Antonio ALVAREZ-SOLIS Periodista
2010
El año 2010 pasará a la historia como el año en que los poderes fácticos acordaron cerrar con una llave barroca el Sistema liberal-burgués. 2010 es el año en que los últimos derechos humanos con que trató de encubrir la burguesía su modelo de explotación social dejaron de funcionar mediante una cínica inversión de la razón. En nombre de la libertad del individuo, el individuo desapareció. Bajo la especie del aumento de la riqueza, los pobres se multiplicaron. Esgrimiendo la expansión del Derecho internacional, pueblos y Estados fueron barridos de la existencia digna. Proclamando el celo por la seguridad la vida quedó a merced de intereses inconfesables. Blandiendo la bandera de la democracia, la libertad se convirtió en una estructura poblada de torturadores. Frente a la inteligencia heredada, la mediocridad reclamó el gobierno. El arte se vulgarizó, la ciencia se sometió al precio, la información fue encadenada, el trato humano se manifestó mediante la brutalidad, la religión fue destruída por las iglesias. Todo adquirió el tacto de la ceniza y el color de la tormenta. Los mediocres salieron de sus termiteras y procedieron a devorar cuanto se oponía a su paso. La sangre pasó a constituir un producto despreciado y la vida fue canibalizada por la existencia. 2010 fue un año orwelliano y los seres humanos aceptaron la granja como ámbito de reproducción. La nobleza fue degrada bajo la acusación de locura y la calidad de las emociones se rebajó a la manifestación del grito. En el año 2010 se tachó de terrorismo a todas las libertades combatientes, que fueron encadenadas con la miseria solemne de las leyes. Mientras, el horizonte alumbraba otra armonía hecha, como siempre, de dolor y de esperanza.