Raimundo Fitero
Paralelos
Cuando a un político se le coloca en primera línea de información siguiendo las pistas de denuncias, imputaciones, autos judiciales que le señalan como presunto de algún caso de corrupción, su partido se lanza rápido a defenderlo con unos argumentos falaces que no aplican para los contrarios, como es la presunción de inocencia y/o la maldición de los juicios paralelos. En otros ámbitos de la vida social, estos juicios son la norma de algunos programas televisivos que cuando se dedican a la frivolidad de hablar de la vida íntima de los famosos dan asco, pero que cuando tocan carnaza con algo tan morboso como es el asesinato de una niña, se torna absolutamente hediondo.
Acaba de suceder algo realmente asqueroso, y es la presión de un tercer grado policial televisivo por parte de ese monstruo de la insidia criminal que se llama Nacho Abad, que en «El programa de Ana Rosa», de Tele 5 naturalmente, ha conseguido una confesión realmente impactante de Isabel García, la mujer del principal imputado en el asesinato de la tristemente famosa niña Mari Luz señalando a su marido como el asesino. Lo que en el procedimiento judicial no se consiguió, se logra, aparentemente, en un plató, cobrando o gratis, ya se verá, en el mismo momento y tiempo en el que se estaban haciendo las conclusiones de las partes en el juicio real, el que vale, el que acaba en sentencia o absolución.
¿Cómo se arregla esto? ¿Qué se puede hacer ante esta situación? ¿Tiene valor probatorio un acto tan deleznable en un programa televisivo y hay que volver a empezar el juicio? ¿Será nombrado Nacho Abad profesor de interrogatorios? Esto no es que sea un juicio paralelo, es un linchamiento público y televisado, un abuso de confianza, una demencia, una perversión televisiva, informativa, una intromisión en el ejercicio de la justicia. ¿Nadie va a intervenir? ¿Tienen impunidad estos interrogadores, jueces, fiscales y si pudieran ejecutores de la condena máxima? No podemos saber todavía la audiencia de estos momentos de la televisión más putrefacta, pero seguro que su difusión y multidifusión lo convertirá en lo más visto. Para pensar en la condición humana.