Intervención militar en Libia
Crecen las dudas sobre el mando y los objetivos en la alianza contra Gadafi
Cuatro días después de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara la intervención militar sobre Libia, aumentan las dudas y discrepancias en el seno de la coalición de países que la lleva a cabo. Reconocen la falta de liderazgo coordinado y mantienen diferencias sobre si la OTAN debe asumirlo. Tampoco han llegado a aclarar si los objetivos, una vez detenido el avance de las tropas de Gadafi, deben ir más allá de «la protección de la población civil».
Pablo R. DE ARETXABALETA
Rusia critica la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Libia; Alemania se distancia asegurando que no participará en la operación militar; Italia advierte de que no quiere «una guerra contra Libia»; Noruega envía aviones pero no participarán en ataques hasta que no se aclaren los objetivos, y la Liga Árabe subraya que el fin debe ser la protección de los civiles. Una vez que los ataques de la aviación aliada han frenado los avances de las tropas de Muamar al-Gadafi sobre Bengasi, en manos de las fuerzas rebeldes, comienzan a aparecer las primeras fisuras.
¿El objetivo es proteger a la población civil?, ¿a las fuerzas rebeldes?, ¿está autorizado matar a Gadafi?, ¿quién lidera la operación? Críticas, ambigüedades y rectificaciones no cesan de multiplicarse tan sólo cuatro días después de que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptara la resolución 1.973 y tras los primeros ataques de la coalición formada el sábado en París.
A la vez, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá el jueves a petición del Gobierno libio, que reclamó el fin a la intervención militar extranjera.
Italia, que acepta poner a disposición de la coalición ocho aviones Tornado, ayer advirtió de que iba a «verificar cuidadosamente que todas las acciones emprendidas sean conformes a los objetivos de la resolución», según el ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini.
Alemania, que se abstuvo el jueves en el Consejo de Seguridad, finalmente dio su apoyo a la intervención sin participar en la misma, aunque ayer el jefe de la diplomacia germana, Guido Westerewelle, advirtió sobre sus riesgos. En general, estos países reprochan a la coalición haber bombardeado objetivos sin limitarse a instaurar una zona de exclusión aérea. En la misma línea, la Liga Árabe criticó abiertamente los bombardeos del domingo, aunque ayer dio un paso atrás subrayando su apoyo a la resolución.
La resolución 1.973 prevé «todas las medidas necesarias» para proteger a los civiles y una zona de exclusión aérea para evitar la intervención de la aviación leal a Gadafi.
El Estado francés, Gran Bretaña y Estados Unidos sostienen que para ello es necesario destruir las baterías antiaéreas y centros de mando, pero para otros países los bombardeos van demasiado lejos. El Gobierno noruego afirmó que los seis cazabombarderos F-16 enviados ayer al Mediterráneo para integrarse en la operación no participarán en acciones militares hasta que no se aclare específicamente su misión. El embajador ruso ante la Alianza Atlántica, Dmitri Rogozin, aseguró que «los ataques contra instalaciones que no tienen que ver con la aviación -medios de defensa antiaérea, aeródromos, blancos aéreos- se salen de los objetivos señalados y no se corresponden con la resolución del Consejo de Seguridad».
De hecho, el objetivo de los últimos bombardeos fue cortar las líneas de avituallamiento desde Trípoli a Bengasi. Rogozin indicó que en la OTAN se ha impuesto un régimen de alta confidencialidad porque «entre los aliados no existe unanimidad sobre cómo cumplir la resolución».
Irán, Ecuador y el ex presidente cubano Fidel Castro condenaron la operación sobre Libia.
Quién lidera las operaciones es otra de las cuestiones sin aclarar. Italia exige que pase a manos de la OTAN y ayer advirtió de que se plantea retomar el control de sus bases militares, desde las que están partiendo aviones, si no se produce ese cambio. La OTAN, sin embargo, está encontrando dificultades para decidir su papel, dada la negativa de dos de sus socios -Alemania y Turquía- a participar en los ataques. Ayer los embajadores de la OTAN no alcanzaron un acuerdo y volverán a intentarlo mañana. Turquía expresó las mayores reticencias.
