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Amparo Lasheras Periodista

Hablo del porvenir y te doy un discurso

Al hilo del título del libro de Mario Benedetti «El porvenir de mi pasado», la autora del artículo afirma que «porvenir no es lo mismo que futuro. Futuro es simplemente mañana. Porvenir, en cambio, es todo aquello que queremos y deseamos para el futuro». Y en este fin de año se pregunta y responde dónde encontrará el porvenir de su pasado. A continuación, su pregunta se refiere al porvenir de Euskal Herria, y la respuesta habla de intensidad esperanzadora, dependiente de la propia sociedad vasca.

El porvenir de mi pasado» es el título de uno de los últimos libros de Mario Benedetti. Lo publicó en setiembre de 2003 y contiene una serie de relatos cortos donde la vida nace, se disfruta y muere en cada minuto de lectura. Con este libro me sucede algo sorprendente que nunca me ha ocurrido con otros escritos. Todas las obras de Benedetti me interesan y me siento bien mientras las leo, pero en este libro es el título, sólo el título, lo que me atrae y de verdad me fascina. El porvenir de mi pasado. Cinco palabras sin verbo que encierran el misterio y la verdad de la vida, de ese continuo ir hacia adelante dejando atrás lo que somos y seremos para volver a ser al instante siguiente. Hubo un momento en el que me pregunté si el pasado puede someter al presente y ahogar el futuro. El dilema me envolvió en una maraña de conceptos tan pesimistas sobre la existencia que, rápidamente, abandoné el intento y volví a la sencillez de las sensaciones que transmite la literatura. ¿No es bonito y estimulante creer que tenemos porvenir además de tener pasado, después de haber vivido, amado, ganado o perdido? Porque porvenir no es lo mismo que futuro. Futuro es simplemente mañana. Porvenir, en cambio, es todo aquello que queremos y deseamos para el futuro. «El porvenir de mi pasado -escribe Benedetti- tiene mucho a gozar, a sufrir, a corregir, a mejorar, a olvidar, a descifrar...».

Empieza un nuevo año y la pregunta surge espontánea, expectante e inevitable. ¿Y dónde encontraré el porvenir de mi pasado? En la intensidad de vivir cada día como si fuera el último. La respuesta se revela apresurada y me sorprende. Parece como si hubiera estado ahí toda la vida, dispuesta a convertirse en porvenir en cualquier momento.

¿Y el porvenir de Euskal Herria? ¿Por qué en este país resulta tan difícil escribir sobre cualquier cosa sin meter en ello a Euskal Herria?, me pregunto acto seguido, y la respuesta llega tan rápida como la otra. Porque la llevamos dentro. Porque la soñamos y está en nuestra vida. Cuando una siente la conciencia de pertenecer a un pueblo o a una clase, entra a formar parte de un todo grande e imperceptible a tiempo total. Como afirmó el alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, en Donostia, «no se puede ser revolucionario unas horas al día». Silvio Rodríguez compuso hace años un tema, «Te doy una canción», que explica esa pertenencia irrevocable a una causa y que alcanza con vehemencia a todos los espacios de la vida. «Te doy una canción y hago un discurso/ sobre mi derecho a hablar./ Te doy una canción/ y digo patria/ y sigo hablando para ti,/ te doy una canción/ como un disparo,/ como un libro,/ una palabra,/ una guerrilla,/ como doy el amor». No sé si, en el mundo que nos ha tocado vivir, esa forma de sentir o de intuir la vida se puede entender como un infortunio, pero sí sé que también es una fuerza y un aliciente extraordinario para seguir adelante.

