Los resultados de las elecciones sindicales celebradas anteayer en la enseñanza pública, tanto universitaria como no universitaria, de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa arrojaron unos datos que bien pueden ser considerados como un auténtico vuelco. El sindicalismo abertzale, con un 73% de representación donde resaltan los espectaculares resultados de LAB, vio recompensados su posición ideológica y su compromiso con una línea de acción combativa contra un Departamento de Educación que ha hecho bandera de la imposición y el adoctrinamiento al servicio de un «cambio» virtual. Por contra, el modelo sindical de concertación y acompañamiento de los ataques a las condiciones laborales que encarnan CCOO -fuerza mayoritaria hasta ayer- y UGT han sufrido un severo correctivo. Los profesores y el personal de Educación han ofrecido una señal poderosa: han premiado a quienes mejor interpretan sus preocupaciones, a un sindicalismo movilizado y con aspiración de país, y castigado al sindicalismo desmovilizador y de obediencia española.

La consejera de Educación, Isabel Celáa, debiera tomar buena nota de la realidad existente en la comunidad educativa. Debiera aparcar inmediatamente la alocada dinámica de imponer planes sin consenso ni cooperación con los agentes implicados. Sin apoyos educativos reales, con una representación sindical abrumadoramente mayoritaria y hostil, su posición queda proporcionalmente tan tocada como sus proyectos. Una consejera que en esta legislatura se ha caracterizado por su hiperactividad y su afán de liderar desde las escuelas una «contrarreforma constitucionalista» no debe ahora esconderse y hacer como si nada hubiera pasado.

Los datos son una muy buena noticia para la causa abertzale. La enseñanza es un sector estratégico para la consecución de un proyecto nacional con sistemas públicos al servicio de la mayoría trabajadora. El miércoles se demostró, también desde el ámbito educativo, que existe masa crítica y capital humano suficiente para una mirada optimista del futuro.