Gloria REKARTE Preso ohia
Superioridad moral
Si algo tiene la democracia -dijo Pérez Rubalcaba- es que somos moralmente superiores a los terroristas». Con argumento de tal peso por estandarte y habida cuenta de que el mundo se divide en dos únicos continentes: ellos y los terroristas, se lanzó a desmentir las torturas denunciadas por Portu y Sarasola, dar su beatífica versión de los hechos y tratar de liberar a los funcionarios de la absurda y tediosa tarea de una investigación por torturas. Hace una semana, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, ignorando la encumbrada ética de la democracia española, la zarandeaba sin contemplaciones al condenar, y por segunda vez, al Estado español por no investigar una denuncia de torturas. Desde su elevada situación, la moralidad de los demócratas no se ha resentido. Se hallaban ellos y ellas muy ocupados además aquellos días en que micrófonos, teclados y gargantas humearan clamando por la ilegalización de Sortu: tras las últimas y muy oportunas detenciones realizadas en Bizkaia, la formación no había condenado a ETA. Ni qué decir tiene: además de inmorales, batasunos.
En las mismas fechas, el testimonio de los detenidos nos enfrentaba a otro escalofriante relato de torturas: vejaciones, humillaciones, acoso, chantaje... y violación. La superioridad moral de la democracia guardó un insuperable silencio. Alguien podría pensar que esta superioridad moral de la que se pavonea Rubalcaba en nombre de tantos, actúa como un cristal blindado frente a la práctica de todo mal: alto demócrata, de ahí no pasas! Pero no. Se ha visto que no. Lo que hace es actuar como agente democratizante instantáneo para paladas de cal viva, bolsas asfixiantes, razias, violaciones, ilegalizaciones.