GARA > Idatzia > Iritzia> Azken puntua

Koldo CAMPOS Escritor

Energía nuclear

 

Hace muchos años, un ingenioso hombre, quizás una mujer, inventó la rueda. Con las prisas cometió, desgraciadamente, un grave error en su diseño: la hizo cuadrada. Y así fue que, convocadas las masas para que asistieran a su revolucionaria invención, cuando pretendió que su cuadrado artilugio rodara por la pendiente donde demostraría las bondades de su creación, aquel extraño artefacto se desplomó al primer empellón entre las carcajadas y los pitos de los decepcionados asistentes.

De aquel fallido intento ninguna seria consecuencia se derivó para nadie que no fuera el absoluto descrédito del inventor. No se dio, sin embargo, por rendido y, tiempo después, descubrió que si le daba a su creación una forma curva, tal vez podría rodar. Y así lo hizo y expuso, esta vez con notable éxito. Desde entonces, gracias al ingenio y a la persistencia de su inventor, los seres humanos hemos contado con la rueda.

Han pasado los años y, tras la rueda, hemos seguido inventando toda clase de objetos, útiles e inútiles, necesarios y absurdos. La diferencia es que la tecnología que utilizamos en nuestros días no admite, como en el frustrado invento de la rueda cuadrada, el menor fallo, y no es la primera vez que la energía nuclear nos muestra los riesgos a los que nos expone su uso cobrándose miles de vidas y asolando la tierra a la que aventurase su progreso. Pero no obstante todos los riesgos y problemas que implica la utilización de la energía nuclear, ninguno más grave que la obscena codicia de los que la producen y la inepta desvergüenza de quienes la controlan.