En cuanto al porvenir del pasado de Euskal Herria, no cabe duda de que también se presenta intenso, y para explicarlo no son necesarios muchos sortilegios literarios. Se proyecta en una línea sin lejanías oscuras donde la palabra ilegalización se pierde definitivamente en ese color gris, tristón y pesimista que le rodea como si fuera el hábito de una monja resentida. La estrategia de la ilegalización se debe conjugar sólo en pretérito, sin darle opción a establecer o decidir el porvenir que desea y se merece nuestro pueblo. Ahora, en este presente con el que finalizamos 2010, existe una realidad incuestionable con elementos ilusionantes para hablar de porvenir y no sólo de futuro. Los pasos emprendidos en los últimos meses por la izquierda abertzale han roto el ostracismo y sobre todo el determinismo al que nos querían abocar el Gobierno español, el PP y el PNV. Gracias a esas iniciativas se ha abierto un escenario político nuevo que se caracteriza por su cualidad de irreversible. Y cuando algo es irreversible, nada puede ser igual que antes, y por lo tanto las posiciones y las tácticas de cada cual deben cambiar por la sencilla razón de que se mueven en otros espacios que, además de diferentes, son nuevos. Las palabras claves para entender el porvenir de Euskal Herria son arriesgar, atreverse, implicarse y comprometerse en la defensa y respeto de unos mínimos democráticos. Y ese ejercicio de entendimiento lo tienen que hacer todos los agentes políticos, sociales y sindicales, incluido el Gobierno español.

En esa impronta de cambio, de decisión y convencimiento que la izquierda abertzale ha dado a su acción política, la legalización se convierte en el elemento esencial para virar el timón y poner rumbo a la idea de ganar el porvenir de Euskal Herria.

Sin embargo, al discurso me gustaría añadir algo que tengo in mente y que no deseo que se pierda en los entresijos del optimismo con que miro el proyecto abertzale. Como todos los pueblos acostumbrados a luchar, a pelear cada espacio de libertad, Euskal Herria sabe que, como decían nuestras abuelas, nadie da duros a cuatro pesetas. Que la comodidad fraudulenta de quienes gobiernan en Lakua y en Madrid, y de quienes les ayudan (léase PP y PNV), no va activar políticas de cambio si no hay una ciudadanía movilizada que se lo exija. La dialéctica de la estrategia y de la acumulación de fuerzas emprendida por la izquierda abertzale es necesaria para convencer de su derecho a ser legalizada, pero necesita del apoyo efectivo de la sociedad para convertirlo en realidad tangible, efectiva y duradera.

Las semejanzas entre la política y la vida de cada una a veces resultan sencillas y por eso mismo verdaderas. Una lucha por sus anhelos personales porque sabe que no caerán llovidos del cielo aunque ponga cien mil velas a la suerte o a Santa Rita. En los sueños colectivos, como son los objetivos políticos, ocurre otro tanto. Y con todos mis respetos a su obra, por mucho que el cansino Calderón de la Barca repita que «los sueños, sueños son», creo que los sueños se convierten y se construyen en realidades cuando se lucha por ellos. De lo contrario, siempre viviremos los sueños de los otros y por lo tanto sometidos.

Los que niegan la evidencia del cambio que se avecina, es decir PP, PSOE y PNV, no tienen sueños, es algo muy idealista para su intelecto, pero sí poseen y esconden intenciones, empeños y conveniencias para bloquear el nuevo escenario que se abre en Euskal Herria y obstaculizar la legalización de la izquierda abertzale. Los agentes políticos, sociales y sindicales detentan la obligación pública y política de impedirlo, de dialogar y trabajar por unos derechos democráticos que satisfagan la libertad de Euskal Herria. La ciudadanía no detenta, posee el deber y el derecho colectivo de apoyar y reivindicar el mejor de sus porvenires.

En este recién estrenado solsticio de invierno (Navidad para los cristianos y consumismo desmedido para el capitalismo), me hubiera gustado ofrecerles el porvenir de mi pasado y de Euskal Herria en una canción, en un libro, en una música, hasta en un abrazo y un beso, pero me ha salido un discurso que habla mejor que nada y que nadie de esperanza.

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