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé, rechazó que la OTAN asuma el mando por la necesidad de «tener en cuenta la opinión de los países árabes» aunque estuvo de acuerdo en que la Alianza contribuya a planificar distintas opciones de intervención.
Sin mando integrado
Además, el Estado francés admitió que la intervención de la coalición internacional en Libia aún no tiene un mando integrado. El portavoz adjunto del Ministerio de Defensa, general de brigada Philippe Pontiès, señaló que la coordinación de las operaciones es un asunto «extraordinariamente complejo», que actualmente se realiza «a nivel de ministerios de Defensa».
El presidente de EEUU, Barack Obama, confirmó que su país renunciará a su papel dominante en la intervención militar una vez que las defensas antiaéreas libias queden inutilizadas y aseguró que la OTAN jugará un papel en la siguiente fase.
Por otra parte, el portavoz del Gobierno de Libia, Mussa Ibrahim, acusó a los países occidentales de intentar matar a Gadafi con el bombardeo a última hora del domingo del complejo residencial del líder libio, Bab al-Aziziya, en las afueras de Trípoli. Un responsable militar de la coalición lo justificó porque el edificio era un centro de «mando y control» del Ejército libio.
El secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, dijo que matar a Gadafi en el marco de la operación militar «Odisea del amanecer» sería «insensato». «Si comenzamos a añadir objetivos adicionales creo que crearemos un problema», señaló. Sin embargo Henri Guaino, uno de los principales asesores del presidente francés, Nicolas Sarkozy, admitió que «todo el mundo tiene claramente en mente el objetivo secundario es la marcha del coronel Gadafi». Aunque sus declaraciones luego fueron matizadas, el ministro británico de Defensa, Liam Fox, llegó a insinuar que Gadafi podría ser un blanco militar de la coalición.
El general Ham sostuvo que las incursiones aéreas y ataques con misiles han impedido que las fuerzas del Gobierno avancen sobre Bengasi, pero insistió en que la misión tiene sólo el fin de «proteger a la población civil» y no cubrir desde el aire las operaciones de las fuerzas opositoras. Admitió que puede llegarse a un estancamiento «en el cual nosotros alcancemos los objetivos militares», pero se mantenga el Gobierno libio.
Por otro lado, los rebeldes intentaron ayer recuperar el terreno perdido y continuaron los combates en Ajdabiya, en la zona oriental del país y Misrata, en el oeste. Rechazaron cualquier diálogo con Trípoli, en referencia a la «marcha verde» hacia Bengasi a la que instó Gadafi. Por la noche, volvieron a oírse las defensas antiaéreas en Trípoli.
El remolcador italiano que estuvo retenido en Trípoli durante casi 24 horas y partió de la capital libia el domingo, zigzagueaba junto a la costa de Libia con varios militares leales a Gadafi a bordo, según la empresa que lo usa, Augusta Offshore, y el Gobierno italiano.
El primer ministro ruso, Vladimir Putin, comparó la resolución de la ONU con un llamamiento medieval a una cruzada «que permite cualquier acción contra un Estado soberano», pero el presidente ruso, Dmitri Medvédev, juzgó inadmisibles esas expresiones.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se vio obligado a refugiarse en la sede de la Liga Árabe en El Cairo después de que varios manifestantes libios que apoyan a Gadafi le impidieran salir del edificio, junto a la plaza cairota de Tahrir.
Las fuerzas gubernamentales libias atacan desde hace tres días la región de Al-Jabal Al-Gharbi (suroeste de Trípoli), en particular las ciudades de Zenten y Yefren bajo control de la rebelión y han tomado un pueblo cercano, según habitantes de esta región.