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¿Es un muñeco o un dibujo?

«El oso Yogui 3D»

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M. I. | DONOSTIA

Del mismo modo que existen organizaciones para la defensa de las especies animales maltratadas o en peligro de extinción, también habría que fundar otras que defendieran a las mascotas animadas. El Oso Yogui ha vivido siempre feliz en el Parque de Jellystone, gracias al cariño de sus padres creadores, que no fueron otros que Hanna-Barbera. Todos hemos querido a este dibujo animado, más los que somos coetáneos suyos. Nació en 1958 dentro de «El show de Huckleberry Hound» y, seis años después, ya tenía su propia serie. Nunca se separó de su amigo Boo Boo, cuya tímida voz contrastaba con la del grandullón Yogui. Juntos se divertían haciendo de las suyas a los excursionistas, a los que les robaban la abundante comida del pic-nic campestre.

En 2010 llega la Warner con una irreconocible versión en 3D, que combina acción real con actores y animación digital. El triste resultado de tan horrible mutación es un Oso Yogui transformado en un peluche virtual carente de cualquier atractivo del pasado. A su lado, el pobre Boo Boo es todavía más peluche si cabe, teniendo en cuenta su reducido tamaño, pues apenas les llega a la cintura a los humanos, incluido del guarda forestal Smith, al que da vida Tom Cavanagh.

El disgusto de los adultos no se ha visto compensado con el entusiasmo de las nuevas generaciones, a juzgar por la discreta taquilla obtenida en EEUU, con unas cifras que no han superado los 80 millones de dólares invertidos en un producto que visualmente no convence. Además de tecnología aplicada, hace falta algo de buen gusto.

Estreno

Dirección: Eric Brevig.

Guión: Jeffrey Ventimilia, Joshua Sternin y Brad Copeland.

Intérpretes: Tom Cavanagh, Anna Faris, T.J. Miller, Andrew Daly, David Stott, Nate Corddry.

Fotografía: Peter James.

Música: John Debney.

País: EE.UU., 2010.

Duración: 80 minutos.

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