Sobre el colectivo artÍstico I Love my Work
Una visión irónica de la crisis económica
La crisis económica tiene su reflejo en la cultura y en el arte, y se visibiliza mediante propuestas como la del colectivo I love my work, formado en 2009 por tres artistas que trabajan y residen en Euskal Herria, cuyas intervenciones colectivas tienen relación con la práctica artística comprometida socialmente.
Arantza LAUZIRIKA
El trabajo de I love my work (ILMW) tiene un fuerte componente social y una clara influencia del contexto sociocultural en el que se desarrolla. Depende, en gran medida, de la interacción e implicación del público o, mejor dicho, de los trabajadores y parados que se identifican con la ironía del mensaje que difunden por las calles, manifestaciones y acontecimientos sociales. Para ello utilizan herramientas y estrategias propias de las industrias culturales, y van más allá de los formatos propios del medio artístico mediante recursos como la distribución de pegatinas y camisetas, el cierre simulado por la policía de espacios culturales, colocación de pancartas en empresas en quiebra o la cesión de espacios expositivos a asambleas de trabajadores de empresas en procesos de regulación de empleo, como el caso de Customer Works en Ikasart o Troquenor en Getxoarte.
El origen del lema, estampado en el uniforme de una trabajadora en evidentes condiciones laborales de precariedad, les llamó la atención por la perversión e ironía del hecho. La adaptación gráfica posterior a la estética del conocido eslogan «I love N.Y.», cuyo contenido social hace tiempo que sucumbió ante la carga estética de la imagen, complementa la apariencia inocua del mensaje. Inocuidad que se cuestiona en el uso que hacen los integrantes del colectivo en sus intervenciones de un pasamontañas, que no sólo oculta la identidad de sus portadores, sino que se relaciona, además, con la ejecución de actos de carácter delictivo o ilegal, lo que confiere a sus acciones una peculiar sensación de desasosiego.
El neocapitalismo ha construido paradojas que colocan a la clase más baja del modelo del capitalismo de producción, los asalariados, en el papel de tener que sentir como propia la empresa para la que trabajan. Hemos llegado a creer que es necesario nuestro sacrificio para salvar la empresa en situaciones difíciles. Sin embargo, nuestro salario no se ve incrementado, ni nuestras condiciones laborales mejoran en tiempos de bonanza, por lo que es evidente que el sentimiento no es recíproco.
Este es el caldo de cultivo de proyectos de carácter circunstancial como el que nos ocupa, cuyas propuestas de intervención están comprometidas con procesos que formulan nuevas relaciones entre el mercado de trabajo, la sociedad y el arte, y que son un claro reflejo del compromiso social de numerosos proyectos artísticos contemporáneos que sirven de catalizador para dinamizar y poner en marcha procesos que integren los ámbitos del arte con el entorno social en el que éste se produce.
Se trata de prácticas artísticas que abordan experiencias relacionadas con las redes sociales, con los colectivos sociales y culturales, con la comunicación de guerrilla, en las que se prioriza el proceso, el método, la actitud, frente al registro disciplinar de la práctica artística tradicional. La obra se desarrolla en el espacio público y se cuestiona la necesidad de un espacio físico para la exhibición de la misma. Esta desubicación cuestiona las estructuras expositivas y de exhibición de objetos a los que se dota de un valor de transacción comercial. A pesar de todo, tienen conciencia de la necesidad del documento, por lo que recurren a registros de imágenes, aunque sin intencionalidad de permanencia.
El proyecto I love my work encaja en este tipo de planteamiento. Entiende la necesidad del documento y hace uso de las posibilidades que los medios de distribución que la Web 2.0 nos ofrece. Entienden la calle como su espacio de trabajo y los muros y paredes de las ciudades y pueblos como lugar de exhibición. Popularizan y desvalorizan, mediante la reproducción masiva, los objetos que producen y aceptan sin reparos las modificaciones e intervenciones que los espontáneos realizan sobre su trabajo. Sus comienzos en la práctica artística, arraigados en el denominado street art, han contribuido a esta visión despreocupada respecto a su obra y a entender la colaboración con otros colectivos y artistas como algo natural dentro del proceso de creación.
Su experiencia personal hace que el lema del colectivo sea, además, crítico acerca de la normalidad con la que se asume socialmente la precariedad laboral del artista, incluso por el propio artista, que en numerosas ocasiones no recibe ningún tipo de retribución por su trabajo, al sobreentenderse que está haciendo algo con lo que disfruta. Cuando el trabajo que se realiza podría entenderse como un hobby, parece inmoral querer recibir una compensación económica por el tiempo y el esfuerzo intelectual y físico invertidos. La paradoja surge cuando se reivindica el valor social y cultural de arte, que va mas allá de recibir un salario compensatorio, por medio de estrategias y acciones basadas en parte, en el activismo de la lucha laboral y sindical.
Cuentan, además, con otra serie de intervenciones realizadas de las que no pueden reivindicar su autoría, a pesar de, o precisamente por, la convulsión social que producen. En consonancia con la temática que tratan, la imposibilidad de subsistir en los márgenes del mercado del arte obliga a los miembros del colectivo a desatender sus proyectos artísticos para atender trabajos precarios que les ayuden a cubrir las necesidades básicas de subsistencia.
http://ilovemyworkproject.blogspot.com