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¿Por qué se vuelve loca una «prima ballerina»?

«Cisne negro»

A pesar de sus excesos, o precisamente por ellos, «Cisne negro» ha alcanzado el techo en los paneles de la crítica. La enloquecida visión del mundo del ballet que presenta Darren Aronofsky se ha hecho con cinco nominaciones a los Óscar, agrupadas en torno al potencial interpretativo de Natalie Portman y al despliegue visual y escénico que la envuelve.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La trayectoría cinematográfica de Darren Aronofsky está siendo bastante oscilante o cambiante. Al principio parecía que iba a quedarse con la etiqueta de autor minoritario, pues se le veía a gusto firmando obras de culto como «Pi» y «Réquiem por un sueño». Sin embargo, el estrepitoso fracaso a todos los niveles de «La fuente de la vida», la película más ambiciosa de cuantas ha realizado, le llevó a una crisis creativa. Supo reaccionar a tiempo y rehacerse, mediante una lección de humildad autoimpuesta, consistente en contar una historia de fracaso en tono realista. Con «El luchador» triunfó en la Mostra de Venecia y fue aceptado en los Óscar, tal como queda confirmado ahora con «Cisne negro».

La pregunta que se plantea a partir de esa oficialización, por así decirlo, del cine de Aronofsky, gira en torno a su futuro dentro de la industria. Todo apunta a que va a inaugurar una etapa comercial, impensable cuando empezó hace trece años. Aunque finalmente dijo no a dirigir la superproducción «Superman: Man of Steel», sí ha dado su visto bueno a un encargo tan poco estimulante sobre el papel como la secuela de «Lobezno», con la que el spin off de la saga de superhéroes «X-Men» se convierte en una nueva franquicia de Marvel y la Fox.

Y de momento no se va a mover del fantástico de gran presupuesto planteado para consumo del público joven, porque también prepara la adapción al cine del serial de internet «Machine Man», original del australiano Max Barry. Para confeccionar este thriller cibernético sigue contando con su guionista habitual Mark Heyman.

Son pruebas fehacientes de la orientación palomitera que está tomando su carrera, y que no se detendrá, pase lo que pase el día 27 en los Óscar. Es cierto que está nominado por primera vez a la Mejor Película y como Mejor Director. Pero las posibilidades reales de esas dos candidaturas son más bien escasas. La opción principal es el casi seguro Óscar de Mejor Actriz para Natalie Portman, ya que Aronofsky se ha apoyado en su interpretación principal igual que lo hizo con Mickey Rourke para «El luchador». También cuenta en las quinielas el apartado de Mejor Fotografía, gracias a la importancia de la factura visual a cargo de Matthew Labatique. Algo a lo que también colabora el montaje de Andrew Weisblum, quien completa el cupo de las cinco nominaciones.

Complejidad multirreferencial

Hubo un tiempo en el que Aronofsky quería ser absolutamente original y parecerse sólo a sí mismo, pero con «El luchador» comenzó a fijarse en el cine de otros maestros, demostrando una gran capacidad para la imitación o la recreación. Aunque su protagonista era un practicante de wrestling, que es como se denomina en EEUU a la lucha libre, fue a buscar su inspiración en los dramas boxeísticos clásicos, pero sobre todo en los crepusculares, con John Huston y «Fat City» como guía de trabajo.

Las referencias se disparan mucho más en «Cisne negro», hasta el punto de que se ha convertido en el tipo de película con la que los cinéfilos disfrutan dando con mil y un guiños homenajeadores. Son tantos que cada espectador tendrá los suyos, igual que pasa con la crítica, o con el propio Aronofsky y sus colaboradores.

En la utilización del color aplicado a la escenografía de ballet se ha hablado mucho de las películas de los ingleses Michael Powell y Emeric Pressburger «Las zapatillas rojas» y «Narciso negro», a las que el cineasta neoyorquino parece rendir tributo ya en el título.

Sobre el tratamiento psicológico del personaje de la prima ballerina interpretado por Natalie Portman el máximo referente es Roman Polanski, especialmente a propósito de «Repul- sión», aunque se han citado otros títulos suyos. Las fantasías eróticas y demás pesadillas que vivía la joven Catherine Deneuve recuerdan a las que padece Natalie Portman enfrentada a sus fantasmas más íntimos.

