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Ion Andoni del Amo Sociólogo e Ingeniero

En marcha

El autor analiza el nuevo ciclo de la política vasca, del que resalta los «grandes cambios» de haber resituado el conflicto político y operar una reconfiguración del espectro político soberanista, que afecta al «mundo abertzale» y el conjunto del arco político. Defiende que en el nuevo ciclo habrá que profundizar en el «mantenimiento unilateral de la iniciativa» y la «articulación equilibrada de la dimensión institucional» de las luchas y los movimientos sociales. Concluye afirmando que «a algunos se les acaba la diversión».

Ysin embargo, se mueve. Lo decíamos hace algo más de un año, en pleno proceso de debate en la izquierda abertzale, del que saldría como resultado «Zutik Euskal Herria». Y vaya si se ha movido todo. Después de un largo periodo de transición, parece que ya podemos afirmar que entramos de lleno en un nuevo ciclo. No lo niega ya ni Basagoiti.

El primer cambio confirma los planteamientos que impulsaban el movimiento. El conflicto político se ha resituado: las actuaciones del Estado quedan cada vez más evidencia, el Estado está desnudo. Viene ocurriendo desde la operación contra los dirigentes de la izquierda abertzale, y acrecentándose a medida que el proceso avanza. Las movilizaciones por los derechos civiles y políticos (desde las antirrepresivas a la política penitenciaria o la reclamación de elecciones libres y democráticas) aglutinan progresivamente mayor masa social. Es cierto que continúan detenciones y las sospechas de torturas se acentúan, pero si la apuesta se mantiene firme sin caer en provocaciones, la política de la manipulación y la represión apenas podrá sostenerse. La carga de la prueba se ha trasladado.

El otro gran cambio opera en una reconfiguración del espectro político de izquierda soberanista en particular, pero que afecta igualmente a todo el mundo abertzale y al conjunto del arco político. El nerviosismo y los movimientos son incesantes. El más tumultuoso y curioso atañe probablemente a Eusko Alkartasuna y Aralar. Por un lado, se produce una progresiva confluencia estratégica entre aquellos que venían del nacionalismo institucional y el mundo de la izquierda abertzale. Por otro, una evolución de Aralar desde ese origen de izquierda abertzale hasta una aproximación con el nacionalismo institucional. Los caminos de Aralar y EA, operando en sentidos opuestos, parecen cruzarse y lo hacen especialmente en Nafarroa.

Con todo, aunque los cambios y la recomposición de alianzas esté en este momento al rojo vivo, no se trata de súbitas conversiones en el último año, antes bien, de procesos de reflexión que vienen de lejos y se han dado, en un sentido o en otro, en todas las organizaciones de izquierda soberanista. Reflexión que ha pivotado sobre tres ejes principales, con mayor intensidad de uno u otro según las condiciones particulares de cada organización. Por un lado, la necesidad estratégica de vertebración de un bloque de izquierda soberanista, como motor simultáneo de la lucha nacional y social. Por otro, y complementario, una reflexión crítica sobre la experiencia de participación y colaboración institucional con gobiernos de derecha nacionalista. Y por último, la reflexión sobre la necesidad de una apuesta por los medios exclusivamente políticos y democráticos, por la acumulación de fuerzas mediante la lucha institucional, de masas, ideológica y de desobediencia civil. La reflexión, que comienza por algunos grupos minoritarios y es compartida entre ellos, cristalizaría progresivamente en la mayoría de las organizaciones, en un proceso no lineal y que supone en algunos casos rupturas, en uno u otro sentido, entre quienes comparten estos planteamientos y los que no.

Fruto de tales debates y recomposiciones, se consolida un primer agrupamiento de fuerzas: el acuerdo Euskal Herria Ezkerretik entre la izquierda abertzale, EA y Alternatiba. Aralar, que durante estos meses había huido como de la peste de cualquier imagen de trabajo en común con los anteriores, queda al margen, consolidando acuerdos con el PNV para mantener media Nafarroa Bai. De tal forma que el espectro político de izquierda soberanista parece consolidarse, en este momento inicial, en dos espacios. Por un lado, el agrupamiento de fuerzas soberanistas e independentistas de izquierdas en torno a Euskal Herria Ezkerretik. Por otro, el espacio de Aralar, con unos perfiles ideológicos más suavizados y una clara vocación institucionalista. No es algo nuevo.

