SILVIA MUNT Actriz y directora de cine
«En donde se acumula la migración existen celos y recelos, envidias y excusas»
Lejos queda 1977, año en el que Silvia Munt debutó en el cine como actriz. Hoy, esta actriz y directora de cine nacida en Barcelona hace 54 años, aspira a llevarse el primer premio con su última película «Mar de plástico» en la sección de ficción-drama del 24 Festival Internacional de Programas Audiovisuales en Biarritz.
Zuraide ETCHEMENDY | BIARRITZ
¡Qué fácil es comunicarse con Silvia Munt! Esta frase resume la sensación que a una le queda después de haber mantenido una conversación con la actriz y directora de cine catalana. Observadora, cercana, profunda, amable y sincera, esos son los adjetivos que bien podrían resumir su talante a la hora de responder a las siguientes preguntas formuladas en Biarritz, horas antes de que presentara su última creación en el FIPA. «Mar de plástico» es un largometraje que habla de la inmigración, de la dificultad a la que se enfrentan las personas que dejan su lugar de origen para emprender una nueva vida en un país desconocido, de los celos, envidias y xenofobia que alimentan los lugareños ante esos que consideran forasteros. Pero también es una película que nos habla de la amistad, del amor, de la valentía y del sacrificio, una película de «perdedores en la vida» tal como la define la propia directora, perdedores a los que ella admira profundamente.
Actriz de teatro, de cine y televisión, directora de cine... ¿Cómo se define Silvia Munt a sí misma?
Lo que yo intento es ser una persona útil. Mi filosofía de la vida es la de ser una superviviente. Creo en la vida, a pesar de que soy muy realista y con eso tengo un cierto empuje para superar las cosas, para hacer frente a esos palos en las ruedas que te van poniendo continuamente. Me incomoda, y quizás diría que es horroroso, el hecho de definirse uno mismo, pero sí diría que soy una persona muy poco contemplativa, una persona de acción y de reacción.
¿Cómo surgió la idea de rodar ésta película?
El guion se escribió a raíz de los hechos acaecidos en El Ejido hace como diez años, en los que hubo un brote de xenofobia contra las personas migrantes que allí trabajaban y habitaban. Al guión le había pasado el tiempo por encima, y yo creía que de ese hecho había que partir y adaptarlo a los tiempos en los que vivimos. Ya que ahora no hay linchamientos generales, pero sí fricciones, hay una necesidad del autóctono para culpabilizar al que viene de fuera de lo que tiene y no tiene culpa, más aún teniendo en cuenta la crisis brutal que padecemos. En lugares donde se acumula la migración existen celos y recelos, envidias y excusas continuas para enfocarlos en contra de ciertas personas. A mí me interesaba humanizar al malo, y también al bueno. No nos beatifiquemos: hay personas que se aprovechan de las oportunidades que les presenta la vida, los malos son malos porque la vida los hace así, son unos desgraciados en todo aquello que intentan, todo les sale mal y lo utilizan con rabia para obcecarse contra aquellos que son más débiles.
¿Por qué «Mar de plástico»?
Porque los invernaderos son un mar de plástico. Impresiona ver esas construcciones al lado del mar. Yo enseguida vi un elemento muy cinematográfico en ellos, y diría que es un paralelismo de la ficción con la realidad. El plástico, que como dice el personaje de la película puede ser hasta bonito cuando le brilla el sol por encima, no es más que algo ficticio, algo construido, y que de alguna forma se está muriendo, ya que ahora viene la decadencia. El sistema de cultivo en invernaderos está menguando: por un lado mantuvo su pelea en la construcción con el ladrillo y, por otro, los agricultores tienen una competencia muy dura con los mercados exteriores, y ese mar de plástico que se puede ver en muchos lugares del sur tiende a desaparecer. Y bajo ese mar enorme hay en un enjambre de seres humanos que lucha para sobrevivir, para quererse, para mantener sus tradiciones y seguir siendo uno mismo, aunque uno no puede seguir siendo uno mismo porque va cambiando continuamente.
Me llama la atención el hecho de que hable de migración y no de inmigración...
Pero, ¿qué es la inmigración? En este mundo nacen las personas en distintos lugares y han de tener los mismos derechos en todos ellos. De la misma forma que las aves cambian de lugar para vivir, lo hacen las personas para poder sobrevivir. Con esta película quiero hacer ver y entender la realidad de todas esas personas que llegan a un lugar desconocido, que aunque parece que se ha hablado mucho de ello, yo opino que no lo suficiente, por lo menos no de lo que es ser un forastero. Por eso digo que es como un western. Es un tremendo hándicap el hecho de llegar a un país buscándote la vida, sin conocer el idioma, sin tener dinero, chocar con otra cultura y con otra forma de entender las cosas. Es algo de lo que creo que hay que seguir hablando, volver a plantearlo y normalizarlo todo lo posible, ya que siempre nos salen los argumentos defensivos en contra de los forasteros; de los forasteros que no tienen dinero, claro.
Su película compite en el Fipa y no puedo despedirla sin preguntarle cuál va a ser su recorrido, si llegará a los cines, cuáles son sus proyectos, la impresión que le ha producido Biarritz...
La película es una tv movie, hecha para Canal Sur y TV3, que se emitirá ahora en ellos. Ha empezado a competir en festivales y puede ser que llegue a la gran pantalla, si encontramos algún comprador, claro está. Es la primera vez que estoy en Biarritz, pero, como digo, vivo en vuestra costa vasca en estos últimos veinte años ya que he rodado muchas de mis películas como actriz por aquí... Es un lugar que yo quiero mucho. Mi próximo proyecto es rodar «Mueblé», así se llama un casita blanca que está en Barcelona desde principios del siglo anterior. Es un lugar de citas para las parejas...