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Al-Gadhafi en guerra contra su pueblo

El líder libio, Muamar al-Gadhafi, en un discurso público desafiante, anunció que pasa al contraataque y que éste se desarrollará sin contemplaciones. El baño de sangre parece asegurado en una ofensiva que se centrará en el conflictivo este del país, históricamente hostil a la «Jamahiriyah», el proyecto de su conocido «Libro Verde», guía para la construcción del «estado de las masas» basado en la «democracia popular directa», y con Comités Revolucionarios para «disciplinar» al pueblo. El curioso coronel al-Gadhafi, con sus uniformes de fantasía y su retórica socialista, parece haber apostado por la represión y el terror como fuente de su poder, y ha recuperado el vocabulario revolucionario y antiimperialista para aumentar su maltrecha popularidad en un intento desesperado de evitar el colapso del régimen.

La cuestión ahora se trata de saber cuánto tiempo aguantará en guerra contra su propio pueblo. Tras dejar de ser un paria mundial y convertirse en un «respetable socio» para Occidente, Libia se había convertido en un El Dorado para las explotaciones de crudo. Sin embargo, ello no ha supuesto consistencia o no ha conllevado efectos constructivos en el desarrollo económico y social. El éxodo de las compañías de petróleo internacionales no es sino un indicativo de lo dramático del devenir de los acontecimientos, de que el dinero tan necesario para sostener la amplia red de beneficiarios de al-Gadhafi podría cortarse.

Pase lo que pase en los próximos días, nada volverá a ser igual. Si aplasta a su pueblo a sangre y fuego al-Gadhafi se retratará como un vulgar «señor de la guerra» sin escrúpulos y sin visión. Tiene razón al mostrarse poco preocupado por una Europa que hasta ayer lo consideraba intocable e indispensable y que no tiene nada que ofrecer salvo hacer teatro grotesco. Pero la situación ha llegado a un punto de no retorno sobre el terreno. Al-Gadhafi ha perdido su último refugio y baluarte: el miedo del pueblo libio.

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