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Imanol Intziarte Periodista

Entre el coro nuclear y la canci�n protesta

El asunto de la energ�a tiene m�s aristas que los catorce ochomiles juntos. Me he tragado entero el v�deo musical de los currelas de Garo�a que, todo hay que decirlo, dudo mucho que sea premiado con un Grammy o similar. Repuesto del mareo que produce su visi�n -qu� manera de mover la c�mara-, tengo que reconocer que entiendo sus razones.

Anteponen la n�mina mensual a un hipot�tico riesgo, que no est� la situaci�n para alegr�as y en el valle de Tobalina no abundan las alternativas. �No les valen las personas que aqu� tienen su trabajo, que aqu� mantienen mil familias y no han hecho nada malo�, rapean con m�s voluntad que acierto. Lo mismo que han hecho, hacen y har�n los trabajadores de una sider�rgica o una papelera, por poner dos ejemplos, cuando temen que sus chimeneas dejen de expeler humo.

La energ�a nuclear es peligrosa, se ponga como se ponga la plantilla de Garo�a. A las pruebas me remito, vayan a Jap�n a preguntar. Otra cosa es que en una balanza se pongan los pros y los contras y alguien estime que pesan m�s los primeros. �ste es un debate, como tantos otros, en el que habr�a que aparcar la demagogia. Porque las t�rmicas contaminan, las hidroel�ctricas inundan los valles, las e�licas desfiguran los montes... pero para poder escribir esto necesito conectar mi ordenador a la corriente el�ctrica, para que se imprima el papel hay una rotativa que no funciona a pedales. Y al llegar a nuestras casas nos gusta que la calefacci�n funcione para estar calentitos, que el frigor�fico conserve nuestros alimentos, ver una pel�cula en la televisi�n...

A falta de alternativas �buenas�, es necesario un debate claro, sin tapujos, sin discursos de doble fondo, sobre las alternativas �menos malas� desde el punto de vista ecol�gico y econ�mico. S� que pido un imposible. La idea de consumir menos, de no derrochar, puede solucionar una parte del problema, pero no El Problema. Salvo que algunos propongan vivir sin energ�a el�ctrica, como hace unos cuantos siglos. Pero para ello, sinceramente, que no cuenten conmigo.

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