Cuando la observación de ese comportamiento mental entra en el terreno de lo patológico el invocado es Brian De Palma, sobre todo a cuenta de «Carrie», debido al castrado papel materno representado aquí por Barbara Hershey, que nunca perdona a su hija el que tuviera que retirarse de la danza para criarla a ella. En esa misma línea ha salido a colación Frank Perry por «Queridísima mamá», donde reflejaba el mal trato que la diva Joan Crawford infringió a su hija a medida que su estrella iba declinando.

Por razones similares es considerada igualmente la influencia de «Eva al desnudo», en cuanto modelo obligado de la descripción de la vida entre bambalinas, y en eso Mankiewicz no tiene quien le haga sombra.

La lista multirreferencial es interminable, toda vez que se menciona además a David Cronenberg, Robert Altman, Darío Argento o Ken Russell. Otro tanto ocurre con las películas concretas, pues incluso hay quien encuentra similitudes varias con «Showgirls».

Espectáculo «granguiñolesco»

«El luchador» y «Cisne negro» son películas sin aparente relación entre sí, pero lo cierto es que pertenecieron en origen a un proyecto común. Aronofsky tenía la provocadora idea de juntar a un luchador profesional y a una bailarina de danza clásica en el mismo guión, sólo que nadie quiso producirlo por arriesgado. La teoría del cineasta se basaba en que ambos desarrollan un trabajo físico de tipo obsesivo, por más que la lucha este mal considerada y el ballet sea respetado.

De esa desproporción inicial algo ha quedado en ambas películas, pero más aún en «Cisne negro», aunque pudiera pensarse lo contrario. De ahí que Aronofsky haya dado rienda suelta a lo «granguiñolesco» en su nueva realización, aprovechando la utilización combinada de elementos melodramáticos y teatrales. Si ha gustado tanto es precisamente por sus excesos, y porque el director nunca se reprime a la hora de las explosiones escénicas de barroquismo.

Aronofsky lleva al extremo la representación de la tensión mental derivada de la dura y exigente disciplina que se aplica dentro del mundo del ballet, máxime cuando quienes la han de soportar son jóvenes en un crítico periodo formativo. A ello hay que añadir la pura y desatada competitividad entre las aspirantes a prima ballerina, llevada sin complejos a los estereotipos más enloquecidos. Winona Ryder ejerce de bailarina a la que ya se le ha pasado la edad y apura su decadencia. Su relevo se lo disputan Mila Kunis y Natalie Portman, las cuales simbolizan respectivamente la dualidad entre el cisne negro y el blanco.

El ballet de Tchaikovsky es la excusa perfecta para una redimensión esperpéntica de coreografías al límite, con una víctima que lucha contra sí misma y cuantos le rodean en medio de la guerra de los tutús, a la que contribuyen desde el poder Barbara Hershey en el reseñado rol materno y Vincent Cassel como el absorvente director artístico de una compañía de ballet de Nueva York.

Estreno

T.O.- «Black Swan».

Dirección: Darren Aronofsky.

Guión: Mark Heyman, Andrés Heinz y John McLaughlin.

Intérpretes: Natalie Portman, Vincent Cassel, Barbara Hershey, Mila Kunis, Winona Ryder.

Fotografía: Matthew Labatique.

Música: Clint Mansell.

Montaje: Andrew Weisblum.

País: EEUU, 2010.

Duración: 108 minutos.

Y el Óscar de mejor actriz es para... Natalie Portman

Natalie Portman está a punto de conseguir su Óscar antes de cumplir los 30 años, aunque a pesar de su juventud lleva ya casi dos décadas actuando, gracias a que Luc Besson la descubrió con tan sólo 12 años. Ahora Darren Aronofsky le ha dado la oportunidad de su vida, confirmada al hacerse con el Globo de Oro por «Cisne negro». Su consagración en 2011 vendrá acompañada de más estrenos estelares. La veremos en la comedia de Ivan Reitman «Sin compromiso», en la parodia medieval de David Gordon Green «Caballeros, princesas y otras bestias» y en la adaptación del cómic «Thor» a cargo de Kenneth Branagh. M. I.

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