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Ochomilismo | Primera

Se rompe el maleficio de los ochomiles del Karakorum invernal

Cory Richards, Denis Urubko y Simone Moro se hacen con el primer ochomil invernal del Karakorum gracias a su ascenso del G II. En total necesitaron tres días para la escalada y otros tres para el descenso. Destacar el estilo utilizado: rápido, ligero y alpino.

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Andoni ARABAOLAZA

El pasado miércoles día 2 pasará a los anales de la historia del ochomilismo invernal. Y es que en pleno siglo XXI Simone Moro, Denis Urubko y Cory Richards conseguían el primer coloso invernal del Karakorum gracias a su ascensión al G II.

Una ascensión histórica que, además, y eso es lo más importante, ha acabado bien. Y decimos bien, porque los tres, el italiano Moro, el kazajo Urubko y el estadounidense Richards, llegaban el pasado viernes «sanos y salvos» al Campo Base. Sí, lo ponemos entre comillas, ya que el trío ha tenido que sufrir durante los seis días de actividad vientos de galerna, frío extremo (-50º en la cima), tormentas, avalanchas, caídas en grietas... Situaciones extremas en toda regla, y es que el ochomilismo invernal siempre impone sus reglas.

El más experimentado en esta especialidad, el italiano Moro que cuenta ya con tres ochomiles en invierno (Shisha Pangma, Makalu y ahora G II), ha afirmado que esta actividad ha sido la más dura y peligrosa de las realizadas hasta ahora: «Hay montañas más duras y difíciles que el G II, pero en esta ocasión ha sido muy peligrosa».

Un dato a tomar en cuenta. Los tres alpinistas necesitaron el mismo número de jornadas tanto para ascender como bajar el ochomil del Karakorum. Fueron tres días de escalada, entre el 31 de enero y 2 de febrero. Lo «normal» para este tipo de actividades. Pero quizás lo que más llama la atención son los tres días que necesitaron para el descenso. Y es que si hubiera sido en temporada veraniega, con todo a su favor, hubieran bajado de cima a campo base en unas cuantas horas.

Pero la montaña con sus grietas, las avalanchas que caían de las montañas contíguas, el frío extremo, el viento y el cansancio les llevó a situaciones muy complicadas.

Por ejemplo, las avalanchas que les cayeron de una zona tan expuesta como es la travesía que se realiza por debajo del Gasherbrum 5. Así lo cuenta el italiano: «Nos cayó una avalancha muy grande que nos pilló por completo a los tres. ¡Nos arrastró 150 metros! Tuve la suerte de salir el primero, y enseguida fui a buscar a mis dos compañeros que estaban totalmente sepultados. Tras excavar como pude, primero salió Cory y luego Denis. Apenas se podían mover, ya que íbamos encordados y la cuerda les oprimía».

Un descenso agónico y extremadamente peligroso que seguía dando más de un susto al trío. Tras salir indemnes de la avalancha, solo 15 minutos después, el estadounidense caía en dos ocasiones en grietas muy grandes. Pero de nuevo salió ileso de ellas.

El propio Moro todavía alucinaba con lo sucedido en esos tres días de descenso, y sobre todo en la última jornada: «Ha sido increíble. Todavía no me explico cómo hemos salido con vida. Han sido tres jornadas con muy poca visibilidad. Intentábamos buscar las banderitas que pusimos durante el ascenso, pero ni las veíamos. Gracias a nuestra experiencia hemos salido vivos de esta actividad. Sin ningún lugar a dudas, el descenso ha sido mucho más duro que la escalada. Ese último tramo del campo 1 al campo base realmente casi no se puede explicar. Está situado a 5.900 metros, y en circunstacias normales hasta el base sería un descenso de dos o tres horas; nosotros necesitamos 8 en total. Y eso que nuestros cocineros y los expedicionarios del G I subieron para arriba y abrieron huella. Nuestro objetivo principal una vez pisado cima era bajar al C3 y luego directamente al base, pero resultó imposible».

Previsión fiable

Richards, Urubko y Moro se presentaban muy a principios de la temporada invernal en las faldas del G II. A pesar de que su planificación era otra, finalmente aclimatan en las mismas laderas del ochomil. Eso sí, Moro reconoce que cuando decidieron atacar el ochomil no estaban del todo aclimatados y preparados adecuadamente.

Pero entre las cartas que barajaban tenían una a la que debían fielmente entregarse. Y ésa no es otra que la previsión del tiempo. Su meteorólogo les había informado de una pequeña ventana de buen tiempo que duraría un día y medio. Fieles a su filosofía, los tres alpinistas se decantaban por un ascenso ligero, rápido y en alpino. No había otra opción.

«Visto lo que nos informó nuestro meteorólogo, salimos con mal tiempo al campo 1. Hasta el campo 2 se mantuvo ese mal tiempo, pero al 3 llegamos con una jornada excelente. Así pues, teníamos jornada y poco más para hacer cima y bajar en condiciones estables. Pero también nos añadió que tras esa ventana llegaban dos días de fuertes tormentas. Del último campo, del 3, a unos 6.800 metros partimos a las 3 de la mañana a buen ritmo; esa era la clave. Y tras 8 horas y media de escalada llegamos a la cima. Fueron 1.250 metros de desnivel abriendo huella y buscándo la vía. Ya llegando a la cima, la niebla cogió protagonismo y los vientos empezaron a ser más fuertes. Ya sin visibilidad emprendimos el descenso; no se podía ver más allá de cuatro metros. Pero llegamos al campo 3. A partir de ahí, el descenso fue una odisea», señala Moro.

Un ascenso duro y un descenso extremo es lo que vivieron Richards, Urubko y Moro en esa actividad histórica en el G II. De esta forma, el trío conseguía el primer ochomil del Karakorum en invierno. Todavía quedan cuatro pendientes en Pakistán: K2, Broad Peak, G I y Nanga Parbat. Los tres primeros ubicados en el Karakorum y el último en el Himalaya.

Así Moro cuenta ya con tres ochomiles en invierno. Urubko con dos (Makalu y G II) y Richards se ha estrenado con este último. La historia del ochomilismo invernal continúa.

in extremis

El trío sufrió una avalancha que les sepultó por completo, y Richads tuvo una caída muy grande en una grieta.

6 días

Los tres alpinistas necesitaron el mismo número de jornadas para subir como para bajar. Afirman que el descenso fue lo más duro.

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