El rival
Cambio de cromos con resultado
Pese a la «Operación Renove» que experimentó en verano el Valencia, forzado por una deuda descomunal, el equipo de Unai Emery sigue liderando la Liga de los equipos «terrenales».
Amaia U. LASAGABASTER
El Athletic apura una de sus últimas opciones de engancharse con posibilidades reales a la pelea por la Champions League. Y lo hace ante un rival que, desde hace muchos años y pese a alguna excepción, ha convertido esas latitudes de la clasificación en su hábitat natural.
Muchos dudaban, hace apenas seis meses, que volviera a hacerlo esta temporada. Pero el Valencia sigue liderando la Liga de los equipos «terrenales». E incluso en una situación ligeramente mejor a la de hace un año. Si hoy es tercero, a doce puntos del Real Madrid, en la misma jornada de la pasada campaña ocupaba la misma plaza, pero con un punto más de diferencia respecto a la escuadra madrileña.
Forzado por una deuda descomunal -se calcula que ronda los 400 millones de euros-, el club valenciano comprendió el pasado verano que ya era hora de desprenderse de sus principales estrellas, aún a riesgo de pagar la factura en el plano deportivo. David Villa, uno de los mejores goleadores españoles de los últimos años, se marchó al Barcelona a cambio de 40 millones; David Silva, la otra gran estrella ché, dejó 33 en las arcas del club gracias a su traspaso al Manchester City. No hubo millones que embolsarse por la marcha de Carlos Marchena al Villarreal, pero sí una ficha de consideración a la que dar de baja.
Frente a los casi 80 ingresados, el Valencia se gastó menos de 30 millones para remodelar al equipo. Nombres de clase alta, pero no de la élite, como los de Roberto Soldado o Aritz Aduriz; mucho jugador con ganas de reivindicarse o de probar fortuna en la Liga, como Topal o Tino y Ricardo Costa; y alguna promesa como Feghouli. Con Unai Emery de nuevo al frente y muchísima preocupación en un entorno siempre exigentísimo.
Listón inasumible
Seis meses después de que echara a andar la temporada, el experimento se puede dar por bueno. El equipo ha sabido adaptarse, en líneas generales, a un juego diferente al que se practicaba con un hombre como Silva sobre el césped. A excepción de Feghouli -cedido al Almería en el mercado de invierno-, el rendimiento de prácticamente todas las incorporaciones es satisfactorio y jugadores como Juan Mata o Joaquín han sabido tomar el testigo de los que se fueron, ahora lejos de su sombra. Y como consecuencia de ello, el Valencia es tercero, apenas ha encajado cuatro derrotas en toda la Liga -sólo Barcelona y Real Madrid pueden presumir de una trayectoria mejor- y, además, disputa los octavos de final de la Champions League.
Y, sin embargo, buena parte de la afición y de los propios responsables del club siguen sufriendo de frustración permanente, consecuencia de un listón inasumible. El pagano es Unai Emery. Siempre en la cuerda floja, como ha sucedido con prácticamente todos sus predecesores en el cargo, no hay semana en la que, resultado al margen, no deba hacer frente a la lista habitual de críticas: cuando no es la falta de gol, es la inexistencia de un once definido -ciertamente es imposible acertar con el técnico, que no repite equipo de un partido a otro-, el abuso del juego directo o los problemas defensivos en jugadas de estrategia.
Es evidente que el hondarribitarra no deja a nadie indiferente, ni por la forma, ni por el fondo. Pero no es menos cierto que, a nivel de resultados, sigue capitaneando con acierto un equipo cuyo futuro parecía muy incierto. De poco le está sirviendo. «Acabar en tercera posición -y el correspondiente acceso directo a la Liga de Campeones- será un aspecto positivo a considerar, pero no voy a asegurar que quedando tercero tenga la renovación automática», aseguraba su presidente esta misma semana en una entrevista.
Y es que hay cosas que no cambian. Ni la presencia del Valencia en los puestos nobles de la clasificación, ni la insatisfacción permanentemente instalada en el entorno che.
Con un toro complicado por delante, pero no tanto como el que suponía la visita al Camp Nou, Joaquín Caparrós alineará mañana un once más parecido al que se asentó con la buena racha de resultados de principios de año.
Traducido en nombres propios, David López e Iker Muniain regresarán a las bandas del centro del campo, en detrimento de Markel Susaeta e Igor Gabilondo. Con Carlos Gurpegi y Javi Martínez en el pivote -más aún con Pablo Orbaiz prácticamente descartado- y la principal responsabilidad ofensiva en manos de Gaizka Toquero y Fernando Llorente, la única nota de color respecto al equipo que enlazó la mejor racha de resultados de las últimas campañas, con cuatro victorias consecutivas, pasará por el lateral derecho. Ahí se estrenará Óscar de Marcos que, salvo sorpresa, conformará línea defensiva junto a Koikili, el recuperado San José y el definitivamente asentado Borja Ekiza.
Un equipo con el que, dos jornadas después, el Athletic espera reencontrarse con una victoria que le meta en una pomada aún más ambiciosa que la actual. «Está dos puestos por delante, queda mucha Liga y todos los que estamos ahí somos rivales», asegura Javi Martínez, que considera al Valencia un rival directo, pese a los diez puntos que separan a ambos equipos ahora mismo. Más aún tras lo sucedido en el Camp Nou, donde los rojiblancos cayeron pero extrajeron «cosas positivas: supimos aguantar y ellos sufrieron mucho para ganarnos. Y eso nos tiene que dar confianza para lo que nos queda». A.U.L.