El discurso del presidente
Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Vi por la televisión la ceremonia de la entrega de los premios Goya. Quería saber cuáles serían los argumentos que expondría Álex de la Iglesia ante las cámaras y los focos, frente a frente ante sus colegas de profesión. Y, sin poder evitarlo, acabé deglutiendo todo el espectáculo. La belleza no es algo que, generalmente, me espante; la ostentación, en cambio, me parece poco chic, por decirlo suavemente. Más aún cuando vivimos en un estado en el que los recortes sociales no van destinados a la alta costura precisamente... Y lo que en primer lugar me llamó la atención fue como las duquesas y barones de hoy llegaban en olor de multitudes a pisar la alfombra roja, vestidos de ensueño y cercanos a los dioses. El Teatro Real era, para más inri, el lugar escogido para la escenificación. Tras las barreras, los plebeyos laureaban a los escogidos, a pesar de que entre ellos algunas voces discordantes hicieran pasar algún momento incómodo a los artistas; eran los Anonymous. El cine y su glamour, inseparables. En el interior, todos y todas sentaditos según el protocolo, y Bardem en primerísima fila.
Buenafuente en su línea, quizá algo comedido (torpe con el incidente del espontáneo) y, tras algunos premios y agradecimientos varios, el discurso del presidente de la academia. Su alegato fue contundente, diría que sincero y hasta valiente. Daba la impresión de que se sabía el perdedor de la noche, y lo fue si hablamos de ganar Goyas. Los premios o la falta de ellos parecieron parte de su castigo por salirse del camino marcado. Frente a él, la actitud inmovilista de González Sinde (y el lado oscuro que la dirige) sonriendo y no dejando entrever semilla alguna de rencor. De la Iglesia hizo que muchos nos reconciliáramos con él, o por lo menos que recuperásemos el respeto extraviado. Su discurso, lejos de ser innovador, dejaba claro cuál es el estado de la cuestión, dónde está el mercado, cuál es la importancia del público y cuál es su lugar en todo este negocio. Es, más o menos, lo que muchos venimos diciendo hace mucho tiempo y lo que en breve (y en parte) corroborará el ICAA (Instituto de las Ciencias y las artes Audiovisuales) y que ya avanza en su página web. En el Estado español ha caído y mucho la asistencia a las salas de cine, y la subida del precio de la entrada no es la única razón. La bajada de la cuota de mercado parece oscilar entre un 10 y un 11 por ciento, y «el cine español» pierde adeptos, y no siempre porque falte calidad. Es como para pensárselo un poco...