Tradicionalmente viene existiendo en Euskal Herria un pequeño espacio político, de una vocación más institucional, que en su momento se agrupó en torno a la primera Euskadiko Ezkerra, ante la deriva final y desaparición de ésta pareció asomar en parte en torno a EB, y ahora bien pudiera vertebrar Aralar, afortunadamente con unos perfiles abertzales y euskaltzales más definidos. Es cierto que la acumulación de fuerzas vertebrada en torno a «EH Ezkerretik» -y otros anteriores movimientos expansivos de la izquierda abertzale- aspira a integrar -y ya lo hace en parte- a un espectro amplio, un frente amplio con aspiraciones hegemónicas. Pero la existencia de ese otro espacio diferenciado, en este primer momento, no debe vivirse de forma traumática. Puede incluso que se sume más por separado: este actual Aralar de perfiles ideológicos «amables» podría aspirar a atraer cierto electorado soberanista del desorientado PNV.

Con todo, la presentación de Sortu -y la probable presencia electoral del bloque político de Euskal Herria Ezkerretik- parecen haber producido un giro desde la postura negacionista mantenida estos meses por PNV y Aralar. Especialmente Aralar habla ahora -obviando el acuerdo Euskal Herria Ezkerretik- de recomposición futura del espacio de izquierda abertzale. Un objetivo que, de una forma u otra, se aparece insoslayable a medio plazo. De momento, es cierto, hay una primera y potente acumulación en marcha sobre la que comenzar a impulsar cambios políticos y sociales, pero tal acuerdo no debe ser cerrado, antes bien, permanentemente abierto.

Es más, en este nuevo ciclo las reflexiones que han contribuido a abrirlo siguen vigentes y en ellas habrá que profundizar, especialmente en dos aspectos. Por un lado, el mantenimiento unilateral de la iniciativa, frente a las dinámicas represivas que siguen y aún continuarán, aunque cada vez más en evidencia. Por otro, articular equilibradamente la dimensión institucional con las luchas ideológicas y de masas, y con los movimientos sociales. Las reflexiones y experiencias pasadas resultan importantes, para bien y para mal. Está claro que el movimiento de izquierda soberanista e independentista no se puede articular sobre todos -aunque sí sobre muchos de ellos- los parámetros políticos sobre los que se ha estructurado hasta ahora, pero mucho menos sobre aquellos en torno a los cuales pivota la Aralar de los últimos años. Habrá que inventar algunos y rescatar otros.

Pero ese bloque de izquierda soberanista se aventura determinante -y de ahí algunos nerviosismos- para romper el actual escenario político. Un escenario en el que algunos parecían haberse instalado cómodamente. Por un lado, y de forma evidente, aquellos que habían alcanzado, y aspiraban a ampliar, mayorías fabricadas usurpando representación popular. Pero también quienes se postulaban como alternativa única frente a éstos, enarbolando un discurso del miedo, al tiempo que en Madrid pactaban con ellos saqueos de pensiones y lógicas pronucleares. Un escenario cómodo, efectivamente, para la aplicación de esa ofensiva neoliberal de recortes, con la mayoría sindical excluida por el sindicalismo pactista instalado en Lakua, y el debate pivotando exclusivamente en torno al «que viene el PP-PSOE a las Diputaciones». La articulación electoral de un bloque de izquierda soberanista e independentista vuelca ese tablero de juego, desmorona el fraude electoral del PP-PSOE, y lo puede hacer, además, desde parámetros de cambio político, sí, pero también social en estos momentos de saqueo desde el poder. Aparece como la fuerza que puede remover el escenario político y forzar movimientos. Eso es lo que está en juego en las maniobras electorales, policiales y en la cuestión de la legalización. A algunos se les acaba la diversión.

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