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Jon Odriozola Periodista

DE LA TORTURA

�sta es la ventosidad expelida contra sus propios progenitores ideol�gicos. Con una diferencia, que ya ni les sonroja: miran para otro lado y callan, cuando no acusan al torturado de �seguir un gui�n�

Si no legal, la pr�ctica de la tortura es una realidad innegable (yo mismo puedo dar fe de ello hace ya varias lunas). Si no de iure, se practica de facto. Al igual que la cadena perpetua, est� desaparecida de la legislaci�n penal y, sin embargo, con la llamada �doctrina Parot�, se pueden pasar cuarenta a�os en la c�rcel. O la pena de muerte, supuestamente abolida, pero que fue aplicada de hecho a varios miembros de los GRAPO. O muertos en huelga de hambre en las prisiones por reivindicar dignidad. Pero no siempre fue as�.

Ram�n Sola, en un art�culo, se preguntaba -sarc�sticamente- por qu� no legalizar la tortura. Lo dec�a a cuenta de los testimonios de los �ltimos detenidos en Bilbo. Se trat� de presentar la tortura en el imaginario colectivo como algo practicado en l�bregas mazmorras inquisitoriales o, m�s modernamente, en s�tanos de dependencias policiales. En todo caso, algo siniestro, oculto, velado e invisible. Hay que admitir que los telefilms gringos son m�s sinceros cuando presentan a un detenido hostiado en as�pticas oficinas policiales. Pero hubo �poca en que el tormento era legal.

En v�speras de la Revoluci�n francesa, ya se fraguaba un cambio radical en la mentalidad de la �poca gracias a la Ilustraci�n, con una burgues�a protorrevolucionaria e ilustrada, anticlerical y racionalista, eudemonista y predemocr�tica. A esta nueva sensibilidad no pod�a menos que repugnarle la crueldad de las penas previstas hasta entonces por las leyes, especialmente la pena de muerte, los duros castigos corporales y, muy en particular, la tortura judicial ergo legal. Las ideas de Montesquieu, Rousseau y Voltaire (en el Reino espa�ol Luis Vives, Jovellanos y Mel�ndez Vald�s) sobre la necesidad de reformar en este sentido humanitario las leyes penales y procesales cristalizaron en la transcendental obra de Beccaria �De los delitos y las penas�, publicada en 1764. Esta obra tuvo un influjo decisivo en la reforma de la legislaci�n criminal de su �poca en toda Europa, en sus �lites, se sobreentiende, que eso era el despotismo ilustrado.

Me importa ahora destacar una de las m�s sonoras ventosidades hist�ricas protagonizadas por una burgues�a u oligarqu�a decadente y degenerada que se alimenta robando al pueblo y comi�ndose sus propios gusanos. En los tiempos de la Ilustraci�n, el tormento hab�a ido cayendo en desuso paulatinamente y, aunque te�ricamente los jueces pod�an aplicarlo, fueron muy raros los casos en que lo hicieron. Los esfuerzos antitortura fueron eficaces m�s en el plano estrictamente legal que en el pr�ctico, pues la tortura hab�a dejado ya entonces de aplicarse en el Reino espa�ol, lo que se consigui� por fin en la Constituci�n de Bayona de 1808 (algo epis�dico). Es decir, lo que consigui� la antifeudal burgues�a revolucionaria e ilustrada de hace 250 a�os lo ha reimplantado la oligarqu�a contrailustrada y contrarrevolucionaria de hoy. �sta es la ventosidad expelida contra sus propios progenitores ideol�gicos. Con una diferencia, que ya ni les sonroja: miran para otro lado y callan, cuando no acusan al torturado de �seguir un gui�n�.

P.D.- Sobre el posible atentado a Patxi L�pez, no me creo nada.

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