Sin tiempo material para pensar en el descanso eterno
«Más allá de la vida»
Clint Eastwood sigue con su ritmo frenético de rodajes, encadenando uno tras otro, como si el tiempo en este mundo se le fuera a acabar a sus 80 años. Tal vez por eso su película sobre el más allá se ha quedado en el más acá, puesto que no dispone de días libres para pararse a reflexionar sobre otra existencia que no sea la de la lucha diaria contra el reloj.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
La última película de Clint Eastwood se ha quedado fuera de los Óscar, a pesar de que cuando se estaba rodando «Hereafter» no faltaron quienes ya la incluían entre las posibles candidatas. Hay una cierta impaciencia en Hollywood, porque el octogenario cineasta lleva cinco años sin ser nominado, desde que concurriera con su magistral «Cartas desde Iwo Jima». No me cabe ninguna duda de que el año próximo sí estará en la ceremonia de entrega, gracias al biopic que prepara sobre J. Edgar Hoover, fundador del FBI, quien será encarnado por Leonardo DiCaprio, un actor que siempre entra en las quinielas.
Pero los Óscar no son un indicativo fiable para juzgar la carrera de un cineasta de tan largo recorrido como Clint Eastwood, que únicamente ha triunfado en dicha competición con «Sin perdón» y «Million Dollar Baby», que no son más que dos de entre los muchos peliculones que lleva dirigidos, siendo el más reciente «Gran Torino». Un título excepcional donde los haya, si se tiene en cuenta que puede ser el último en el que aparece como actor.
Sus números son mareantes, tanto en la interpretación como en la realización. Actuando han sido 50 años en los que ha intervenido en casi 70 películas. Dirigiendo son ya 40 años en los que lleva realizados 32 largometrajes de ficción, dos documentales y un segmento de un film colectivo. Se entenderá, por tanto, que Clint Eastwood no está obligado a hacer una obra maestra cada vez que se pone detrás de una cámara, aunque algunos así parezcan exigírselo. Ni siquiera un cineasta joven y en plena forma sería capaz de mantener su ritmo de rodajes con un nivel medio de calidad tan estabilizado.
La mayoría de las críticas o acusaciones que se lanzan contra Clint Eastwood vienen por el lado de la sobreproducción: hace demasiadas películas y las hace demasiado rápido. Hace tiempo que puso el piloto automático, desde que encontró la fórmula para rodar de un tirón, casi siempre en primeras tomas y sin salirse del guión.
Con «Hereafter» ha roto un poco esa regla y, aunque no ha cambiado ni una coma del guión de Peter Morgan, ha gastado más de los habitual. Los 50 millones de dólares de presupuesto están más que justificados por el empleo novedoso de efectos digitales, sobre todo en la espectacular secuencia inicial del tsunami. Y, también, por haber salido de sus habituales localizaciones en San Francisco, ciudad a la que esta vez se suman Londres, París y Hawaii para la recreación del mencionado desastre natural.
De mediums y charlatanes
Lo abultado del presupuesto, tratándose del austero Clint Eastwood, obedece a que «Hereafter» era en principio un proyecto de Steven Spielberg, quien finalmente figura en los créditos como productor ejecutivo junto a su socia Kathleen Tuner. Una procedencia que provoca no poca extrañeza, más cuando es el guión más atípico de Peter Morgan, que rara vez suele desviarse de sus temas típicamente británicos.
La decepción que se deja traslucir en gran parte de las críticas a la película es, precisamente, producto de esa extrañeza. Si no es un tema identificable con los guiones que suele escribir Peter Morgan, menos aún le pega a un Clint Eastwood tan dado siempre a un tipo de drama más realista, incluso cuando saca su vena romántica. El trabajo conjunto de ambos no acaba de convencer en cuanto a verosimilitud, por más que el guionista y el cineasta quieran llevar la idea del más allá a su terreno, alejándose del thriller sobrenatural para hablar del dolor humano y sus efectos en la era de la globalización. Pero si eso era realmente lo que querían contar, deberían haber sido más directos, a la manera de Truffaut, que trató como ningún otro la superación de la pérdida, en cuanto a la necesidad de prolongar el amor del ser querido que ya no está entre los vivos.
La publicidad desplegada por la Warner no ayuda a descubrir la esencia de la película, desde el preciso instante en que el trailer potencia los momentos de impacto relativos a la catástrofe del Índico y a los atentados del metro de Londres, a la vez que se remarca la condición de médium del protagonista. No es un buen reclamo, perjudicado todavía más si cabe por el nefasto título elegido para la versión doblada al castellano.
«Más allá de la vida» es como se llama el programa de tele-basura que emite Tele 5 con famosos que quieren comunicarse con sus familiares fallecidos. A tal fin, la cadena pone a su servicio la mediación de fraudulentos videntes, por lo que la coincidencia en la denominación no puede resultar más contraproducente.
Lo que «Hereafter» quiere expresar es la desesperación de las personas que sufren una pérdida, así como su imperiosa necesidad de encontrar algo con que llenar el vacío que sienten. El niño que pierde en Londres a su hermano gemelo busca en internet testimonios que puedan arrojar alguna luz a su vida rota, pero se encuentra con charlatanes e impostores que sólo quieren engañar con malintencionadas falsedades, al igual que ese maldito programa televisivo. De ahí la conmoción que le produce el dar con el protagónico Matt Damon en su papel de persona corriente dotada de facultades paranormales, pero que rehuye de convertirse en un fenómeno más dentro del circo mediático.
La conexión global
Este trabajador portuario que responde al nombre de George vive lo que le sucede como una maldición, aunque las personas de su entorno familiar lo vean como un don. Todo empezó al darle por muerto varias veces en una mesa de operaciones, experiencia que le dejó profundamente marcado en su regreso a la vida. Cada vez que toca a otra persona conecta a esta con sus seres fallecidos, por lo que le es imposible mantener relaciones íntimas. Su condición especial le hace ser fácil blanco de la credulidad que se deriva en EEUU de la ignorancia que padece la población media. En consecuencia, habrá de conectar con otros seres como él, sensibles a la presencia de la muerte, en otras partes del mundo.
El personaje que sirve de enlace es el interpretado por la actriz francesa Cécile de France, una periodista que ha sobrevivido al maremoto asiático, y no encuentra en la sociedad laica en la que vive apoyos a su testimonio de renacimiento bajo las aguas. A su regreso a París nadie la creerá, a la vez que su mundo personal y profesional se desmorona, como si efectivamente se hubiera ahogado con todo su pasado.
El círculo se cierra con el niño británico separado violentamente de su hermano gemelo, y que consigue establecer una conexión con los protagonistas de las otras dos historias. Las tres anécdotas confluirán en un final común, de forma parecida a las películas de Arriaga e Iñárritu aunque dentro del estilo narrativo de corre clásico que distingue a Clint Eastwood. En el fondo también habla de la conexión planetaria frente al aislamiento y la soledad.
Peter Morgan no da abasto, metido como está en mil y un proyectos a la vez. Todavía no se ha estrenado aquí «The Special Relationship», que debería haber dirigido el Stephen Frears de «La reina», pero lo ha hecho Richard Loncraine. Acaba de adaptar al John Le Carré de «Calderero, sastre, soldado, espía», en el que será el debut en inglés del sueco Tomas Alfredson. Tiene pendiente escribir para Sam Mendes la 23ª entrega de la saga Bond, y ya está metido en dos películas sobre el grupo Queen porque, además del anunciado biopic sobre Freddie Mercury, se encargará del libreto del musical «We Will Rock You». M.I.