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Raimundo Fitero

Alarma nuclear

Tenía que ser en Japón, el país que sufrió la mayor salvajada bélica, el crimen de guerra más atroz de la historia de la Humanidad con el lanzamiento en Nagasaki e Hirosima de dos bombas atómicas. Destrucción, muertes directas a millares, generaciones estigmatizadas por el horror e infectadas por los efectos de la radioactividad que parecen no tener fin. Ahora están de nuevo en alarma nuclear porque una central, gemela a la de Garoña, está sufriendo los efectos del terremoto, el tsunami y sus consecuencias que unidos a los peligros inherente a estas fábricas de una energía de poco control nos dejan, una vez más, ante el miedo más feroz.

Generaciones que vivieron bajo la amenaza de la bomba atómica, que creían esa posibilidad finalista como un detalle olvidado de la historia de la infamia, vuelven a recibir el impacto de los hechos, de la terquedad de los acontecimientos, pero ahora se sabe, como sucedió ya en Chernobil, que aquellas bombas de la guerra salvaje, son juguetes comparados con la capacidad destructiva que engendran estas fábricas de electricidad. Es un accidente, una circunstancia deparada por la naturaleza, pero el peligro lo ha puesto el ser humano, lo ha colocado ahí, en ese punto para que cualquier circunstancia adversa provoque una desgracia de medidas inabarcables.

El canal 24horas de TVE mantiene abierta constantemente una ventana que da la señal de la televisión pública nipona, y allí se van viendo las reacciones, las declaraciones, las medidas tomadas por las autoridades, seguimos al segundo y en directo el relato de lo que sucede, y como era de esperar, suben las cifras de muertos, la desgracia se amplía, se globaliza y van apareciendo más imágenes, más vídeos grabados por particulares, para que comprendamos la fuerza de la naturaleza desmelenada, la insignificancia del ser humano frente a los poderes tácitos del agua, el fuego o el viento. Y mientras tanto algunos humanos jugando a dioses menores con el átomo. Un día algún dios mayor se tirará el pedo definitivo y se acabará este lugar en el cosmos que ocupamos irresponsablemente. Fin, para todos. Debemos estar en alarma nuclear constante. Nuklearik, Ez.

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