CRíTICA cine
«Destino oculto»
Mikel INSAUSTI
Para disfrutar de “Destino oculto” sin complejos es mejor olvidarse de que está basada en un relato corto de Philip K. Dick, porque los seguidores del genio de la literatura de anticipación se van a sentir defraudados. George Nolfi se ha limitado a tomar el germen argumental contenido en aquel cuento escrito a mediados de los 50 con el titulo original de “The Adjustment Team”, para desarrollar una obra completamente distinta. Los objetivos del guionista que ahora debuta en la dirección varían sensiblemente, desde el preciso instante en que cambia la personalidad del protagonista, que de ser un vendedor de seguros casado pasa a convertirse en un joven soltero metido de lleno en la carrera política. Aspecto éste que ha provocado algunas comparaciones con los personajes del cine de Capra, pero lo cierto es que el hecho de que se trate de un precoz político es utilizado por Nolfi para remarcar su carácter impulsivo, que le hace ganar votos entre las nuevas generaciones. Tal característica explica su resistencia a aceptar resignadamente la teoría de la predestinación.
“Destino oculto” no es una obra de ciencia-ficción, sino una historia de amor con elementos sobrenaturales. Pertenece, por lo tanto, al mismo género que “Ghost”, con la diferencia de que es mucho mejor película. Los elementos filosóficos y metafísicos que maneja están simplificados en aras de una resolución romántica de la kafkiana trama, en la que el enamoramiento es defendido como una aplicación consciente del libre albedrío. La dependencia que la afinidad sentimental entre dos personas tiene de la mecánica inexplicable del puro azar, la cual hace que un retraso accidental en la primera cita pueda alterar el curso de toda una existencia, facilita en “Destino oculto” un entretenido juego de incertidumbres como metáfora de las vueltas que da la vida. Esa compleja cabalística es ilustrada mediante un constante cerrar y abrir de puertas que conectan los espacios emblemáticos de Nueva York de forma laberíntica.
