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Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Todos a la cárcel

 

Mientras algunos aún sobrellevan, en un spa de lujo, la resaca de la indigesta fiesta de los Globos de Oro (indigesta por la acidez con la que el humorista británico Ricky Gervais sacó la porquería de debajo de las alfombras delante de los propios dueños), a otros cineastas les agradecen su creatividad facilitándoles «el sueño» a la sombra, en la cárcel vamos. Sucedió en Irán, donde gobierna Mahmud Ahmadineyad. Pero, a pesar de la lejanía cultural y geográfica, las razones del encarcelamiento no me resultan excesivamente exóticas. Los motivos son obvios: expresar oposición por mínima que sea y, en alguno de los casos, hacer amago de oponerse a un Gobierno. Tal es el caso del cineasta Mohammad Rasulof, el director de «Las praderas blancas», seleccionado en el Festival Internacional de Cine de Donostia en 2009. A Rasulof lo detuvieron junto a Jafar Panahi (director del «El círculo», León de Oro en Venecia en 2000) y otras quince personas en marzo de 2010 bajo la sospecha de que estaban preparando una película sobre los sucesos que rodearon las polémicas elecciones de 2009, unos comicios en los que Mahmud Ahmadineyad fue reelegido presidente. Rasulof ha pasado tres semanas en prisión, pero el pasado diciembre recibió la misma condena que Panahi, seis años de cárcel. Panahi no salía de su asombro y le preguntaba al juez: «¿Cómo es posible que a alguien se le condene por una película de la que solamente ha filmado el 30%?». Y, a pesar de todo, él es casi un afortunado, a pesar de la condena de seis años, de su huelga de hambre, de su aislamiento y de la guinda de su condena que le prohíbe dirigir películas, escribir guiones, viajar al extranjero o conceder entrevistas durante los próximos veinte años. Sí, él es casi casi un privilegiado, porque es una cineasta relativamente conocido gracias a los premios que ha recibido en festivales de renombre, gracias a que en Cannes su silla como jurado «quedó vacía» porque cineastas como Tavernier o el mismo Spielberg apoyaron su causa. Gracias a las presiones, y al pago de la fianza, Panahi salía de la carcel. Pero, además de él, otros cineastas mucho menos conocidos están o han estado cautivos en cárceles como la de Evin. Irán no es el único lugar en el mundo donde se encarcela a intelectuales, activistas o políticos únicamente porque reivindiquen otra realidad, otro modo de hacer política, de gobernar. Pero ésa es otra historia, una historia menos divertida. Mientras tanto, démosle amplia cobertura mediática a la definición del sarcasmo de un inglesito que pellizca en los muslos de Hollywood...

 
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