La sencilla pero atractiva idea de «Bebés» se le ocurrió al conocido actor de comedia Alain Chabat quien, en su otra faceta de productor, encargó al documentalista Thomas Balmès una realización con cuatro recién nacidos filmados en distintos países, lo más contrastados posible. Las cámaras viajaron a Mongolia, Namibia, Japón y los Estados Unidos. De las horas y horas de ingente material grabado, se ha editado finalmente apenas una hora y veinte minutos, que están haciendo las delicias de los espectadores en todo el mundo.

«Bebés» constituye, además de un espectáculo sorprendente y entrañable, un experimento cultural de gran valor. En plena era de la globalización nos hace ver los rasgos diferenciales, la identidad nacional que se observa en el elemento humano desde su más tierna infancia. Cierto es que las emociones primarias que muestra son universales, y que conmueven al público de cualquier parte a la hora de compartir un viaje sensorial lleno de pequeños hallazgos visuales, pero el perfil de cada criatura responde a su particular entorno vital.

Bayar da sus primeros pasos en Mongolia, por lo que abre sus sentidos al medio rural en contacto directo con los animales domésticos. Para Ponijao, el niño africano de Namibia, todo es más básico. El barro, las piedras y palos son sus únicos primeros juguetes, que le convierten en un pequeño guerrero de la tribu donde pelea instintivamente con otros pequeños.

El ambiente urbano esta representado por la niña Hattie, que vive en San Francisco, dentro de un clima de sobreprotección, aislada de los peligros externos. No goza del contacto con la naturaleza de los otros dos bebés mencionados. Tampoco lo tiene la japonesa Mari, que ha venido al mundo en Tokio. Representa la visión futurista de la natalidad, donde la tecnología es puesta por entero al servicio del aprendizaje, familiarizándose desde el primer momento con sonidos, luces y movimientos automáticos que provienen de un universo artificial. Crecerá como una potencial consumidora.