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Mertxe AIZPURUA Periodista

Beatriz

No es la Beatriz de «La Divina Comedia». Ésta no ha conducido a Dante a un Paraíso representado en nueve círculos. Su viaje no ha atravesado el Cielo de la Luna y su relato no habla de bondades divinas ni de grandezas humanas. Se llama igual, pero su viaje va en dirección contraria. Ésta es otra Beatriz. La que ha descendido a lo más profundo, a ese pozo cónico donde los condenados son sometidos al horror, al dolor y al miedo perpetuos. A ese territorio sin dioses ni alegorías, donde sólo hay negritud y crueldad. Al opaco territorio de la tortura. Desde que los aztecas la explicaran como «matar mil veces al enemigo» y la Inquisición la instaurara como sistema político, el túnel de la historia nos trae hoy a lo más sórdido de una situación que, dicen, no existe. Para muchos es preferible no saber, no leer el relato del viaje de Beatriz. Quien lo lea corre un riesgo. El de tener el íntimo convencimiento de que ahí no hay fabulación. Que lo que cuenta es tan brutal que sólo admite verbos y sustantivos. Quizá porque no existe adjetivo alguno que defina semejante horror. O porque la única forma posible de poner sobre papel lo vivido es hacerlo a modo de acta notarial.

Su relato se conoció la víspera del Día de la Mujer. El 8 de marzo no escuché declaraciones públicas sobre el tema. Ni personales, ni políticas, ni oficiales. Ese día Emakunde reivindicaba un paso al frente para las mujeres vascas. El cuartel al que fue llevada debe ser territorio ajeno para el Instituto Vasco de la Mujer. Un territorio sin imagen, sin alegorías y con numerosos círculos concéntricos. Es Beatriz, Beatriz Etxebarria, la que descendió al Infierno de Dante.