publicada en un cable de Wikileaks. La gota que rebasó el vaso ha sido otro cable de Wikileaks que destapó al jefe de su despacho como «topo» de la Embajada de EEUU con acceso a documentos secretos.

Desde la década de los 80 años, el FDP ha valido para «centralizar» a una CDU conservadora y derechista. Con Merkel los liberales han perdido este espacio y tampoco han logrado perseverar los intereses de su clientela habitual, los pequeños y medianos empresarios burgueses, frente a los de la gran industria y banca. Parte de ese empresariado y los defensores de los derechos civiles tienen a los Verdes como una alternativa más viable. La posible desaparición del FDP afectaría no sólo al gobierno, sino también cambiaría al paisaje político de Alemania.

 
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