GARA > Idatzia > Kultura

NARRATIvA

El viento de una historia

Pedro TELLERIA

Palazuelos ha dividido el volumen en tres partes y ha clasificado los textos en verídicos, híbridos y ficticios. Buena parte alberga personajes históricos como Bonaparte, Charlie Parker, Nabucodonosor o Ampère, para los que el bilbaino confecciona un traje ficticio que los disfraza de personajes literarios.

Me gustan varias cosas de «Ficcionarium». En primer lugar, está la oportunidad de disfrutar de un autor cada vez más seguro de su oficio, que ahora demuestra inquietudes librescas tras pasar por la poesía solidaria en «La memoria...» o plantearse asuntos teológicos en «Ianua Caeli». En segundo lugar, la propia concepción del libro, que sugiere múltiples formas de lectura. Lo he leído de corrido, pero me gustaría pararme en cada texto aislado. Y tal vez intente una tercera lectura según la clasificación del autor.

Otra virtud es la parte central del libro, compuesta por seis relatos que, compartiendo temática e intención, resultan autónomos en ambiente. Aquí Palazuelos demuestra arte para el relato de media extensión y sorprende por su capacidad para la recreación histórica (en `El retrato de Marie Van Cride' viajamos al tiempo de la vanguardia artística), la taracea erudita y la aprensión del detalle.

Por su parte, muchos textos breves recrean acontecimientos de la Antigüedad con amenidad y un giro innovador. Sorprende la versatilidad del escritor para viajar de Persia a Suiza pasando por épocas tan fascinantes como la era de los inventos técnicos, la de los descubrimientos arqueológicos o el futuro.

Libro grato «Ficcionarium». Hay precedentes, claro, como el barcelonés Perucho o, en los clásicos castellanos, el humanista Mejía y su miscelánea «Silva de varia lección». Quizá estemos ante un subgénero dentro de un género. Alguien verá ejercicios de estilo antes que pura creación. Da igual. Los textos de Palazuelos agradan y enseñan, al tiempo que hacen pensar en la paradoja nunca resulta de la relación entre Historia y ficción. Los cronistas escribieron más para disculpar a sus reyes que en honor a la verdad. Aristóteles habló del «como si fuera» para referirse a la narración ficticia. Libros como «Ficcionarium» siguen recordando que lo hermoso es narrar y leer lo narrado, y no preguntarse por la veracidad de las palabras. De hecho, ¿qué diferencia hay entre los textos verídicos de Palazuelos y los ficticios? No acudiré yo a una biblioteca para averiguarlo. Me dejo llevar, como ingenuo lector, por el viento de una historia.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo