A buen seguro, Nicolas Sarkozy tendrá muchos secretos. Pero el que Muamar al-Gadafi asegura conocer provocaría, de hacerse público, «la caída» del presidente de la República francesa, e incluso «su enjuiciamiento en relación con la financiación de la campaña electoral». Y no es difícil que el líder libio, antes amigo rico y ahora monstruo, guarde secretos en su diario. En el hexágono, los periodistas ya desempolvan oscuros asuntos de comisiones que se habría cobrado por una venta de cazas Rafale que al final se encasquilló. El secreto, se rumorea, puede rondar los ocho millones de euros.

Aunque algo más le hará falta al actual presidente de la República para limpiar su imagen durante la campaña electoral que se avecina. Porque, tan manchada se encuentra y tan hundida en las encuestas de popularidad, que incluso la ultraderechista Marine Le Pen le adelanta en los sondeos de calentamiento para la carrera presidencial. Y no es de extrañar: desde que el alcalde de Neuilly se encaramó a la política de Estado, no ha dejado de alimentar el fantasma de la inseguridad, el miedo al inmigrante y el desprecio a los marginados, sobre todo desde su etapa de ministro de Interior. Y hoy día, el inconsciente colectivo francés es en buena parte inseguro, temeroso y despreciable, hasta el punto de que la extrema derecha y la derecha extrema conforman más de la mitad del electorado.

A fuerza de criar cuervos, a punto está de que le saquen los ojos. Esos mismos que Sarkozy se frota al escuchar al coronel. Esos mismos que miran de reojo las presidenciales de 2012. Esos mismos que azuzan en Bruselas con una intervención militar en Libia. No hay secretos.