Revueltas en el mundo árabe
Ira contenida en la capital de Irak
«He tardado cuatro horas en llegar hasta aquí porque he tenido que venir andando, estoy exhausto». Ese es el comentario de Muhammad Rahman, así como de la mayoría de los presentes ayer en Bagdad.
Karlos ZURUTUZA
Durante toda la semana se había especulado sobre cuáles serían las medidas que tomaría Bagdad ante el Día de la Ira convocado para ayer. Al final, la respuesta gubernamental fue bloquear todo el tráfico en la ciudad, incluido el aéreo. Ayer sólo circulaban los 4x4 de las fuerzas de seguridad y los helicópteros del Ejército, que sobrevolaban muy obsesivamente la plaza Tahrir.
Así las cosas, las calles fueron tomadas desde primeras horas de la mañana por miles de caminantes que marchaban en la misma dirección. Los cacheos en los checkpoints de la Policía se hacían cada vez más exhaustivos a medida que nos acercábamos al centro de la capital. Mientras, las amplias avenidas desiertas se convertían en improvisados campos de fútbol para los niños de Bagdad. «Maliki Ali Baba»; «Queremos agua, queremos luz»; «Iraqi revolution», se leían en pancartas que inundaban la céntrica plaza desde las once de la mañana.
«Los americanos han puesto este Gobierno de ladrones y ahora deberían hacer algo para quitarlo, como hicieron con Saddam. ¿Ha habido algún cambio desde la invasión en 2003», se queja Fuad Kassam, manifestante del barrio de Al-Dora, mientras señala los cráteres aún presentes en los edificios que rodean la plaza.
Otros protestan por el supuestamente progresivo recorte de las libertades desde la invasión en 2003: «Me fui a Suecia hace veinte años y cada vez que vengo a visitar a mi familia siento que esto se parece más a Teherán que al Bagdad en el que nací», dice Hassan Falih, hoy profesor universitario en Suecia. «Aquí hoy no puedo ni salir a bailar con mi mujer, ni comprarme una cerveza... ¿Qué libertad es ésta?», añade el docente.
Las diversas marchas giraban alrededor de la plaza en sentido contrario a las agujas del reloj, recibiendo con júbilo a todos los que se incorporan tras una larga caminata. Sin embargo, un detalle acabó por romper el civilizado sentido circular de la marcha. Se trata del muro de hormigón levantado el jueves por noche en mitad del puente de Jumhuriyah, el que une ambas orillas del Éufrates y separa a la zona verde de Tahrir.
«La zona verde tiene miedo de nuestra voz», se leía en el cartel de un hombre encaramado a una caseta de Policía.
La muchedumbre saltaba el alambre de espino y abandonaba Tahrir hacia el muro. La presión hizo que cayese uno de los bloques, lo que provocó la rápida intervención de la Policía antidisturbios y el Ejército.
«Si hubieran venido los de Ciudad Sadr esto sería muy distinto, no podrían echarnos de aquí», se quejaba un joven con la palabra «hurria» (libertad) escrita sobre su torso desnudo. El partido Al-Sadr, liderado por Moqtada Al-Sadr y en coalición con la lista de Maliki decidió retirar su convocatoria a la movilización tras unas conversaciones ayer por la mañana. La intervención del Ejército combinada con un grupo de antidisturbios consiguió dispersar del puente a la muchedumbre, que respondió con piedras.
A la batalla entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes se le sumó la que se produjo entre estos últimos; entre los que pedían una marcha pacífica y los que seguían arrojando objetos. Al final, el gas y los chorros del agua convencieron a los amotinados de que era mejor volver al círculo inicial.
«Éste es un país con tres millones de funcionarios. ¿Tú crees que toda esa gente va a sacrificar un sueldo apoyando una revuelta en la que la gente no se acaba de poner de acuerdo? Muchos saldrán a la calle por el ambiente festivo, nada más», apuntaba Morthada Bakker, periodista local.
«A pesar de sus defectos, Maliki lo está haciendo bien. ¿Qué por qué he venido? Ya me dirás qué otra cosa puedo hacer un día de fiesta en Bagdad, y sin electricidad... », añade Rafiz, otro de los presentes, justo antes de que la Policía empezase con los primeros arrestos del día al anochecer.
También hubo protestas en Mosul, Hawija, Kirkuk, Samarra y la provincia de Diyala. La represión policial se cobró al menos once muertos en estas movilizaciones.