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ALPINISMO Vascos en el Karakorum

El G1 invernal gana la partida a Alex Txikon

El alpinista lemoarra junto al austriaco Gerfried Göschl y el quebequés Louis Rousseau se retiraron ayer desde el Campo 3 (7.050 m) a causa del fuerte viento. La expedición se vuelve definitivamente a casa.

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Andoni ARABAOLAZA

El pasado 2 de febrero Corey Richards, Denis Urubko y Simone Moro abrían la puerta de las invernales de los ochomiles del Karakorum tras ascender el G2. A diferencia de este trío, otro, el formado por Gerfried Göschl, Louis Rousseau y Alex Txikon no ha podido entrar en la historia del ochomilismo invernal. El G1 o Hidden Peak (8.080 metros) les ha parado los pies por partida doble.

Mientras que Richards, Urubko y Moro apostaban por un ascenso rápido (hicieron cima en 20 días), sus compañeros del G1 se decantaban por la apertura de una nueva ruta en la cara sur del ochomil. Lo que conlleva una larga estancia en las laderas de la montaña y una mayor exposición a las duras condiciones climatológicas. Y, la verdad sea dicha, aunque no hayan podido culminar su propósito, el trabajo que han realizado durante más de un mes en las laderas más «soleadas» de la montaña ha sido espléndido.

A buen ritmo iban ganándole metros al gigante, y eso que las dificultades técnicas eran importantes. Llegaban hasta los 6.700 metros con dos campos montados, pero la última sección hasta el plateau se les atragantó. «Una vez en la pala superior encontramos hielo muy duro, donde incluso costaba clavar los crampones, en una pendiente que nunca bajó de los 70º/75º. Fue muy complicado y duro. Nos quedamos a unos 150 metros de la arista y de finalizar la nueva ruta», explica Txikon.

El intento final

Hasta ahí llegó el intento de los expedicionarios, quienes se tuvieron que dar media vuelta por las dificultades de la pared, el frío y el viento. Por delante les quedaban solo 11 días para que el invierno terminara. Tenían que tomar una decisión lo más pronto posible. Después del gran trabajo de apertura, éramos muchos los que creíamos que Göschl, Rousseau y Txikon se retirarían definitivamente. Ya llevaban más de un mes soportando las extremas condiciones. Sobre todo, tal y como en su día nos aseguraba uno de los grandes exponentes del ochomilismo invernal, el polaco Krisztof Wielicki, «ese frió que muerde». Pero los expedicionarios nos cerraban la boca, y, gracias a su tenacidad y motivación, sacaron un último cartucho.

Y el trío se decantaba por un último intento que les llevaría por la clásica que transcurre por el Corredor de los Japoneses. Eso sí, como no había otro remedio, lo intentarían en estilo alpino. El propio lemoarra incidía en la apuesta tomada: «Ha sido una decisión dura. 40 días después de empezar la expedición decidimos no seguir abriendo vía después de haber realizado un trabajo increíble».

Así, el pasado domingo salen del Campo Base a las 5 de la mañana. En 11 horas de escalada llegan a su Campo 1 (C2 en la temporada estival). Cruzan el peligroso glaciar, ése que tanto miedo les daba a los expedicionarios del G2, donde encontraron serios problemas debido a las grietas, muchas de ellas ocultas bajo la nieve en esta época invernal. Tal era la peligrosidad que los tres alpinistas caen en sendas grietas; eso sí, sin incidentes importantes. «Pasamos mucho miedo cruzando el glaciar. Quedaban algunas banderas de Simone y compañía, pero nos costó buscar el camino adecuado», dice Txikon.

Vientos de 100km/h

Tras descansar, el lunes parten a las 10 de la mañana y en siete horas, tras escalar los 700 metros del Corredor de los Japoneses con pendiente de 50º/60º, se plantan a una altura de 7.050 metros. Con viento y temperaturas de hasta -45º montan la tienda; les costará nada más y nada menos que dos horas. «Salimos un poco tarde porque hacía mucho frío. El corredor estaba a la sombra, es muy tieso y tenía hielo duro. Había cuerdas fijas, pero, por si caso, ni las hemos tocado», añade el ochomilista vizcaino.

El parte de la meteo para ayer no era malo. Pero la montaña es la que manda, y los fuertes vientos (100 km/h), la tormenta y el intenso frío dictaron orden de vuelta. Tenían mil metros por delante, pero, como afirman, «era imposible. Hemos esperado desde la 1 de la mañana hasta las 10, pero el viento no amainó». El nueve horas llegaron sanos y salvos al base.

No ha podido ser, ni por la sur abriendo vía ni por la norte clásica en estilo alpino. Pero el trabajo que el austriaco Göschl, el quebequés Rousseau y el lemoarra Txikon han llevado a cabo es para quitarse el sombrero.

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