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Tomás Trifol Profesor y licenciado en Ciencias Humanas

A la chita callando

La política hace cambiar los modos. El españolismo lingüístico envenena la lógica. La sinrazón siempre perteneció a quien pudo abusar de la fuerza desmedida

Esta semana he ido con mis dos nietas de once y siete años a varios supermercados de esos para hacer la compra de la semana. Con las nietas delante uno se siente atraído por los juegos y los regalos que se hacen en estas fiestas a los niños. He mirado en el estante de los DVD esperando encontrar algo que mereciera la pena, algo del estilo de aquellas aventuras que nos subyugaron cuando nosotros éramos niños, muchas de las cuales también nos ayudaron a aprender otros idiomas cuando nuestros padres o tíos nos las compraban en París o Lisboa. Las Aventuras del personaje Tintín o de Asterix y Obelix, o aquella Historia atractiva de Euskal Herria de Rafael Castellano u otras más adaptadas a los tiempos que corren, juegos interactivos, de intrigas, aventuras, laberintos y armamento sofisticado que dicen que ni mata ni nos hace violentos.

Son juegos y métodos audiovisuales que en su cómputo global estadístico desarrollan la mente del niño y que dentro de un equilibrio de opciones contribuyen al desarrollo de su inteligencia. Así lo afirman los sicólogos y los sociólogos del sistema, y no seré yo quien lo ponga en duda sin tener previamente conocimiento de causa de lo contrario.

Pero en nuestro largo recorrido no dimos con nada que estuviera en euskara y que fuera dirigido a niños mayores de siete años. Son esos momentos de indignación en los que la sangre te bombea el corazón y harías responsable a cualquiera que a tu lado se autocomplaciera de su legítima y bonita compra en cervantino.

Antes fue con los hijos y ahora, que con los nietos la situación debería haber mejorado, encuentras que ha empeorado radicalmente. Los hijos de los vascos euskaldunes no tienen derecho a desarrollar sus aptitudes cerebrales en su lengua base de pensamiento, pero es que nadie tiene derecho a perfeccionarse, divertirse o comunicarse en euskara. Los responsables están en la política y todos los que les pusieron ahí son ahora corresponsables de ésta y otras situaciones parecidas.

En nombre del constitucionalismo, llevan su nacionalismo viciado al puro españolismo de caverna; de su idea de concepción del estado moderno pasan a la barbarie etnicista, manejada a la chita callando, aconsejados por sociólogos y sicólogos manipuladores de la mente humana.

En este campo de a la chita callando, a veces la chita se vuelve escandalosamente ruidosa. El ruido que produce la txita de la ETB3 es inconfundible. Una televisión concebida desde su fundación principalmente para adolescentes es ahora un bodrio de dibujos animados para niños de corta edad.

Algunos cantan victoria porque EITB ha perdido más del 60% de audiencia. Cabría al menos preguntarse a dónde se fue esa audiencia dentro del territorio de la España Nacional. Así que, como reza también el refranero castellano, otros aseguran que «no hay mal que por bien no venga, que si antes estaban en casa ahora se han metido hasta la cocina».

El secular equilibrio lingüístico de la miscroscópica Suiza o de la singular Hungría o Finlandia, o la perfecta sincronización lingüística con segundos y terceros de las minoritarias lenguas escandinavas les ha producido siempre indigestión cerebral a estos constitucionalistas, mezcladores de la alta velocidad y el verbo propio.

Así su España, ésa de su imaginario onírico, tiene derecho a cualquier cosa, desde trafulcar el pasado adornando castillos y palacios en plenos siglos XVII y XVIII con banderas rojigualdas en «novelas históricas» televisadas hasta hacer la vista gorda sobre si sus deportistas de élite se dopan, los dopan o no se lo consienten.

Las dinámicas las genera en gran manera el mundo de la política. Hubo un tiempo en el que se dotaba de medios, escasos y comedidos, eso sí, a la convivialidad en lengua vasca como ayuda a los alumnos matriculados en las escuelas en modelos íntegramente o prioritariamente en euskara. La política hace cambiar los modos. Mientras el españolismo cultural puede cambiar hasta los mapas del tiempo y dictaminar si existen fenómenos meteorológicos o no en Portugal, o si Trebiño debe codearse con Sevilla en temperaturas, el españolismo lingüístico envenena la lógica.

La sinrazón siempre perteneció a quien pudo abusar de la fuerza desmedida.

Nadie levantaría la mas mínima objeción ideológica porque a alumnos que por propia voluntad paterna fuesen educados en francés o inglés como primera lengua, se les ayudara poniendo medios extramuros como excursiones, meriendas o cenas, encaminados a la convivialidad en francés o inglés. A nadie se le ocurriría asistirles en «sus derechos lingüísticos» y conminaría a los monitores a dirigirse a ellos «en castellano cuando así se expresen entre ellos».

Plataformas municipales concebidas para la convivialidad en euskara han sido desvirtuadas en sus fines o porque sus promotores murieron o porque la relación de fuerzas municipales varió. Y si estamos donde estamos, y si hemos llegado hasta aquí, es porque la mayoría lo ha decidido así, y a mí de esto último no me cabe la menor duda.

Eso ocurre hoy en este país nuestro. Su objetivo está claro, inutilizar la lengua de los vascos euskaldunes pasito a pasito, y en eso están con nuestra atónita complaciencia.

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