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Terremoto en Japón

Un campo de ruinas tras el paso de tsunami

Donde se levantaban las ciudades, el barro y los escombros se extiende hasta donde alcanza la vista: en el noreste de Japón, los suprevivientes del tsunami hacen cola durante horas para conseguir unos pocos litros de combustible mientras los alimentos y el agua empiezan a escasear.

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Hiroshi HIYAMA | AFP

Unas cortinas ondean suavemente a través de vidrios rotos: es el único signo de vida en medio del campo de lodo y escombros dejado por el devastador tsunami del viernes en Japón.

La ciudad portuaria de Minamisanriku casi ha desaparecido. Se ignora la suerte corrida por más de la mitad de sus 17.500 habitantes. Los otros fueron evacuados. Sólo el hospital, una construcción de cinco pisos, y unos pocos edificios más siguen de pie.

El pueblo pesquero de Otsushi ha sido borrado del mapa.

Para los habitantes que tuvieron más suerte, como algunos residentes en la ciudad de Kamaishi, las sirenas de evacuación sonaron con tiempo suficiente para permitirles huir hacia las zonas más altas. Inmediatamente después pudieron ver, aterrados, cómo la furia del mar invadía su ciudad y cubría sus casas.

«Traté de huir con mi marido, pero rápidamente las aguas nos rodearon y nos obligaron a refugiarnos en el segundo piso de una casa cuyos habitantes conocía», cuenta una anciana.

«El agua subió hasta el segundo piso. Ante nuestros ojos, el propietario de la casa y su mujer fueron arrastrados. No pudimos hacer nada», recuerda.

La fuerza del maremoto arrastró a los vehículos como si fueran juguetes y volcó los camiones, que salpican ahora las calles de la ciudad de Sendai, donde una sirena de alarma sonaba de vez en cuando en la noche helada la madrugada de ayer.

Los contenedores que que estaban apilados en el puerto se encuentran ahora dispersos a los largo de la costa. Montañas de desechos y objetos destrozados están diseminados en los arrozales de los alrededores.

A lo largo de la costa, policías y soldados seguían registrando ayer los escombros. Pero su búsqueda sólo desembocaba, en general, en la extracción de cadáveres, que colocaban en sacos de lona verde.

En la principal ciudad de la zona, sumida en una oscuridad total, el hospital Sendai Teishin da la impresión de ser un faro gracias a su generador eléctrico.

Su luz atrajo a medio centenar de supervivientes que, en busca de refugio para escapar al frío nocturno, encontraron albergue en el vestíbulo de entrada.

«Muchos de ellos no viven en la provincia de Miyagi, vinieron para visitar a parientes enfermos o para recibir tratamiento» antes del seísmo, indica a AFP un portavoz del hospital, Masayoshi Yamamoto.

Muchos habitantes de Sendai carecen de agua y electricidad y la falta de agua preocupa a los directivos del hospital, que se preguntan hasta cuándo van a aguantar sus reservas. Señalan además que a partir del lunes podrían no tener comida suficiente para alimentar a sus pacientes.

El combustible también escasea, como demuestran las colas en las estaciones de servicio que siguen abiertas. «Estoy esperando desde hace más cuatro horas y todavía no he llenado el depósito», declara Sayuri Aizawa, una jubilada de 64 años, que se ha quedado atascada en la cola detrás de más de un centenar de coches que esperan para llenar sus depósitos. Su casa fue «arrastrada por la oleada» y ahora duerme con su marido en un automóvil.

En la cola, otra mujer expresa su angustia ante la posibilidad de una réplica más fuerte que las que se registran desde el viernes. «La tierra sigue temblando cada hora», asegura.

Escasez de agua, estaciones de servicio secas, corriente eléctrica cortada y redes telefónicas próximas de la saturación... la vida de los supervivientes es difícil, en ausencia de las comodidades básicas habituales en el moderno Japón.

La inmensa mayoría de las tiendas y los restaurantes están cerrados dos días después del desatre, como consecuencia de la falta de reservas, de la salida precipitada de sus propietarios o de los daños ocasionados por la catástrofe.

Cerca del puerto se eleva una columna de humo de 500 metros de altura, que emana de un complejo petroquímico en el que se suceden los incendios y explosiones.

Metrópoli regional dinámica de un millón de habitantes hasta el viernes, Sendai ha sido golpeada de frente, al pertenecer a la región más próxima al epicentro del seísmo, frente a la costa de Pacífico.

 
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